Entre la ONU y los EEUU se fragua el fin de la civilización

Malo, se acabó el mundo. Quienes aún musitan como animalitos ovillados entre la sombra son sólo ilusiones de vida que flotan en el espacio. EE.UU. y la ONU la han hecho de manera completa, sin tapujos ni reconvenciones, al natural como podría mostrarse un violador en una plaza pública, ufano de sus braguetazos. Confiesan que empaquetan armas químicas y que venden 950 toneladas de armamento a la oposición de un país sitiado, como Siria, y que apoyan la Ley de Amnistía y de Reconciliación Nacional aprobada por la Asamblea Nacional de Venezuela, respectivamente. Así nomás también puede aprobarse en tal país y tal institución un día el lanzamiento de una nueva bomba atómica sobre la humanidad, acabando por lo menos con el planeta. Acabado el mundo de la lógica, de la lógica de la diplomacia aunque sea de guerra, restaría acabar con el planeta. En fin, pues, semejantes descaros desatornillan los goznes de la civilización y es inevitable barruntar que, así la lógica, algo se acaba.

La OEA en Suramérica y Norteamérica son sólo herramientas de ejecución para algunos. Es historia para otros. No tiene incidencia ante el surgimiento de una nueva institucionalidad rectora, como UNASUR, entre otras. La ONU, institución de postguerra concebida para administrar el ruedo de dominio de los vencedores, se ha cansado a sí misma. Su visión es uno de guerra fría, antirruso y chino, pro occidental, con neutralidad perdida. Su rimbombante parcialidad, demostrada con la reciente decisión de nada decir sobre las armas químicas de los EE.UU. en Siria y con el apoyo a una ley que en Venezuela liberaría a asesinos, deja una sentencia irrefutable para el entendimiento. Como si hubiera llegado la hora de los destapes y de los lanzamientos en la cañería de los libros de la formas; como si el mundo, pues, hubiese llegado al trance de un acabose de algo en procura de alguna novedad, más sincerada e impúdica, como decir, por ejemplo, se acabó, acá mando yo, yo soy el Estado, el que soy, el Alfa y el Omega, es mentira esa burla de que las democracias es el camino y la vida políticos, siendo verdad que las dictadura afines a nuestros intereses son la nueva democracia de los flamantes tiempos. ¿Cómo se nos había escapado tan simple cosa? Nuevo mundo, orden, civilización, plutocracia y transnacionales gobernando, 99% de la población contra el suelo. Y habrá de ser lo que de la ONU queda, financiada hasta en la farándula por los EE.UU., el órgano reformulado para los fines. Rusia y China, así como otros extraños y afines, han de buscarse otros búnkeres planetarios.

La verdad, en verdad vieja ya, es que la democracia no es posible en el mundo conocido. Es una utopía imperfectamente implementada, vendida como apta por las matrices de opinión, mantenido a fuer de opio de los pueblos durante siglos. Ha llegado la hora de la verdad, de los destapes, de alguna verdad repujada desde específicos centros de poder en el mundo, y no es de extrañar que en el "gran" país del norte se dejen de tantas telarañas "democráticas" y en cualquier momento implementen, en aras de la salvación del mundo, algún sistema de gobierno más expedito para los intereses viscerales de… sus vísceras. Lógicamente (otra lógica rara) la ONU fungiría como ha fungido hasta ahora: el sistema de cañerías y de aguas residuales.

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

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