La inconstancia, que en apariencia no es más que un exceso de actividad, pues que lleva a los quinta columna o chavistas sin Chávez continuamente a ocuparse de cosas diferentes, no es más que la guerra sucia bajo un velo hipócrita ¿Hasta cuándo vamos a permitir que estos infiltrados sigan saboteando y conspirando en las distintas entidades del Estado? Es necesario que en el alto gobierno se tomen medidas contra este flagelo delincuencial, expulsando a estos enemigos de la Patria de los puestos que están ocupando y, colocar en los mismos camaradas que estén plenamente identificados con él Proceso. Tan inconstante y culpable es el que funge de jefe del ministerio, vice-ministerio o cualquier instancia que albergue estos conspiradores, como los reos que estamos cuestionando; estos personajes substituyen un trabajo a otro porque así se evitan la molestia que experimentan con la necesidad de sujetar su atención a un objeto determinado. Así es que todos estos basura mental suelen ser grandes conspiradores, porque el excogitar conspiraciones es cosa que ofrece campo a vastas divagaciones que no exigen esfuerzo para sujetar el espíritu; también suelen ser amigos de emprender muchas cosas, sucesiva o simultáneamente, siempre con el bien entendido de no llevar a cabo ninguna.
Vemos a cada paso a los quinta columnas o chavistas sin Chávez cuyos intereses y deberes que reclaman ciertos trabajos no más pesados que los que ellos mismos se imponen, y, no obstante, dejan aquellos por éstos, sacrificando a su gusto el interés y el deber. Han de despachar un expediente y lo dejan intacto, a pesar de que no habían de emplear en él ni la mitad del tiempo que han gastado en correspondencias insignificantes. Han de avistarse con una persona para tratar un proyecto o negocio, no lo hacen y pasan más tiempo hablando de cosas indiferentes. Deben acudir a una reunión donde se han de ventilar asuntos de interés nacional, no ignoran lo que se ha de tratar y no habrían de hacer gran esfuerzo para enterarse de lo que ocurra y dar con acierto su dictamen, pues no les importa: aquellas horas reclamadas por sus intereses las consumirán quizá disputando de cómo hacer la conspiración contra Chávez; sabotear los proyectos para el desarrollo del país y que favorecen al pueblo, estas ratas son expertos en hacer colapsar las instalaciones eléctricas y toda obra de interés nacional; de cualquier cosa con tal que no sea aquello a que están obligados por el cargo que desempeñan. El deambular de una oficina a otra, el hablar, el discutir son, sin duda, ejercicio de facultades del espíritu y del cuerpo de estos infiltrados, habladores de pendejadas, discutidores de oficio y saboteadores consumados. Y esto, ¿por qué? Porque el deambular y hablar y disputar son compatibles con la inconsciencia, no exigen esfuerzo, consienten variedad continua, llevan consigo naturales alternativas de trabajo y descanso enteramente sujetas a la voluntad y al capricho.
Sabemos por qué estos malos hijos de la Patria, comprometen, por decirlo así, la reputación del Proceso Revolucionario, prestándose la ocasión a que la oposición saque de algunos casos particulares dividendos y deducciones generales: Relaciones de negociaciones ocultas, de secretos de Estado, anécdotas picantes sobre la vida privada de revolucionarios que desempeñan alguna función de Gobierno; sobre tenebrosas intrigas que ejecutan estos quintas columnas y otros asuntos de esta clase han de recibirse con extrema desconfianza. Porque estos depravados de gran talento para delinquir todos piensan, de un malvado necio nadie se acuerda; porque forman un vivo contraste la iniquidad y su gran saber, y este contraste hace más notable el extremo malo, por la misma razón que se repara más en presionar al revolucionario que al quinta columna. Nadie nota una mancha más en un cristal muy sucio, pero en otro muy limpio y brillante se presenta, desde luego, a los ojos del más pequeño lunar. ¿Qué les importa a los chavistas sin Chávez el permitir tanto saboteo buscando malponer al Gobierno?
Ya vemos cuán pernicioso es el influjo de las pasiones para impedirnos el conocimiento de la verdad, aun la especulativa; pero lo que se dice en general tiene muchísima más aplicación en refiriéndose a la práctica. Cuando tratan de ejecutar alguna cosa las pasiones son a veces un auxiliar excelente; más para prepararla en nuestro entendimiento son consejeros muy peligrosos. Las pasiones prescinden del decoro, de la moralidad, de la utilidad, de todo lo que no sea la impresión agradable o ingrata que en el acto se experimenta. Pero si la pasión depone sus maneras violentas, si se despoja, por decirlo así, de sus groseras vestiduras, cubriéndose con el manto de la razón, y sus gestiones se llaman conocimiento y sus inclinaciones voluntad, ilustrada pero decidida, entonces toman por traición una institución que no hubieran tomado por la fuerza.
Camaradas: La mejor guía del entendimiento práctico es la moral. En el gobierno de la nación no debiera permitirse desempeñar cargos de Gobierno a los chavistas sin Chávez; “estos camaleones” practican la política pequeña que es la política de los intereses bastardos, de las intrigas, de la corrupción; la política grande es la política de la conveniencia pública, de ser útil en el oficio encomendado, de la razón, del derecho, al servicio del pueblo. En la vida privada la conducta pequeña es la de los manejos innobles, de las miras mezquinas, de la conspiración, de la maledicencia burguesa, del vicio. La conducta grande es la que inspiran la generosidad y la virtud.
No lo dudemos: el arte de gobernar no es más que la razón y la moral aplicadas al gobierno de la nación; el arte de conducirse honorablemente en la vida pública y en la vida privada. El pueblo no olvida impunemente los eternos principios de la moral; cuando los chavistas sin Chávez lo intentan por el aliciente del interés bastardo, tarde o temprano se pierden, perecen, en sus propias combinaciones. El interés que se erigiera en ídolo se convierte en víctima. La experiencia de todos los días es una prueba de esta verdad, en la historia del país y, en todos los tiempos la vemos escrita con caracteres de sangre. La evidencia de estas verdades ha hecho que se contase entre las formas de argumentación el entimema, el cual no es más que un silogismo en que se calla, por sobreentendida, alguna de sus proposiciones.
¡Cuántas reputaciones se dañan, cuando se destruyen, por la miserable vanidad! ¡Cuántos se empeñan en negocios funestos!, dan pasos desastrosos, se desacreditan o se pierden sólo por haberse entregado al saboteo de una manera inmoral, sin dar ninguna importancia a los intereses de la nación, a las reflexiones o indicaciones de los que ven más claro, pero que tienen la desgracia de ser mirados de arriba abajo, a una distancia inmensa, por ese don mentido que, habitando allá en el fantástico empíreo fabricado por su maldad, no se digna a descender a la ínfima región donde mora el pueblo. Y de esa ralea hay muchos, por más que no siempre llegue la fatuidad a una exageración tan repugnante; el chavista sin Chávez abandonado a la vanidad que dejó desarrollarse en su corazón sigue cada día con más ceguedad el peligroso sendero, hundiéndose más y más en ese ensimismamiento, en ese goce de sí mismo, en que el amor propio se exagera hasta un punto lamentable, degenerando, por decirlo así, en egolatría.
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net