El senador norteamericano Richard Lugar, sin lugar a dudas fue quien montó la trampa al hacerle llegar el pasado 27 de julio a Larry Palmer, embajador asignado por el Presidente Obama para Caracas, una serie de preguntas encaminadas e producir respuestas de alto tenor intervencionista e irrespetuoso a la soberanía venezolana. Este representante de la más extrema derecha en el partido republicano, obtuvo los resultados esperados por parte del pintoresco diplomático, quien difícilmente sabremos si estaba o no en la jugada.
Palmer se muestra en sus respuestas como un intervencionista en los asuntos internos de Venezuela. Haciendo gala de una actitud impropia para un diplomático, entre otras cosas opinando sobre el estado de la moral en nuestras Fuerzas Armadas con consideraciones políticas al respecto.
Más rápido que inmediatamente hicieron llegar a los medios de comunicación el contenido de las respuestas del cuestionario, para que fueran del pronto conocimiento del gobierno venezolano. Así fue. Y la respuesta nuestra no se hizo esperar; ¡No lo aceptamos! Gritamos de inmediato... “alguien así no puede ser embajador en Venezuela”
Encendido el Show, decidieron darle tiempo para que madurara. En razón del comienzo de las vacaciones parlamentarias, de una lista de propuestas para cargos diplomáticos sometida a su consideración, tan solo dejaron la de Larry Palmer en espera para la toma de decisión. De manera de dar tiempo a que se produjeran las descargas e insultos de parte y parte, de hacer el problema bien público y bien caldeado.
La espera es hasta Septiembre, cuando vuelva a reunirse la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado. Ya Venezuela asumió su posición de veto al sonriente e intervencionista Palmer, pero varias cosas pueden pasar. Que el Departamento de Estado norteamericano prescinda de él y hagan otra designación. O que no hagan tal cosa y finalmente el Gobierno venezolano lo acepte. O que no lo acepte y se tranque el serrucho.
Sin embajador de EEUU se corre el riesgo de que el nuestro sea regresado a Caracas y se rebaje el nivel de jerarquía en nuestras relaciones diplomáticas. De esta forma serían mucho más expeditos y viables, los ataques y acusaciones de todo tipo y los sabotajes desestabilizadores. Todo esto calzaría a las mil maravillas con la política republicana hacia la Venezuela Bolivariana.
La política internacional
de los países y en particular la norteamericana, la diseñan sus gobiernos.
Puede ser Palmer, Peter Smith o Pedro Pérez sus embajadores,
pero no serán ellos nunca los que establecen esas políticas,
ni sus maneras de pensar o ver los problemas. Tal vez al fin y al cabo
sea más peligroso un embajador con cara y actitud de pendejo que “un
diablo intervencionista”
mundoiribarren@gmail.com