Brasil, con cerca de 200 millones de habitantes y convertida en la principal economía de Suramérica, inicio un lento proceso de transformación de signo progresista que le adhirió al giro de izquierda que acompaña al continente suramericano en el siglo XXI desde el inicio de la revolución bolivariana en Venezuela.
La era Lula
permitió el desmontaje de la hegemonía neoliberal dominante en ese
país a principio de siglo. Ello se expreso, de una parte, en el supuesto
principal del programa que buscaba enfrentar las desigualdades para
reducir la pobreza y, de la otra, una apuesta por el multilateralismo
y multipolaridad como principios rectores de sus relaciones internacionales.
En este ultimo campo, ello permitió que Brasil acompañará de manera
definitoria, junto a Venezuela, Argentina y otros, la lucha contra el
ALCA Norteamericano; así como la confirmación del MERCOSUR no solo
como unión aduanera, principalmente como espacio para la integración
productiva y política del continente, asumiendo en consecuencia, la
defensa de la presencia venezolana en ese mecanismo. En igual sentido,
reforzado por su fuerte crecimiento económico y social, paso a ocupar
un nuevo y relevante papel en el mundo en menos de una década: Invitado
al G-8, integrante del G-20 financiero e integrante del grupo BRIC (Brasil,
Rusia, India y China, grupo de países emergentes) y representante del
mundo en desarrollo en las discusiones de la Organización Mundial de
Comercio sobre producto agrícolas (OMC). Brasil con su política exterior
fue firme aliado y solidario de la lucha por la paz y la democracia
cuando fue amenazada en nuestro país, Bolivia, Ecuador y Honduras.
La lucha contra
la pobreza fue más lenta pero con resultados positivos: 22 millones
de seres humanos fueron sacados de tal condición. Contrario al neoliberalismo
cuya experiencia se tradujo en crecimiento cíclico de la economía
acompañado de alta concentración del ingreso en manos del gran capital,
inestabilidad macroeconómica y fuerte vulnerabilidad externa, el proceso
iniciado por el Presidente Lula , en un espacio de algo mas de siete
años, logro que su economía creciera sosteniblemente con distribución
del ingreso, permitiendo una fuerte inclusión social, estabilidad macroeconómica
y reducción de la vulnerabilidad externa con lo cual se protegió de
la crisis internacionales. Esto es tan significativo que Brasil es hoy
día uno de las pocas naciones del planeta acreedoras del Fondo Monetario
Internacional.
La agresiva política industrial adelantada e instrumentos de política económica como el aplicado en 2007 denominado Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) , permitieron un ensanchamiento del rango de la inversión en la industria naval, los fármacos, industria de tecnología de la información, los biocombustibles, la nanotecnología, programa Mi Casa, Mi Vida que alcanzo al sector de la construcción civil y permitió construir en dos años aproximadamente un millón de viviendas para sectores populares. Estimo como central o básico este componente de la experiencia brasileña.
Al revisar la estadística del comercio mundial (OMC), es no menos que sorprendente la tasa de crecimiento de las exportaciones de Brasil al resto del mundo entre 2000 y 2008, al ubicarse en 17% interanual promedio, solo superada por China, Rusia e India.
Lo de Brasil no es cuento, pueblo hermano que continuará en la senda del progreso con justicia social, ahora bajo la conducción de Dilma Rousseff la misma que recientemente en entrevista expresara: “…el desarrollo con inclusión social es nuestro modelo económico: aquel que considera que los 190 millones de brasileños y brasileñas son el centro del modelo….Nosotros lo vamos a hacer, sabemos como hacerlo, aprendimos el camino en el gobierno de lula”. Que así sea Presidenta.
1-11-10
rodrigo1cabeza@yahoo.com