Ni sé tampoco quien soy.
No sé de dónde he venío
Ni sé para dónde voy
…
¿Dónde estarán mis raíces?
¿De qué árbol soy rama yo?
(Coplas populares de Boyacá).
Memoria del Fuego. Eduardo Galeano
Dos fechas son fundacionales de nuestra Identidad Nacional: el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811. Saber cuáles fueron los antecedentes, los protagonistas y los hechos de ambos momentos históricos es de vital importancia para todo venezolano; porque un pueblo que no sabe cuándo nació, en qué circunstancias ni quiénes son sus padres es como un niño huérfano y desorientado.
La historiografía escolar –que suele acompañarnos el resto de nuestra vida- simplificó los hechos diciendo que el 19 de abril de 1810 declaramos la Independencia y un año más tarde, el 5 de julio, firmamos el Acta que ratificaba por escrito esa Independencia. Hay razones para sospechar que esta simplificación histórica, sustentada en tremendas omisiones, fue ideológicamente motivada.
Un examen menos superficial nos obliga a formular preguntas obvias que todavía son debate de historiadores: ¿Qué fue realmente el 19 de abril de 1810?; ¿un golpe de Estado de los mantuanos?; ¿un vacío de poder?; ¿un quítate tú pa´ poneme yo?; ¿una estrategia revolucionaria con miras a la independencia total?; ¿a quién beneficiaba el nuevo orden, a quién perjudicaba, a quién dejaba igual?. Por otro lado, ¿quiénes promovieron los hechos del 5 de julio de 1811?; ¿a quién tuvieron que enfrentarse en el Congreso?; ¿Cuál fue la diferencia fundamental con lo realizado el 19 de abril? y, finalmente, ¿por qué el 5 de julio de 1811 fue suprimido de nuestro Escudo Nacional, pero sí aparece el 19 de abril de 1810?
La falta de claridad y las posiciones encontradas en las posibles respuestas a estas preguntas son la primera grieta de nuestra identidad. Es algo sobre lo que debería existir consenso y sin embargo prevalecen las diferencias y, peor aún, las indiferencias. Es por ello, que mientras no abordemos este tema hasta sus últimas consecuencias y como un asunto de Identidad Nacional, cada 5 de julio y cada 19 de abril seguiremos conmemorando una fábula muy distante de la verdad histórica. Quizá esta sea la explicación de que mientras en otros países del continente se hacen grandes fiestas populares en cada nuevo aniversario de la independencia nacional, en Venezuela nos acostumbramos a ver por televisión las ofrendas florales y un aburridísimo desfile militar. Si no sabemos qué estamos celebrando realmente, ¿con qué entusiasmo lo vamos a celebrar? Si alguien no sabe cuándo es su cumpleaños, ¿cómo lo va a celebrar? Y en última instancia, y esta es para nosotros la pregunta central del debate: Si tenemos dos efemérides tan importantes, ¿cuál de las dos es más importante?
La proximidad de ambos bicentenarios es la ocasión de dar un gran debate público sobre las raíces de nuestra nacionalidad. Un debate que ya comenzó en nuestros países hermanos desde hace meses, con miras a difundir su propia interpretación sobre los numerosos bicentenarios a conmemorar. También en España se creó, desde el 2007, la Comisión para la Conmemoración de los Bicentenarios de las Repúblicas Iberoamericanas; que lógicamente dará su particular versión de los hechos. Iniciativa que, inevitablemente, hace recordar la célebre Comisión para la Conmemoración del V Centenario del “encuentro” de dos mundos.
Mientras tanto, en el único país que llevó la Libertad más allá de sus fronteras, todavía es tímido y casi inexistente el debate sobre nuestros bicentenarios más emblemáticos. Para los venezolanos llegó la hora de volver a releer nuestra propia historia y someter a examen la historiografía heredada y dominante sobre este tema. Es hora de atrevernos a darle a las preguntas anteriores nuestras propias respuestas y defender nuestras ideas antes que otros, desde aquí o desde España, las sigan respondiendo por nosotros.
Como contribución a este debate de sentidos e importancia de nuestras efemérides principales, exponemos brevemente nuestra interpretación: El 19 de abril, al menos desde el punto de vista del pueblo, de las mayorías, fue un cambio de autoridades pero no de gobierno ni de modelo. En otras palabras, un cambio de capataz pero no de amo. Un acontecimiento que sin duda fue muy bien aprovechado por la minoría patriótica y canalizado hacia la independencia; pero que de no haber pasado de allí, en vez de una República, habríamos seguido siendo una colonia más con algún grado de autonomía. No olvidemos que muchos de los que protagonizaron el 19 de abril se opusieron a Miranda y lo calificaron de traidor tras su expedición libertadora de 1806. Y también se opusieron férreamente a la Declaración de Independencia absoluta de 1811, que sólo aceptaron y firmaron a regañadientes después de ver derrotados todos sus argumentos.
Entre tanto, el 5 de julio, aunque hasta ahora nunca lo hayan dicho los textos escolares, se libró la batalla política e ideológica más importante de nuestra historia. Una batalla, ignorada en la actualidad por muchos venezolanos, que fue comandada por el entonces diputado Francisco de Miranda y librada desde la calle por los valientes jóvenes de la Sociedad Patriótica. Allí fue derrotada la posición conservadora de muchos de los mantuanos del 19 de abril, bajo el grito valeroso de ¡Libertad!. Ese día, el más ilustre de los venezolanos, como lo llamaría Bolívar años después, defendió a coro con el pueblo una sola idea hasta triunfar: ¡No queremos más capataces ni más amos. Nunca más seremos súbditos. Desde hoy seremos República. Seremos ciudadanos. Seremos Nación!
Es por ello que después de tantos años de indiferencia y confusión, los venezolanos debemos asumir el 5 de julio de 1811, sin lugar a dudas, como la fecha más importante de nuestra historia. Por ser el día en que nació la República al tiempo que se declaró la independencia total. Desde esta perspectiva podemos ver claramente el Acta de la Independencia resultante como la partida de nacimiento de nuestra Venezuela libre.