A un mes de las elecciones presidenciales
mexicanas, el resultado está abierto, después que se acentuó la caída
del hasta hace poco favorito, Peña Nieto, del PRI, así como la subida
del candidato de la izquierda, López Obrador, del PRD, mientras la
candidata del PAN, Josefina Vázquez, quedó definitivamente relegada al
tercer lugar.
Hasta hace poco, Peña Nieto tenía una gran ventaja en los sondeos, con
algo más de 20 puntos, apoyado por casi toda la gran media monopólica
mexicana. Con el fracaso del gobierno Calderón – comenzando por la
“guerra al narcotráfico”, pero también por la totalidad de su gobierno
ortodoxamente neoliberal-, las élites dominantes se inclinaron por el
candidato del PRI para dar continuidad a la misma política neoliberal y
de subordinación externa a los Estados Unidos.
Las manifestaciones juveniles de protesta contra la prensa que
privilegia a Peña Nieto están contribuyendo a cambiar las opciones del
electorado. A un mes de las elecciones comenzaron a aparecer encuestas
que indican que la diferencia entre los dos disminuye
significativamente. A partir de ese momento es una carrera contra el
tiempo y contra la posibilidad de fraude.
La derecha hará todo lo posible para impedir que esto acontezca. Los
Estados Unidos se llevarían una sorpresa, no sólo porque México es el
país fronterizo con América Latina, sino porque es uno de los pocos
países aliados de peso en el continente. Un gobierno de López Obrador no
podrá salir simplemente del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte pero, como hace Perú, avanzará en la diversificación del comercio
internacional, se aproximará políticamente a los países de América del
Sur, cambiará la política económica, bloqueará la privatización de la
Pemex –la empresa mexicana del petróleo-, revitalizará el Estado
mexicano, centrará la acción gubernamental en las políticas sociales.
Sería un cambio interno muy importante y significativo en el plan
externo.
Desde que la ventaja holgada del candidato del PRI fue disminuyendo y el
apoyo a López Obrador fue aumentando, se desató con fuerza la campaña
contra el candidato de la izquierda. Antes prácticamente ignorado por
los media privados, para no abrirle espacio, pasaron a atacarlo con
falsas denuncias, buscando reactivar un nivel de rechazo que López
Obrador está consiguiendo superar, mientras las movilizaciones
estudiantiles posibilitan que aumente fuertemente el rechazo a Peña
Nieto.
El proceso electoral mexicano está especialmente viciado, porque no hay
segunda vuelta y el presidente tiene un mandato de 6 años, aunque gane
con evidencias de fraude, como fue el caso de Calderón. La disputa final
puede ser cerrada. Si López Obrador no consigue una ventaja
significativa, puede ser víctima, nuevamente, del fraude que le quitó la
presidencia hace 6 años. El gran factor de cambio a su favor viene de
las bellas manifestaciones estudiantiles, que se oponen a las campañas
de difamación de la vieja media mexicana. (Traducción: ALAI)
- Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es secretario
ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).