En este mundo son poquísimos los gobiernos que no sufren del síndrome de Estocolmo, es decir, que no se rinden a los pies de sus secuestradores. Engels decía que todo pueblo tiene el gobierno que se merece. Lo que eso no significa es que haya una parte del pueblo que no pueda estar contra el gobierno.
Hay gobiernos de países desarrollados que no tienen necesidad de ser tan cachimbos de otros gobiernos. Es terrible que un gobierno parlamentarista no sea capaz de haber elaborado o legislado leyes para defender a sus conciudadanos frente a tropelías cometidas contra ellos por otros gobiernos. Precisamente, la cabeza del gobierno australiano es una mujer llamada Julia Gillard, quien reconoce estar hecha de una pasta dura. Hace unos pocos días decenas de policías tuvieron que salvarle la vida sacándola muy protegida de un restaurante para que no fuese víctima de australianos que protestaban contra ella y el líder de la Oposición (Tony Abbott), a quienes les gritaban “Vergüenza” y “Racistas”. Por algo será. Tal vez, lo que más le haya podido doler a la Primer Ministro de Australia fue que en su salida apresurada y corriendo perdió un calzado que, por cierto, debe ser de marca muy selecta y cara y, además, elaborado en Made In USA.
Si un gobierno no es capaz de defender a sus ciudadanos y ciudadanas que pretenden, por ejemplo, que alguno de ellos o alguna de ellas sea juzgado o juzgada en otro país por delitos que no han cometido, ese gobierno se transforma en miserable, en ruin, en despótico con su pueblo y gobierna de espalda a los intereses de la nación. La señora Julia Gillard, hecha de pasta dura para gobernar a su pueblo es de patas y manos endebles o blandas cuando se trata de defender a la gente de su país de otro gobierno que quiere juzgar y aplicarle la pena de muerte a uno de sus ciudadanos por un delito que no ha cometido sino, más bien, lo que ha hecho es denunciar las atrocidades que comete en el mundo el Estado y personeros del gobierno imperialista estadounidense. La señora Julia Gillard, está hecha todavía de la pasta dura con que los imperialistas ingleses colonizaron a los australianos en el pasado.
¿Sabemos cuál es la posición del gobierno de Australia sobre el caso Assange?
Pues, miserable, miserable por el ángulo que se le mida. Ya anunciaron que la embajada de Australia en Estados Unidos está preparada para extraditar a Assange a Estados Unidos. ¡Que miserable gobierno australiano! Quiere entregar en bandeja de plata la presa que anhela comerse viva el imperialismo estadounidense. Debe ser que Assange sabe demasiado de las perversidades del Estado australiano y éste teme que las divulgue.
Se sabe que el gobierno de Estados Unidos sueña y no respira aspirando ese momento en que ponga sus garras alrededor del cuello de Assange. Desea apretarlo, ver cambiar el color de su piel blanca a morado, disfrutar de sus gritos de dolor, escucharle pedir perdón o clemencia cuando se sienta prácticamente asfixiado. Quieren juzgarlo y condenarlo por “espía y conspirador para derrocar al gobierno de Estados Unidos”. A éste le importa un pito el resto de acusaciones o denuncias hechas por Assange en relación con otros Estados, gobiernos, instituciones y personas más allá de las fronteras estadounidenses.
En lenguaje diplomático que muy poco los pueblos entienden por ser la diplomacia capitalista ultrasecreta, el ministro de comercio de Australia (Craig Emerson) dijo: “La legación hace su trabajo para estar en condiciones de asesorar al gobierno si cree que el proceso es inminente”. ¡Que miserable! No es el gobierno quien debe orientar a la embajada sino ésta a aquel. Esa es la diplomacia secreta y burguesa para joderse en los pueblos.
Bueno, allá el gobierno australiano con su postura de dar la espalda a uno de sus ciudadanos y de ser un epígono descarado tanto del gobierno inglés como del estadounidense. La historia se ocupará de no absolverlo de cómplice en todo lo negativo que pueda acontecerle a Assange. Es todo. ¡Miserable gobierno!, será el veredicto de la historia.