Las definiciones sobre paridad cambiaria que usted halla en Internet y en la Literatura económica no marxista tienen en común referirse a relaciones cuantitativas entre monedas con valores meramente fiduciarios, o, hasta hace unas décadas, monedas con el clásico valor intrínseco o peso en metales preciosos. Tal concepto es utilizado actualmente por los países para realizar sus transacciones comerciales internacionales: tantos dólares en reservas, y otros tantos bolívares en circulación y bóvedas, por ejemplo, y Venezuela tiene así una paridad referencial que le sirve de base para fijar oficialmente el precio del bolívar en los mercados nacional e internacional, y en este caso hablamos de “control cambiario”.
Y ha sido así desde los tiempos prebíblicos, a tal punto de que fue el mismísimo Aristóteles quien, incapacitado como estuvo para reconocer el valor trabajo, llegó a la conclusión de que “todo lo que se cambie debe ser comparable de alguna manera” [2] . Sobre esta base, Aristóteles despachó el origen y significado del dinero, de las monedas, un criterio que siguió en pie hasta la llegada de Carlos Marx, un investigador moderno que logró penetrar en la esencia del dinero sobre la base del valor trabajo que ellas albergan antes de ser usadas como medios de intercambio del resto de las mercancías.
Ese conocimiento sobre el dinero lo logró Marx gracias al manejo del valor trabajo con el cual demostró cómo los trabajadores han sido explotados o expropiados en todas las sociedades clasistas.
Aristóteles, efectivamente, reconoció que cuando el constructor cambia una casa por cierto número de zapatos es porque ambas cantidades deben corresponder a la razón existente entre el constructor y el zapatero[3], y, como las monedas de metal (hoy monedas fiduciarias) suelen cambiar su valor intrínseco en metal o fiduciario, las mercancías deben tener un precio a fin de facilitarse las transacciones de intercambio con mayor estabilidad y confianza. Para Aristóteles el valor del dinero se reduce a una alícuota de todo el circulante de la demanda. De allí se ha desprendido la convicción anticientífica de que en el mercado se halla la fuente del valor, del dinero y de las demás mercancías que con él se compravendan. De resultas, la ganancia también termina siendo un asunto de mercado.
Digamos que la paridad cambiaria internacional es una relación tautológica y cuantitativa entre los precios de unas y otras mercancías expresados en monedas, sobre la base de que estas sirven de unidad de intercambio entre los trabajos procedentes de diferentes trabajadores, pero una relación que obvia el verdadero valor intrínseco del dinero, más allá del valor del metal usado para su fabricación, o de la simple relación entre cantidades de monedas de un país y de otro u otros.
Cuando decimos, por ejemplo, que 1 dólar vale 4 Bs.F, aprox., y estas monedas, menos de un Euro, sólo decimos que 1 Bs F. vale la 1/4 parte de 1 dólar y menos de un ¼ de Euro, y hasta allí.
Nosotros reafirmamos el criterio científico sobre la paridad cambiaria en el sentido de que cada relación entre las monedas debe pasar por la previa determinación del verdadero valor intrínseco de cada moneda, ora metálica, ora fiduciaria, y por eso debió conocerse cuánto valía el metal de que estaban hechas las monedas, cuánto valen los lingotes actuales que sirven de respaldo a las deudas internacionales y a las Reservas Internacionales en dólares.
Cuando recientes años se adoptó la paridad fiduciaria en reemplazo del patrón oro, se cometió el mayor de los desaguisados mercantiles, porque ¿cómo se puede conocerse el valor de las monedas cuando de estas sólo sepamos que valen otras tantas monedas fiduciarias, por ejemplo, tantos dólares norteamericanos?; tendríamos que conocer cuanto valen estos dólares, de donde resulta una círculo vicioso replegado al mercado.
Reafirmamos que debe buscarse el valor intrínseco de las monedas, según el tiempo de trabajo que local o nacionalmente pueda comprarse con ellas. En el caso venezolano, para el salario mínimo, el Bs. F vale unos 8 minutos del jornada de trabajo, y dependiendo del salario mínimo imperante en EE UU, podríamos saber cuánto vale 1 dólar. Luego así conoceríamos sus términos paritarios.
Desde luego, tomaríamos en cuenta toda la nomina salarial nacional y la referiríamos a todas las horas/hombre involucradas durante uno o varios años. Tendríamos así el precio el Bs. F o su valor intrínseco en términos estadísticos o promediales. Lo mismo regiría para el dólar; sólo así sabríamos si el intercambio de mercancías internacionalmente implica trabajo realizado por trabajo realizado ya que, en el fondo, de lo que se trata es alcanzar una paridad cambiaria ajustada al valor trabajo.
. marmac@cantv.net
[1] Este epígrafe lo tomé de mi obra en prensa, pronta a su publicación.
[2] Aristóteles, Crítica a Nicómaco.