Mientras unos pocos ricachones se empeñan en destruir la naturaleza para seguir en la vorágine de la autodestrucción por el enriquecimiento desmedido, grandes sectores humildes de la sociedad luchan por preservar la vida y los ecosistemas; mientras las naciones imperialista se empeñan en hacer la guerra para su beneficio los pueblos del mundo se alzan para conquistar la paz.
Por eso, los revolucionarios históricamente y en nuestros días son perseguidos a muerte.
El rostro de la historia devela que la expansión mercantilista de los viejos imperios europeos dejó a su paso un aproximado de 80 millones de indígenas exterminados tras la invasión española-portuguesa-inglesa. Con este cementerio continental se produjo el proceso de acumulación de capital más vergonzoso y criminal de la historia humana, solo comparable con la tragedia infligida a los ancestros africanos por los esclavistas barbaros europeos, se estima que 140 millones de africanos de todas las edades fueron cazados como animales.
La inviabilidad del capitalismo salvaje está atrapada en su propia criminalidad al provocar brechas insalvables lanzando vidas humanas a lo infrahumano. Hoy más de 900 millones de persona padecen hambre crónica.
Para el régimen capitalista y todos sus sucedáneos, el sustentable sistema socialista es un atraso, es alienante y prisionero, es contrario a las libertades de los individuos; sabemos que son mentiras, que utiliza el criminal capitalismo salvaje sin argumentos válidos, bajo el ropaje del mediatismo y la manipulación.
Luego, es el capitalismo salvaje a través de la globalización el que busca un pensamiento único en el que vivamos reprimidos bajo una supuesta libertad e idiotizados; el capitalismo salvaje es contrario a una educación que enseñe a pensar de manera integral y contextualizada; pero, si está de acuerdo con una educación que enseñe a obedecer, alienante y represiva.
El capitalismo salvaje está fuera de control y la dirección del giró debe hacerse hacia el sustentable sistema socialista.