Huele a podrido, pero no en Dinamarca, sino aquí mismo, en Panamá. Salen emanaciones ponzoñosas de todos los poros del estado nación panameño, que algunos llaman "patria". Donde quiera que uno voltee a mirar sólo se aprecian pústulas, donde se apriete sale pus. El "sistema bancario" parece un tinaco donde se lavan cosas sucias. El "sistema político" es un cadáver maloliente que carroñan desde hace 20 años un grupo de gallinazos que se hacen llamar "políticos" junto a sus capitalistas amigos, llamados "círculo cero".
Se tambalea el ideario de la nación con "vocación al transitismo", al "pro mundi beneficio". Las bases de la "Dubai centroamericana" se resquebrajan. El "paraíso financiero" se les está convirtiendo en un infierno. Está en duda el futuro de un tipo de país, de una forma de hacer negocios, de una oligarquía financiera que flotaba en la riqueza mientras la inmensa mayoría del pueblo panameño sufría la desigualdad social, la pobreza, el desempleo y todas las lacras de este capitalismo decadente.
Que no hagan apelaciones al "patriotismo" aquellos cuya única patria han sido las cajas registradoras. Que no hagan insinuaciones "antiimperialistas", sobre los motivos de los países del OCDE, quienes han lucrado de lo peor de la globalización y han apoyado las tropelías neoliberales desde la época de Noriega, pasando por la invasión de 1989, y durante los 26 años de régimen seudo democrático. No señores, la patria de ustedes, si es que la tienen, no es la patria de los 4 millones de panameños que salen a trabajar cada día para mantener sus familias, pasando páramo con los bajos salarios, el transporte público, la crisis de la salud y la educación.
Síntomas de la gangrena que corroe a la República son: la casi totalidad del gabinete del pasado gobierno de Ricardo Martinelli, incluido él mismo, acusado de peculado (y eso que los fiscales no han querido escarbar más porque la corrupción ha atravesado todos los gobiernos); el escándalo de los "papeles de Mossack - Fonseca", que evidencia el uso del sistema financiero y los grandes bufetes para operaciones ilícitas a través de empresas "offshore"; ahora la acusación judicial de blanqueo de capitales contra uno de los principales grupos económicos del país (WISA) que amenaza dejar en la calle a 6 mil trabajadores.
A todo lo cual podríamos sumar un sistema político antidemocrático, controlado por un puñado de partidos y políticos, que administra un estado que ha empobrecido a la población, conculcando sus derechos sociales, llevando a la inoperancia los servicios públicos. Un sistema corrupto que descuenta los impuestos a los asalariados y exonera de los mismos a las empresas extranjeras que lucran con nuestra posición geográfica. Un sistema en que unos cuantos se enriquecen con los contratos públicos.
Pero de la crisis puede salir algo positivo, si los panameños y panameñas conscientes, junto a las organizaciones populares nos disponemos a diseñar un país alternativo, productivo y democrático, distinto al parasitismo oligárquico que tenemos; si actuamos para sacar a la caterva de corruptos e imponemos en las calles una Asamblea Constituyente originaria.