Recuerdo una tarde de un domingo cualquiera. Me encontraba en Mc Donald con mis dos hijos comiendo pollo y rodeados de dos cajita feliz. Ellos, producto de la publicidad, también se morían por los muñequitos.
Al rato llegó una humilde pareja con un par de carajitos. Fácil era imaginarse, por su indumentaria y lo quemado de sus rostros, que venían del barrio. Al principio-no me da pena reconocerlo - porque soy un ser humano sujeto al avasallamiento acumulado de un montón de año de basura publicitaria éxperimenté una sensación de rechazo. Pero. Rápido me repuse ayudado por mis conocimientos de marketing y el largo trajinar en el periodismo, diciéndome para "mis adentros". ¡Quieto Américo! ¿Acaso ellos por ser pobres no tienen derecho a asistir a esos lugares?
Hecho el "locutor" los observé sin que se que se percatasen. En la mesa se comportaron a la altura. Sin hacer ruido y comedidos. Mostraron finura en el uso de los cubiertos y la a hora de marcharse colocaron las bandejas en el lugar adecuado. Les confieso que gocé un mundo con el desempeño de tan humilde familia venezolana y me sentì orgulloso de ella. A diferencia de los demás presentes en el local, quienes descaradamente mostraban su desagrado.
Independientemente de que Mc Donald sea imperialista. De lo que se trata es de mostrar como unos venezolanos exluídos de toda la vida tienen el valor de ir a ese tipo de establecimientos sin ningún tipo de complejo. Cosa que antes no se atrevían. Y eso es producto del empeño de la Revolución Bolivariana por elevar el auto estima de los que menos tienen.
De la misma manera como la basura publicitaria engendró en el pueblo venezolano un tremendo complejo de inferioridad. Hoy. Gracias al poder y la importancia que les ha dado el Presidente Chávez como seres humanos, hoy se saben con derecho a todo.
Le envidia elitesca llevó a los antichavistas a sostener que era malo que el pueblo entero aprendiera a leer y a escribir. Claro. Sabían que un pueblo culto y educado està en mejores condiciones de elegir a sus gobernantes.
Hubo un docente egresado del Pedagógico de Caracas que me supo decir que era contraproducente que eliminaran la Prueba de Actitud Actitud Acadèmica porque entonces se "proletarizarìan" las Universidades dado que mucha gente de los barrios llenarían las aulas, los laboratorios y auditorios de los recintos universitarios.
La envidia elitesca odia que los pobres sean amantes y sientan admiración por los genios de la literatura, las ciencias, la música, el cine. Para ella los pobres no tienen derecho a disfrutar de las Bellas Artes. Por eso no los invitaban al Tereza Carreño y por esos a los caraqueños de los barrios les daba miedo entrar a ese teatro. Hoy. Gracias a Chávez. El Tereza Carreño pasó a forma parte de la cotidianidad del hombre humilde de los cerros caraqueños.
La envidia elitesca no le le gusta que el pobre tenga acceso al conocimiento científico. Para ella lo mejor es qué el excluido sigan sumergido en las arenas movedizas de la ignorancia. Por eso Chávez se empeña en acortar la distancia entre el pobre y las Ciencias.
La envidia elitesca en el ejercicio del Gobierno nunca quiso que el excluido tuviera derecho a un buen servicio médico-asistencial. Por eso los hospitales se morían de pie y eran dotados con equipos repotenciados. Hoy. La Salud ha mejorado en grado sumo y los centros son equipados con prodcutos originales de marca reconocida como Olimpus, Toshiba, etc.
Es terrible la envidia elitesca. Sus tentáculos son extensos y super dañinos. En su empeño por excluir al que menos tiene no le importa, incluso, usar los recursos destinados por el Estado para el Colectivo en satisfacer sus propias necesidades. El Teresa Carreño y los distintos museos se "los hicieron ellos" para asistir con sus amistades a obras de teatro y conciertos y lucir sus mejores prendas. Es decir. Con los reales del pueblo se construían sus palacios.
A diferencia de Richard Burton. Que con sus reales se construyó una sala de cine para ver con sus invitados, sus películas.
americoarcadio@yahoo.com
La envidia elitesca llegó al extremo de denominar aguas negras a las aguas servidas. Y a sentenciar Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra. ¡Qué bolas no!
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