Aún sin ser
un conocedor profundo de la obra de Walsh -advertencia que hago a los
compañeros lectores- y seguro que este breve espacio no será suficiente,
deseo brindar elementos que permitan acercarse a la memoria de este
insigne periodista argentino, al significado de su obra y a la trascendencia
de su lucha, contextualizando así la importancia del reciente otorgamiento
al Presidente Chávez del Premio que lleva su nombre.
Para algunos
Walsh fue un excelente profesional del periodismo prestado a la literatura;
para otros, un gran literato con inclinaciones periodísticas; para
todos, una persona integral que vivió y murió por sus ideales y sufrió
en primera persona los estragos de la lucha al caer en combate su hija
María Victoria y su amigo Francisco Urondo, militantes junto a Walsh
del movimiento político de “los montoneros”.
Sus obras,
referencias obligadas del periodismo de investigación y de denuncia,
desenmascararon verdades que muchos preferían mantener ocultas sobre
los atroces crímenes cometidos por las dictaduras de derecha en su
país, ciclo que comenzó con la publicación de su obra “Operación
Masacre” en 1957. Desde entonces luchó contra las injusticias y los
abusos de poder, hasta que en 1977, 20 años más tarde, fue “desaparecido”
por la ultraderecha, que así le cobró esa vieja cuenta.
Este muy breve
recorrido sienta las bases para comprender que el Premio recibido por
el Presidente venezolano tiene una profunda carga ideológica, que se
multiplica al ser otorgado por la Universidad de la Plata, institución
bandera de las luchas sociales y con una triste lista de “desaparecidos”-
terrible eufemismo que oculta tras si el fantasma de la muerte- durante
aquellos aciagos años.
Las manifestaciones
nacionales e internacionales de rechazo ante el otorgamiento del Premio
de este año y los malsanos comentarios sobre el reconocimiento en sí
(vincular la portada de “Operación Masacre” con supuestos delitos
cometidos por el Presidente venezolano), dejan ver no sólo la profunda
ignorancia de algunos sino que, peor aún, se irrespeta la memoria de
los miles de “desaparecidos”, el propio Walsh entre ellos, y sobre
cuyos hombros cabe íntegramente la frase de Bertolt Bretch: “Hay
hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año
y son mejores. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.”