20/04/2014 - El comentado éxito de la participación en los debates televisados de las dos candidaturas de la izquierda panameña, encabezadas por Genaro López y Juan Jované, dan cuenta de la importancia de los procesos electorales como instrumentos en la formación de la conciencia política de la ciudadanía, en general, y de la clase trabajadora, en particular.
No se puede saber de antemano en qué medida contribuirán esos debates con el caudal de votos que obtengan ambos en los comicios del 4 de mayo, aunque debiera expresarse en algunos miles de votantes. Yo prefiero ser optimista, ma non troppo (como diría Sánchez Borbón), porque hay factores que siguen pesando en contra, como la cultura clientelista que los partidos oligárquicos han inculcado en amplios sectores del electorado.
Al margen del resultado, ya se obtuvo una victoria con la participación de esas dos propuestas alternativas. Los buenos comentarios que la gente espontáneamente manifiesta sobre las propuesta de Genaro y Jované, se producen porque la mayor parte de la actual generación nunca había escuchado algo distinto a los cantos de sirena de los truhanes de la política tradicional. Es posible que muchos duden todavía en dar su voto a la izquierda, pero ya tienen en su conciencia la idea de que hay dos propuestas de país distintas a las tradicionales y que, si no ganan ahora, podrían llegar a gobernar en cinco o 10 años.
Uno se admira de cuánto hemos avanzado desde que hace nueve años un puñadito de personas insistíamos en las asambleas de Frenadeso que la única forma de vencer al neoliberalismo y sus reformas (como la de la CSS) era conformar un amplio movimiento político que se propusiera ser gobierno con un programa alternativo, tal y como por esa época habían demostrado Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia.
En este momento emotivo, al margen de si algunos estamos o no en los equipos de campaña de algunos de los dos candidatos, conviene recordar a quienes con su esfuerzo abrieron la trocha por donde hoy transitan Genaro y Jované: la militancia del Movimiento Popular Unificado, de la Fuerza Política Alternativa y del Partido Alternativa Popular. No importa si son muchos o pocos votos, tenemos que celebrarlos, porque son votos de la clase trabajadora, del pueblo y de quienes iniciamos esta lucha. No importa la cantidad de votos, mañana serán más, porque estamos apenas al inicio del camino, no al final.
Si los equipos de campaña, el activismo y los simpatizantes creemos que el final del trayecto es el 4 de mayo y sus resultados, nos equivocamos. Al día siguiente, despejada la euforia y la depresión (según hayan sido los resultados), las dirigencias responsables deben empezar a idear y a proponer el camino de la continuidad. Pero la continuidad de esta lucha política debe resolver el gran déficit de esta campaña: la falta de unidad. La necesidad (a la manera de Hegel) es la misma, después de las elecciones que antes de ellas: construir un amplio, unitario y democrático movimiento político antineoliberal, nacionalista, popular y de los trabajadores, que levante un plan alternativo para ser gobierno. Solo la unidad del campo popular lo hará posible y creíble al pueblo panameño.