La frontera entre México y Guatemala tiene cerca de mil kilómetros de longitud, cruzando de uno a otro océano (Guatemala sobre el Pacífico y Belice sobre el Atlántico) y entre sus dos lados existe una completa similitud étnica, de cultura y costumbres. De hecho, muchos habitantes de esas áreas trabajan en un país y viven en el otro. Los puestos fronterizos, por lo tanto, no son más que la presencia institucional de ambos Estados con el propósito de hacer oficial el paso entre las naciones, pero no tienen la estructura física, ni los medios administrativos ni de personal para impedir una migración constante de personas en sus puntos intermedios.
Por lo tanto, en esos casi mil kilómetros que marcan la división entre los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Quiché y Petén con los estados mexicanos de Chiapas, Tabasco y Campeche, existen innumerables puntos ciegos utilizados durante décadas, tanto por contrabandistas y traficantes como por pobladores en busca de mejores oportunidades de trabajo.
A raíz del espectacular escape de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo Guzmán, del penal federal del Altiplano, una prisión de máxima seguridad situada a pocos kilómetros de Toluca, en el estado de México, sonaron todas las alarmas y las autoridades guatemaltecas han reforzado la vigilancia en sus pasos fronterizos con ese país.
Sin embargo, para comprender mejor los inagotables recursos de un personaje como el Chapo Guzmán y su increíble poder de maniobra, es preciso conocer el Centro Federal de Readaptación Social No. 1, más conocido como Almoloya o El Altiplano. Este centro alberga a los principales líderes de los cárteles de narcotráfico, como los Beltrán Leyva, Los Caballeros Templarios, Los Zetas, el Cartel de Tijuana, de Guadalajara, del Golfo y de Sinaloa. Actualmente se encuentra también en sus instalaciones el ex presidente municipal de Ayotzinapa, José Luis Abarca, acusado de ser el autor intelectual de la desaparición de 43 estudiantes en septiembre del 2014.
El edificio tiene muros reforzados de un metro de espesor y sistemas de extrema vigilancia que cubren 20 kilómetros a la redonda. Sin embargo, el túnel de mil 500 metros de longitud, cavado supuestamente por ingenieros a las órdenes de Guzmán, llegaba hasta una construcción semiabandonada visible desde las torres de vigilancia, la cual aparentemente no despertó la menor sospecha.
El escape de este peligroso líder no resulta ajeno a la seguridad de Guatemala. Las fuertes ramificaciones de su organización cruzan el país de lado a lado —probablemente utilizando distintas rutas— y tienen un impacto real en las operaciones de tráfico que comprometen a varios países centroamericanos, tránsito obligado para la droga proveniente de Sudamérica.
Por ello resulta preocupante la falta de capacidad operativa de las instituciones de seguridad de este lado de la frontera las cuales, aun cuando quisieran, difícilmente podrían impedir el paso de este hombre, cuyo poder táctico y económico constituye un desafío aparentemente insuperable, y quien ha dejado en ridículo a las instituciones de seguridad del país vecino, México.
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Fuente: Prensa Libre.