La alienación

La alienación es un cierto estado de locura que se adquiere al perder la conciencia a cambio de una bagatela. Así de simple. La conciencia es el poder del ser. Con la pérdida de la conciencia se desequilibraría el motor básico de nuestros sentidos, la razón. Ella (la razón) va llenando su capacidad de necesidades impuestas por la bagatela y más que menos el sujeto termina siendo víctima del objeto, un algo “desconcienzado” que ha aportado necesidades “vitales” al sujeto y hasta adquiere cierta vida para él. O sea, el fulano “estado de locura” con que la señalo.

A diferencia de la costumbre o tradición, la alienación es ajena no solo para el receptor sino también para el emisor. Es un producto con un fin más allá de venderse, ser parte de la vida diaria del sujeto. La alienación es perniciosa para quien la crea como para quien la recibe. Imposición con un fin específico, que sea un soporte que sostenga un edificio de consumo. Una costumbre en cambio es un peculiar comportamiento personal o de una comunidad que la o los distingue en el entorno. La misma es producto de nexos arquetípicos religiosos, ecológicos, históricos, geográficos que una comunidad mantiene a través de sus generaciones, o una persona a través de toda su vida. Ese comportamiento reanima al practicante (sea persona o comunidad) y lo coadyuva, ES parte de su vida, el entorno alimenta. La alienación absorbe en cambio la vida y la trueca por otra que no le atañe, la arremete, desconoce de afectos tal cual el monstruo del Dr. Frankestein.

Claro, el objeto de la alienación es establecerse como costumbre, pero al contrario de ésta que es alimentada por un compendio de circunstancias inherentes al hábitat del sujeto, la alienación al ser ajena, su pretensión no es otra que uniformar, crear un estereotipo amoldable a una comunidad. Este estereotipo en su aplicación -obviamente-, debe reconocer ante todo una indiscutible superioridad de quien impone el estereotipo, lo que el sujeto alienado acepta sin condiciones; aunque no viene con reglas si en cambio con adherencias que van llenando la vida del neo colonizado: viene como nueva costumbre a implementarse sobre sí mismo.

Llegamos al final del ovillo, la alienación es el objetivo final de conducta que el poder imperial espera en los neo-colonizados, en los neo-esclavos atrapados. Evitar por todo lo ancho el pensar, el discurrir en los atrapados. El poder al ser parte de lo establecido, crea un engranaje de necesidades vacuas que mantienen al sujeto zombi, para que sea parte del engranaje humano que sostiene automático al poder que lo aliena. Ahora bien, darse cuenta no es liberarse, es apenas reconocer los barrotes de la capacidad de discernir que se le ha arrebatado al ahora, pensante sujeto.

La vida diaria es atacada de señuelos quiméricos para evitar que el ser humano sea pensante, de modo que la batería de circunstancias ofertadas distraiga su atención y ocupen su vida, sin que tenga que discurrir en ellas. Todo está hallado, no hay nada que buscar, o por lo menos para el sujeto a alienar. El alienado nada tiene que buscar, todo le viene “servido”. Su vida está comprometida al nacer en la trinchera de los alienadores. Su conducta es un desenvolvimiento que parece ser libre, pero siempre será una respuesta a algún estímulo impuesto, nunca un proceder creativo que nazca y brinde su naturaleza humana. Entonces, si está solo, es parte de la “apertura” de los alienadores, pero si entorpece el objetivo alienador, corre el riesgo de ser marginado ese proceder creativo, y ser hasta anulado… y perseguido. Entonces verán a Matrix en acción.

Ahora bien, no solo el poder manipulador del imperio revierte en la debilidad humana, la falsa costumbre inyectada, procrea taras que son las que toman cuerpo en la conciencia y se difunden. No solo al poder económico; el religioso es un poder muy apropiado. Una doctrina que se difunda vía miedo, tal cual la cristiana en los pueblos naturales, que invadan, con el tiempo el poder alienante abarca más allá de tradiciones, envenenando de necesidad a los sujetos subyugados. En fin, una costumbre es una fuerza mientras no sea efecto de una imposición.

El objetivo de la alienación es, como dije, la perpetuidad del poder que la controla, que la dirige. Globalización llaman a este proceso que tiene pretensiones de abrazar al orbe, abrazarlo con alienaciones de vidas límbicas, donde el sujeto no sea obstáculo a la perpetuidad de los objetivos del imperio, sino al contrario, su más fiel defensor. El objetivo, llenar una bandera de estrellas y un mundo de zombis, los mismos que son carne de cañón en las guerras que inventan, para ofrecerles sobras de una nacionalidad (pardos fuente de discriminación), carne de humillación en sus directivas de no retorno, pero también, los zombis alimentarán el fuego de hornos para la cimentación del poder imperial.

Es imperioso una ideología que sea escudo así como mina de valores, que revierta la falsedad, la esfuma. Esa ideología va de la mano con la acción ejemplar de la cabeza que la inste, fomentarla vía comunicacional, formativa, vía orientaciones que aporte y construya nuevas perspectivas. A este punto muy bien le va la estrategia de los consejos comunales, pues deslastra de responsabilidades a la cúspide piramidal, que al volcarse, impulsará otro enfoque y éste fomenta el despertar de valores dormidos a comunidades que nunca creían que poseían como propios. Otro ejemplo, la suma de disciplinas deportivas donde esta nación no era sino monigote de bulto, carne de cañón para los alienadores, ahora por pura demostración de sí, y, deslastrándose de las basuras que vejaban sus potencialidades, hoy está codo a codo en pistas y canchas, tuteándose con los mejores, y apenas con unos años de intención de revolución. De las comunidades depende su poder para emplazar a la cúspide de la pirámide fortalecer más sus costumbres, y seguir botando tanta basura que ensucia e impide nuestro propio camino de crecimiento.

arnulfopoyer@gmail.com









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Arnulfo Poyer Márquez


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