Uno de los elementos más extraño dentro de la compleja situación que viene afectando el Medio Oriente y el Norte de Africa, región en la que se concentra la mayoría de la población islámica del planeta, es la presunta ausencia de la organización armada Al-Qaeda, declarada por el gobierno de los Estados Unidos de América como el “Enemigo de la Humanidad” y el centro principal de su lucha contra lo que ellos han venido denominando como “el terrorismo internacional.
Y resulta extraño e incluso, hasta sorprendente, que una organización armada que proclama la Guerra Santa o Yihad Islámica, contra los infieles y colonialista para liberar a los musulmanes de la opresión del occidente cristiano, hasta el momento no se le haya conocido su participación en uno de los momentos políticos y sociales más importantes que el mundo islámico ha tenido desde “Las Cruzadas” (siglos XI al XIV de nuestra Era), emprendidas por los señores feudales y los jerarcas de las iglesia Católicas con el pretexto de “liberar” a los lugares Santos del dominio musulmán.
No puede entenderse entonces que, cuando se están dando todas las condiciones “objetivas y subjetivas” para que Osama Bin Laden y Al-Qaeda (“La Base”) tenga toda la justificación política para atacar con todo su poder de fuego a quienes siempre ha considerado y combatido como los traidores al islamismo y aliados de los “infieles” cruzados de occidente, como Mubarak, Salhed y las casas reales de Jordania, Marruecos, Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Omán, Bahrein, entre otros, haya mostrado, supuestamente, una incomprensible inactividad o invisibilidad, dejando que sean otros nuevos y viejos actores laicos e islamistas moderados, quienes asuman públicamente la lucha contra tales enemigos de la Fe.
Dos son las únicas explicaciones posibles: la primera es que contra toda lógica, Al Qaeda y Osama Bin Laden, han decidido dejar sus visible protagonismo mediático para infiltrar sus militantes supuestamente esparcidos en tales países del área, con el fin de promover la lucha contra los viejos regímenes autocráticos y feudales, utilizando la movilización social y la lucha de calle no armada, como medio de apoyar ese proceso de revuelta popular, evitando con ello que su notoria presencia sea utilizada como justificación para atacar y deslegitimar el movimiento de masas y, con ello, favorecer las políticas represivas y las alternativas políticas de sus enemigos de las potencias occidentales y sus aliados del mundo islámicos.
Pero la otra posibilidad es que se confirme lo que diversos analistas militares y estudiosos de los conflictos internacionales han venido sosteniendo después de la invasión de Afganistán por parte del imperialismo norteamericano y sus aliados de la OTAN y el sionismo internacional, en el sentido de que Al-Qaeda, ha dejado de ser una fuerza operativa importante por la perdida del gobierno de los talibanes en Afganistán y la autonomización de los diversos grupos armados esparcidos en el continente africano y el Medio Oriente, por lo que no esta en capacidad de tener una presencia apreciable en tales acontecimientos y muchos menos, incidir en el curso de este complejo proceso en donde se ligan sentimientos islámicos contra occidente, con luchas por la democracia, la justicia social y la solidaridad contra el sionismo israelí.
Sin embargo, a falta de plena comprobación de alguna de las dos hipótesis anteriores, cabría la posibilidad de pensar en otra hipótesis que también ha sido motivo de análisis de expertos en materia política internacional, distantes de las opiniones del gobierno de los Estados Unidos, según la cual, esta “incomprensible” invisibilidad de Al-Qaeda y su líder Osama Bin Laden del extraordinario escenario de las revueltas del Medio Oriente y el Norte del Africa, se debe a que esta organización “yihadista” NUNCA ha tenido las dimensiones políticas y militares que el imperialismo y sus repetidoras de la canalla mediática internacional le atribuyeron para justificar su ‘guerra mundial contra el terrorismo”, por lo que, si bien es cierto puede dar golpes espectaculares contra intereses imperialistas en el mundo, no tiene capacidad política, organizativa, operacional y militar para incidir en movimientos sociales y políticos de la dimensión de los que hoy afectan al Medio Oriente y el Norte del Africa, aún cuando el Coronel Muammar Al Gadaffi utilizó a Al-Qaeda, inicialmente, para deslegitimar la revuelta que estalló en la ciudad de Bhengazi y, algunos voceros imperialistas han hecho alguna dispersa referencia a su posible influencia en las revueltas del Yemen.
En fin, los conflictos políticos, sociales y armados que hoy sacuden al Medio Oriente y al norte de Africa, no solo han servido para arrancar la careta de predicador religioso y defensor de los Derechos Humanos al “Premio Nobel de la Guerra”, Barak Hussein Obama, sino también para derrumbar el mito-pretexto de Al-Qaeda, creado financiado, y al mismo tiempo excluido por el imperialismo y sus aliados otanistas y del sionismo internacional de esa convulsa región del planeta, confirmando que su existencia ya ha dejado de ser un medio de justificación de la guerra imperial contra los pueblos y que ahora, la acción imperialista carecerá de cualquier otra justificación que no sea su antiguo “Destino Manifiesto”: gobernar el mundo en nombre de la civilización occidental y en beneficio del gran capital internacional, único que en su opinión puede proteger al mundo de las “fuerzas del mal”, es decir; reemprender la Nueva Cruzada del Siglo XXI, contra los pueblos musulmanes y todos los pueblos del mundo, incluyendo el pueblo delos Estados Unidos de America.
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