No creo que entre los revolucionarios venezolanos abunden las memorias cortas y en consecuencia, los que estamos vinculados e involucrados con el proceso debemos tener registrado que en marzo del año 2009, el Presidente de la República se vio obligado a tomar un conjunto de medidas para “aguantar” los impactos que la crisis mundial trasladaba a Venezuela. El impacto se hacía presente a través del elemento que no conecta con el mundo: El petróleo y los precios de la cesta petrolera.
En julio del año 2008 el precio de la cesta petrolera venezolana estaba en el orden de los $122,49 y para enero del año 2009, la cesta estaba en 31,55 dólares y ello precisa de una disminución que estuvo en el orden del 74,24%. Esta situación condujo a una modificación o reajuste del la Ley de Presupuesto del año 2009, una disminución de los montos en dólares para las importaciones, incremento en 3 puntos del Impuesto del Valor Agregado (IVA) y una decisión orientada a eliminar el gasto suntuario en todos los organismos o entes públicos, que finalmente no se tuvo conocimiento, si efectivamente la medida fue acatada como una política propia o natural del proceso.
Las medidas que en ese momento se anunciaron reconocían (no muy claramente) que los vagones del tren petrolero no estaban completamente repletos de dólares y en consecuencia, había que tomar unas medidas administrativas para aguantar la carga. En otras palabras, faltaba recursos para financiar el gasto público y una vez más, la Venezuela rentista asomó el rostro y dejó ver también una de sus consecuencias más inmediata: Debilidad para cumplir con los compromisos de repartición que asume el Estado, porque el proyecto socialista se sustenta aún sobre la amenaza de una “riqueza” no producida.
Es bueno reconocer, que parte de este proceso de repartición de la renta petrolera es muy justo, porque cubre un drama dejado por los “políticos” de la IV república y que un gobierno con orientación socialista debe y está en la obligación de reconocer para “quebrar” la línea de exclusión impuesta por los gobiernos de la denominada IV república.
Ahora nuevamente se está frente a una coyuntura que mueve al gobierno a producir un ajuste en el cual el rostro de la Venezuela rentista aparece nuevamente pero con ciertas muecas. Si mi entendimiento está usando las herramientas precisas y no existe la posibilidad de una inadecuada interpretación de la coyuntura del 2008 y del ajuste 2010; la situación no es tan distinta o mejor dicho, simplemente pone en un plano más crítico las amenazas que se cierne sobre el proyecto bolivariano. A veces observamos con preocupación, como desde el proceso se valora o redimensiona (como amenaza) las marchas que las “nalguitas blancas”, planifican para desestabilizar e imponer la agenda de terror, angustia y miedo; sin embargo, no es perceptible ninguna angustia y preocupación sobre las implicaciones y amenazas que la Venezuela rentista y la cultura que ella generó, colocan sobre el proceso.
La suerte de proyecto bolivariano no puede descansar sobre la renta que producen los pozos petroleros y no puede tampoco plantearse una disposición a ser reactivo frente a esa dinámica. Necesitamos no ser reactivos a las coyunturas petroleras, necesitamos no prolongar por mucho más tiempo un ataque a la pobreza dejada por la IV, bajo el signo de la repartición, porque esta situación no precisa de una solución a este drama. No es buena la idea de pasar de un Estado capitalista rentístico a un Estado de bienestar social rentístico. Este último tipo de Estado es más endeble que el primero, porque los “capitalistas” venezolanos tienen plena claridad de la importancia y significado que esa renta tiene para sus proyectos económicos y por eso, su interés estuvo (y ha estado) siempre en su apropiación con los “favores” de los gobiernos de la IV.
La política de la repartición de la renta impuesta por el Estado de Bienestar social-rentista produce (tengo la impresión) una cultura política ambivalente y una consciencia de clase ligera, que puede ser fácilmente “quebrada” por discurso y propaganda política. En el curso del proceso hemos visto a “revolucionarios” saltando la talanquera, porque aquí posiblemente no le atendieron una exigencia y del otro lado se la pagaron doble.
El ajuste de ahora comunica el mismo mensaje; la renta petrolera no alcanza para mantener el nivel de importación que teníamos, ni para cubrir los procesos muy necesarios de inclusión social. En las medidas del marzo del año 2009 se estableció una disminución del gasto suntuario y ahora el ajuste diferencial (dólares con doble precio) le impone simplemente a la cultura de importación un pequeño obstáculo, que por supuesto no conduce (necesariamente) a reducir sustancialmente la cultura de importación impuesta desde la IV, porque para el modelo económico de ese momento, importar para vender era (y es) mejor negocio: lógica de la ganancia.
La política de reaccionar a la coyuntura petrolera tiene engavetado el Proyecto Nacional “Simón Bolívar”, que ya parece transformarse en un libro más, muy a pesar de las montañas de dinero que se han repartido en créditos que aún no hacen posible verle el queso a la tostada. Lo endógeno no encuentra forma de materializarse. El haber dado largas al modelo rentista, impide el desarrollo de los lineamientos contenidos en el Proyecto Simón Bolívar, porque siempre aparece en el ambiente la necesidad de hacer ajustes que al hacerlos, el socialismo se nos coloca más distante.
evaristomarcano@cantv.net