Sin duda, los tiempos que vivimos y los por vivir son de transición en todos los órdenes de la vida de los pueblos y de la Humanidad, por lo que no se equivocan los comandantes Fidel y Chávez cuando afirman y reiteran que nos enfrentamos a un mundo convulso y diverso cuya forma de asumirlo, desde el interés de nuestros pueblos, la defensa de la Humanidad y la preservación de la vida en el planeta Tierra, exige un pensamiento renovado que, sostenido en las ideas esclarecidas del marxismo, sea capaz de recoger las variadas corrientes filosóficas y políticas que coinciden en el sentido transformador de la vida y la convicción de que “Otro Mundo es Posible”.
Lo más trascendente hoy de cuantas afirmaciones hayan sido vertidas y asumidas en este debate, es que el Capitalismo, como modo de producción, distribución y acumulación de la riqueza social, ha alcanzado anticipadamente, su agotamiento como sistema, no solo en el plano de la solución de los problemas fundamentales de la Humanidad – alimentación, empleo, vivienda, salud, educación, cultura, recreación, paz – , y en el acceso a los frutos del desarrollo científico técnico, sino en la construcción real y efectiva de la trinidad política burguesa (“Igualdad, Libertad, Fraternidad”), que supuestamente haría posible una sociedad próspera, integrada por hombres y mujeres libres e iguales ante la ley y sus semejantes y en donde todos tendrían oportunidades para ser y crecer.
Para tragedia del Capitalismo, sus beneficiarios y defensores políticos y académicos; el desarrollo de sus fuerzas productivas, su rápida internalización de sus mercados y tecnologías y los cambios transculturales generados al interior de las sociedades propias y subalternas, inevitablemente trajeron aparejados el estudio de su naturaleza de clase y la comprensión acerca de su inviabilidad como instrumento de liberación del Ser Humano, Naciones y Pueblos de la esclavitud y la servidumbre feudal, de la rapiña de las riquezas materiales e inmateriales atesoradas durante miles de años y la destrucción acelerada de la vida en este hermoso planeta azul, por lo que se hizo ineludible que, ante sus postulados de Libertad de Producir, Libertad de Comerciar y Libertad de Ganar, no importando las consecuencias para el Planeta y sus habitantes, surgiera la Necesidad de Crear, la Necesidad de Compartir y la Necesidad Vivir; base de todo sentido de Justicia.
Nunca como antes, entonces, la confrontación esencial entre el Capitalismo y el Socialismo se ubica en el plano de las ideas y las experiencias históricas de los pueblos, por lo que, desesperado por las grietas profundas de sus postulados, debilitados en sus crisis globales y enfrentados a rebeliones de los más diversos signos, propósitos y medios de lucha, el Capitalismo intenta vanamente reforzar sus hegemonías combinando la amenaza y el uso de su infinita capacidad destructiva con la globalización de sus perversiones sistémicas en sus espacios subalternos, esperando con ello, que tal dimensión distribuya las consecuencias de la crisis general de su sistema y, con ello, atenúe sus efectos, alargando, aún más, la vida de un sistema que esta condenado, inevitablemente a perecer, en razón de su propia naturaleza y del desarrollo histórico de la Humanidad.
Sin embargo, no hay formas, medios, espacios ni tiempos para el cumplimiento de tan fatal momento ni existe, frente al hundimiento de este primer modo de producción terrenal, un sistema que generalice una respuesta, que atienda a las particularidades del desarrollo histórico concreto de cada nación, pueblo o etnia y responda a los retos culturales, económicos, sociales y ambientales que se deben enfrentar, pero no hay duda, que el sueño de la “Sociedad de los Justo”, solo será posible si las fuerzas anticapitalistas esparcidas en todo el planeta, y en especial, en los países capitalistas más importantes, son capaces de superar las bases filosóficas y políticas de la modernidad capitalista, para construir, desde cada nación, pueblo y etnia, pero entre todos y para todos, un nuevo tipo de sistema sostenido en el reconocimiento del valor intrínsico y trascendente de la Naturaleza, la diversidad de la Vida, la especificidad del desarrollo de toda sociedad, los límites sustentables de la aplicación de la ciencia y la tecnología, el orden político sostenido en el bien común, el respeto de las culturas como emanación infinita de la Creación, la afirmación de la Dignidad de toda persona humana y, la Libertad como bien supremo e inextinguible del Ser Humano, sin discriminación alguna.
Lo relevante entonces sigue siendo, como en los tiempos de los de Marx y Engels, la lucha ideológica, la preparación política y la arquitectura de los proyectos alternativos, asumiendo el estado actual del agotamiento del sistema Capitalista como el inicio de un larguísimo proceso de transición cuya duración en cada espacio socio-político, se determinará por su capacidad de acumulación y unificación de sus fuerzas y el desarrollo mundial de la lucha de los pueblos contra el Capital y sus sistema de hambre, incultura y violencia.
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