Martín Fierro es el más grande poema de la literatura Hispanoamericana del siglo XIX. A pesar que fue escrito en 1872 por José Hernández (1843-1886), no es sino hasta el siglo XX cuando el poema fue reconocido, como una obra original de las letras hispanoamericanas, tanto en Argentina como en el exterior. Reseñamos de nuestra lectura dos aspectos que orbitan bajo un mismo centro; uno, la originalidad de la obra como manifestación y emergencia del hecho americano, dos, la denuncia del exterminio del indio como condición de acceso a la civilización, a través de una política de estado, que significo la negación del material del que estamos conformados en este continente.
José Hernández nace en Chacra de Puyrredón, provincia de Buenos Aires. Su infancia y adolescencia la vive en un ambiente campesino, la cual le dejaría fuertes vivencias que se expresaran más tarde en su obra. Fue un político activo, cuyas actividades lo llevan al exilio en Brasil. Su vida política transcurre en la etapa de construcción de la moderna República, bajo el impulso de una política desarrollista que exigía el desarrollo de la educación, así como de una fuerte emigración europea, para el despliegue de la industria. La problemática y polémica entre lo criollo y lo extranjero llegaba a su máxima expresión en esta coyuntura. A su vuelta del exilio, en 1872, acogido por la amnistía del propio Sarmiento, siendo éste Presidente de la República e impulsor del desarrollismo; publica la primera parte del Martín Fierro (la ida) y siete años más tarde, la segunda parte (la vuelta). Resulta interesante la similitud histórica entre J. Hernández y Lizardi, el autor de la primera novela hispanoamericana. Al igual que Lizardi, J. Hernández había abordado la problemática gaucha e indígena a través de una larga serie de artículos periodísticos y su impacto fue relativo; en cambio con la denuncia, a través del poema Martín Fierro, el impacto fue extraordinario, al igual que se dio en el caso de del Periquillo Sarniento de Lizardi. Martín Fierro irrumpió toda la sociedad Argentina y más allá; así la denuncia se hizo general a través de un poema que adquirió dimensión universal.
El romanticismo europeo pregonaba la originalidad en la literatura, y por supuesto los escritores hispanoamericanos se inscribían en la corriente. El problema era: ¿Cómo ser original desde estas tierras? La respuesta parecía estar dada en lo exuberante y exótico del paisaje americano, frente a la visión europea de originalidad. La cuestión no fue sencilla, se requirió de un largo proceso para llegar a ello; y se llegó de manera sorprendente. Varios de nuestros poetas intentaron construir la originalidad en la narrativa introduciendo en sus escritos, tanto temas patrióticos como temas del paisaje americano; lo cual significó la introducción de nombres de lugares desconocidos, así como de animales y vegetación nunca antes nombradas en la poesía o narrativa; sin embargo con estos intentos no emergió la originalidad en la narrativa americana.
Esta es una cuestión que va más allá del hecho de escribir bien; la buena escritura es el efecto de una causa y no al revés. La identidad no se adquiere desde afuera, como cosa que se pone como un sombrero; implica un proceso vital, experiencial; para decirlo de alguna manera, es un proceso bidireccional, adentro y afuera, la mismidad y la otredad. Este proceso se expresa en la palabra y a través de ella manifestamos nuestra esencia, lo que somos. Sólo desde esta plataforma histórico-existencial es cuando nuestra narrativa tiene condiciones de "decir algo". Al igual que la filosofía, aquí no encontramos autores precoces, como si los hayamos en las matemáticas. Nos dice un crítico: "... fue lento el proceso de darse cuenta que la originalidad no era simplemente un problema de materias primas, sino también de encontrar formas precisas mediante las cuales la nueva experiencia podría ser expresada" (J. Franco). Martín Fierro es la expresión de una poesía gauchesca que tenía ya una tradición, estaba enraizada en los sectores populares. José Hernández logró ir más allá del retrato de la realidad, dimensionó la realidad fáctica y la transformó en expresión literaria, insertándola en la más genuina tradición de una expresión poética popular. Como nos dice el crítico, encontró o invento formas, recreó las existentes y así la experiencia logró ser expresada.
En la dicotomía entre "civilización y barbarie" triunfó "la civilización". El indio fue exterminado y el gaucho desapareció como consecuencia del modelo de producción impuesto por la industrialización. La filosofía de este desarrollismo, de esta modernización que se aplica a países pobres, subdesarrollados, implica la adopción de nuevos esquemas sociales y culturales que deben imponerse a los países por encima de toda manifestación autóctona. Veamos lo que nos dice esta filosofía para su aplicación: "En cuanto a las culturas autóctonas..." se convino en que era necesario exterminarlas mediante la eliminación física por genocidio o mediante la eliminación racial por mestizaje o mediante la eliminación cultural por educación. Sólo se discrepa respecto a los medios". "En cuanto a los pardos se convino que era necesario blanquearlos para lograr la europeización más rápida ¿Cómo? Mediante la emigración europea acelerada." (J.M. Briceño Guerrero. 1994). Desaparecido el indio y el gaucho, un nuevo fenómeno social irrumpirá en la escena como producto de la transformación realizada por la industrialización: ¡El Obrero! Estamos en el inicio de la expansión imperialista.
Nuestra América se manifiesta con nuestros atributos históricos, así como también, con aquellos atributos adquiridos en la modernidad imperialista. La expansión capitalista con su homogenización del mundo bajo el mismo esquema de producción; transforma toda identidad originaria, o lo que de ella pueda contener una comunidad. En este horizonte histórico encontramos la denuncia contenida en el poema Martín Fierro. Sembraron al europeo en tierras americanas, tras la emigración masiva y el blanqueo del pardo; en consecuencia, nuestra América lleva en sí formaciones sociales y humanas adheridas a su seno, las cuales transforma desde si y desde su naturaleza; dando aun mas diversidad y complejidad a la comprensión de nuestro ser, en tanto que americanos. Dos fenómenos históricos pesan sobre nuestra identidad y nuestro proceso de desarrollo antropológico; por un lado, el resultado de la colonización española; por otro, el extermino de una identidad para asumir la del producto de un modelo de producción en esta etapa imperialista del capitalismo. La originalidad en la expresión y la defensa de lo indígena, que es decir la manifestación de nuestro ser, son dos variables que siguen presentes en nuestra realidad americana después de 142 años de la publicación del Martín Fierro.