Así mismo. “Una sonrisa para las FARC” titula el autor de “Un Grano de Maíz” uno de los extraños artículos que escribe de lunes a lunes para el diario VEA.
Arranca la columna del miércoles 16 de febrero del 2011 diciendo que siempre ha criticado a las FARC, ratificando que cree, por ejemplo: “que la política de rehenes es supremamente equivocada”. Pero que sin embargo les concede siempre una sonrisa de solidaridad. Ese es el abreboca, en esta oportunidad, de este incógnito “tanque pensante” de la revolución.
Junto a ciertas razones someramente tocadas referente a las causas históricas que podrían justificar la respuesta revolucionaria armada, continúa pontificando sobre los “errores inmensos”, “los grandes errores estratégicos que empañan la comprensión de aquella guerra”. Para señalar a renglón seguido que de “manera confusa soplan brisas de rectificación”
Acá al señor del maíz le parece percibir “un cambio de rumbo estratégico, una nueva actitud frente al enemigo” por parte de la organización armada: la aparición de lo que él llama “humanismo revolucionario” Al afirmar que “Todo indica que la idea humanista, la idea revolucionaria, se abre camino en el corazón de esos luchadores.”
¿Es que Toby Valderrama, Antonio Aponte o quien sea, considera que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia son movidas desde hace media centuria por otros sentimientos diferentes del humanismo revolucionario? ¿O será más bien que la mentalidad pequeño burguesa de este señor le hace percibir como inhumana la guerra revolucionaria?
En su totalidad los pocos retenidos por las FARC son personas comprometidas de alguna manera; política, económica, policial o militarmente con la criminal acción de ese estado paramilitar y su gobierno. A diferencia de la mayoría de esos miles de hijos e hijas del pueblo colombiano que son criminalmente secuestrados y tirados en inhumanas mazmorras bajo absurdas acusaciones de colaboración con el terrorismo.
O los millones de desplazados y despojados de sus tierras o los miles de asesinados mediante “falsos positivos”.
El canje humanitario, es precisamente uno de los objetivos estratégicos de esa política militar revolucionaria. El cual de paso sea dicho, es tan viejo como la guerra misma sobre la tierra, de hecho lo practica normalmente el movimiento revolucionario palestino Hamas con el gobierno sionista israelí.
Se tiene todo el derecho a estar en desacuerdo total o parcialmente con una determinada forma de lucha, pero eso es una cosa y otra muy diferente es; mediante un lenguaje torcido y poco franco, disfrazar con sonrisitas “solidarías” el cuestionamiento que se tiene a esos movimientos insurgentes.
Amén de justificar las inexplicables acciones de colaboración extrema con el gobierno oligárquico y pro imperialista de Colombia, amparados tras “requerimientos tácticos de geopolítica”. Como por ejemplo no esperar a que ni se los pidan para entregar a cualquier colombiano que sea capturado en Venezuela y que les medio hieda a guerrillero. Una cosa es mantener una política de coexistencia y de buena vecindad y otra muy distinta convertirse en entusiastas colaboradores de los contra revolucionarios del continente.
Lo más terrible es que esa es una de las características más elogiadas de las “formidables relaciones” que se han logrado entre el gobierno pos uribista de Colombia y nuestro gobierno revolucionario.
La guerra no es bonita, es muy dura. Y a quienes más hay que respetar en este caso es a quienes se juegan la vida en ella. Respeto significa asumir que se habla de contingentes de un pueblo que lleva más de cincuenta años construyendo organización revolucionaria. Sobreviviendo con los recursos de ese mismo pueblo y que en los últimos tiempos a pesar de haber recibido golpes muy fuertes del más feroz enemigo de la humanidad, se presenta en plena capacidad de lucha, manteniendo un enfrentamiento constante y experimentando importantes avances contra un enemigo que ni con el formidable apoyo imperialista ha podido aplastarlos.
Porque esos si son pueblo en armas. Allí también se gesta el hombre nuevo, allí hacen vida cotidianamente y en la pelea arrecha, colectivos con clara y vigorosa conciencia del ser social. Un término tan del gusto, del uso y abuso de los amigos maiceros.
A nosotros los bolivarianos venezolanos nos corresponde brindarles la más frontal e incondicional solidaridad revolucionaria. Comprendiendo que también ahora nuestras luchas serán una sola o no serán. Y que sus fusiles, sus hombres y mujeres en armas están en primera línea de la vanguardia. Acompañándolos en la esperanza de que más temprano que tarde conquistaremos una paz verdadera de justicia social y esperanza popular.
El señor Aponte hace votos al final del artículo porque ese ejército popular insurgente “triunfe en el difícil empeño de construirse movimiento humanista revolucionario”. ¿Será que dejen las armas y caigan otra vez en las trampas enemigas que tantos combatientes inermes le costó? Entre tanto el “perdona vidas” se digna obsequiarlos con una discreta sonrisita.
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