Cada vez que se asoma un nuevo proceso electoral en Venezuela (lo cual casi es anual) se acrecientan las ambiciones de muchas individualidades de distintos orígenes, militancias, tendencias, religiones o cualquier otra condición. La denominada “candidaturitis” virtualmente “no deja hueso sano” pues contagia a muchísima gente; sin embargo, al final “son muchos los allegados y pocos los escogidos”, quedando el reguero de calenturas luego de las inscripciones definitivas ante el organismo electoral competente. En estos períodos pre-electorales son muy particularmente conocidos los candidatos folclóricos, aquellos que apenas logran enterarse de la elección del Consejo Comunal, del Sindicato o de la Reina del Carnaval, inmediatamente salen a postularse “contra viento y marea”. También están los petulantes a quienes se les ha metido en la cabeza el germen mitómano y se creen Dioses del Olimpo a quienes se les debe adoración, veneración y temor. Obviamente además existen personas con amplia, mediana o corta trayectoria de lucha y participación, quienes legitima y sensatamente aspiran un espacio de representación política para asumir el compromiso de ser voceros de algunos colectivos partidistas o sociales. En todos ellos existen virtudes y defectos, solo que a unos les despuntan las primeras y a otros las segundas.
Muchos de los que hace bastante años hemos transitado el escarpado camino de la militancia de izquierda fuimos candidatos a distintos cargos de elección popular, sin embargo, en aquellos años teníamos plenamente clara la convicción que una cosa es querer lograr algo y otra distinta poder lograrlo Aquellas fueron épocas de muchas dificultades, de sacrificios, de resistencia tenaz donde nuestras banderas seguían en alto cada año por la acrisolada formación ideológica y la valentía combativa de quienes siempre hemos expuesto nuestros objetivos abierta y sinceramente, tanto como hemos soñado una mejor sociedad a la altura de la alegría colectiva de los pueblos del mundo. Pues en esos años también fuimos concientes que nuestras candidaturas eran simbólicas, que cumplían la misión de enarbolar al viento nuestro mensaje y divulgar con él nuestras plataformas programática y política; de ningún modo utilizamos una oportunidad electoral para despotricar o falsear sobre la vida privada o pública de un personaje en particular. En todo caso los ataques fueron frontales y de contenido ideológico, político, de gestión social y económica, en fin, programático.
Hoy asistimos al escenario nacional, regional o local y denotamos que entre muchos de los adversarios y algunos de los seguidores del actual proceso de transformación nacional se ha desatado la ambición por ocupar una candidatura al curul en el máximo órgano de legislación del país. Tal hecho desencadena el odio, la inquina, la trampa, el engaño y el chantaje, entre otros antivalores. Resulta que son una multitud los que Quieren llegar; son menor cantidad los que pueden hacerlo; y, en consecuencia de esa circunstancia, resultan unos cuantos que al no satisfacer sus ambiciones se dedican a joder con o sin razón a los demás. A éstos últimos les importa un comino la moral, el respeto, la familia o la sociedad toda, les anima la maldad, la ingratitud y el odio, son ellos incapaces de reconocer sus limitaciones pero sobrevaloran sus aptitudes. Sin vergüenza alguna arremeten contra tirios y troyanos dejando tras de si los despojos de lo que pudo haber sido un asomo de dignidad.
Pronto se definirán los que ciertamente serán candidatos por las distintas agrupaciones partidistas o grupos de electores, tendremos un amplio “mercado” para adquirir las “herramientas” con las cuales “fabricar” las leyes, esas que delimitarán, en esta coyuntura del proceso de liberación nacional, si la Revolución Bolivariana se mantiene, avanza o retrocede. Se mantendrá si logramos una mayoría absoluta, es decir, al menos la mitad más uno, lo cual permite aprobar algunas leyes generales para continuar en la lucha; avanzará si logramos la mayoría calificada, es decir las Dos Terceras partes, lo cual es muy importante para acelerar leyes orgánicas que transformen al Estado capitalista; y, retrocederá si la bancada revolucionaria pasa a ser minoría, con las naturales y devastadoras consecuencias para los sectores más deprimidos de la nación.
Ojala todos los que aspiran a ser Diputados Nacionales dentro del sector revolucionario tengan la suficiente madurez y formación política para no caer en la trampa de la derecha, el divisionismo y el fraccionalismo que tanto daño hace a las organizaciones progresistas. Aspiramos a que en el 2011 el Palacio Federal reciba a los mejores, porque aunque falta mucho tiempo entre esta fecha y el 26 del mes Septiembre, día de la elección nacional, ya son bastantes los que, en ambos bandos, se han dedicado a molestar y fastidiar pidiendo apoyo que no merecen. Otros a destrozar, arruinar, echar a perder la moral de los demás; en fin, se han empeñado en joder la paciencia del pueblo elector.
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