El 22 de julio se esperó la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de OEA, en la que Colombia presentaría las pruebas en el tema: "Presencia de grupos narcoterroristas en territorio venezolano, que afecta la seguridad nacional de Colombia". Se inició al asumir el derecho de palabra el representante de Colombia, Luis Alfonso Hoyos, y en una intervención de 2 horas, 3 minutos, 53 segundos, cual bufón, presentó tres pruebas contundentes que a la luz del Derecho penal pudieran catalogarse de fehacientes. Ellas fueron una lata de cerveza, un tabaco y un cochino, con la argumentación de que era territorio venezolano porque en Colombia es imposible que pueda hacerse por el riguroso control que ejerce la Fuerza Armada. Por supuesto le faltó decir al inefable embajador que gracias al éxito de la criminal política de seguridad democrática implementada con el apoyo de los paramilitares y Estados Unidos con sus bases.
Llama la atención la presión ejercida por Insulza para que se realizara el debate, obviando la consulta previa que establece el reglamento que los rige, además de ignorar la petición de Quito de posponer la sesión, mientras se realizaban consultas con el Consejo Permanente de dicho organismo.
¿Había algún interés especial de que coincidieran el día y la hora de la sesión de OEA con la audiencia pública sobre la aparición de más de 2.500 torturados y asesinados a sangre fría encontrados en la fosa común más grande de América, en el fuerte militar de La Macarena? Tomando como cierta las evidencias presentadas, surgen las siguientes interrogantes: ¿Cómo se explica que los movimientos insurgentes en Colombia no controlan un palmo de tierra y cuentan con un contingente calculado en 35.000 hombres en armas? Haciendo un análisis planimétrico de los fotomontajes presentados de dos supuestos campamentos guerrilleros ubicados en territorio venezolano, vale la pena preguntarse: de los 35.000 hombres en armas, ¿cuántos guerrilleros pueden albergar dichos campamentos? Si el gobierno de Uribe acusa a las Farc de controlar el negocio de las drogas en Colombia y el informe de Naciones Unidas 2009 de la lucha contra el narcotráfico establece que Colombia produce 700 toneladas de cocaína anual y actualmente posee 118.000 hectáreas cultivadas con hoja de coca, es decir 1.180 km2, ¿Será que si las Farc reciben anualmente 35 millardos de dólares que es el cálculo de lo que ingresa en Colombia por concepto de narcotráfico, le van a pedir financiamiento al comandante Chávez? Si las Farc controlan el narcotráfico colombiano, y por ende las 118.000 hectáreas que actualmente posee Colombia con cultivos de coca, ¿tendrán necesidad de improvisar campamentos en Venezuela? ¿Podrán, señor embajador Hoyos, tomarse una cervecita, fumarse un tabaquito o hacer un cochinillo en esas 118.000 hectáreas?
Pese a ser conscientes de la bufonada de Hoyos y de que esta nueva agresión contra el pueblo de Venezuela y su dignidad es parte del guión imperial, que emplea a sus lacayos cual perros de presa para tan indigno y deleznable papel, es imperativo atender el alerta que nos hace nuestro comandante Chávez, pues la experiencia nos dice que en Irak, pese a haber sido inspeccionado y donde se demostró que no poseía armas de destrucción masiva, igual fue invadido. Por ello cobra vital pertinencia la máxima expresada por el líder de la revolución bolivariana cuando sentenció: "Si hay una agresión contra el sagrado pueblo venezolano desde Colombia o cualquier otro lugar, le suspenderemos el envío de petróleo a Estados Unidos" ¡Ni una gota de petróleo!
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