Como sigue un orden alfabético, el turno de la presidencia del Mercosur le correspondía a Venezuela, miembro desde el 2012, una vez que Uruguay terminó su período en julio de este año. Sin embargo, Brasil, Argentina y Paraguay, o la "triple alianza", lo han impedido alegando, de nuestro lado, incumplimiento en la adopción del marco jurídico del tratado, aunque este se incorporó en 95%, según la canciller Delcy Rodríguez.
La verdadera razón es que la derecha se ha adueñado del Mercado Común del Sur. Los acuerdos de libre comercio, como los Tratados Transpacífico y Transatlántico que vinculan a los Estados Unidos, son del interés de los tres países aliados, ahora con regímenes dictatoriales.
Brasil tiene a Michel Temer, quien dio un golpe suave al promover el enjuiciamiento de Dilma Rousseff, acusándola de pedaladas fiscales: transferencias de fondos públicos a través de bancos estadales a diferentes rubros, para separarla de su cargo y asumir la presidencia de facto. Su objetivo, adoptar políticas neoliberales como congelar los sueldos por 20 años.
Argentina tiene a Mauricio Macri, vinculado al caso Panamá Papers, quien intentó encarcelar a Hebe de Bonafine, de las Madres de la Plaza de Mayo, y ha adoptado algunas "medidas de ajuste" como aumento de las tarifas eléctricas, además de despidos masivos.
Luego está Paraguay con Horacio Cartés, empresario del Grupo Cartés, quien llega a ser mandatario nacional gracias al golpe parlamentario contra Fernando Lugo, el cual enfrentó un juicio político por mal desempeño de sus funciones: lo inculpan de la masacre de Curuguaty. Una fórmula que han intentado aplicar aquí.
En este contexto, de vuelta al Plan Cóndor, de falsos demócratas, preguntémonos: ¿Presidir o ser miembro de este organismo le conviene a una nación que cuenta con las reservas certificadas de petróleo, oro, biodiversidad, entre otras, más grandes del planeta?