La
ONU perdió toda su vigencia cuando el gobierno de Estados Unidos ha
hecho guerras de expansión y de colonialismo sin pararle ni un
milímetro de bola ni al Consejo de Seguridad ni al quinteto que goza de
la potestad para decidir el destino del mundo. De la misma manera ya ¡basta!
que la sede de ese organismo continúe siendo el territorio de Estados
Unidos, y que el gobierno de éste sea quien viole la independencia de
la ONU y decida quiénes o cuáles deben entrar a su recinto.
El
Consejo de Seguridad, actualmente y no todos sus integrantes, el único
papel que podría cumplir no pasa de ser simplemente el de denunciador
de las atrocidades que acomete contra el mundo el imperialismo
capitalista. China, que se autodenomina ‘socialista’,
no hace más que abstenerse en los momentos cruciales y guardar silencio
ante las guerras imperialistas que violan todos los tratados y normas
internacionales para someter naciones y pueblos enteros a la esclavitud
más salvaje que conozca la historia humana: aquella que no sólo coloniza y oprime a otros, sino que también se burla del intenso dolor de los colonizados y oprimidos.
Si Estados Unidos, por ejemplo, no le para ni un milímetro de bola a
las decisiones casi unánimes de la ONU, mucho menos le va a hacer caso
al Consejo de Seguridad cuando le da cachetadas a los cuatro que gozan
de voz y voto, y éstos ponen el otro cachete para eyacular de placer
con la otra cachetada. La única respuesta correcta ante la ONU sería
que la inmensa mayoría de las naciones integrantes de la misma dijeran
en coro, y bien fuerte: ¿Qué nos importa que existan miembros no permanentes o permanentes en el Consejo de Seguridad, si todos los demás estamos decididos a ser libres?
Pero
vayamos al grano de la esencia de este artículo. Más de cien países se
comprometieron a brindar su apoyo a Venezuela para que fuese miembro no
permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Compromisos anunciados
de manera pública. Confieso, en nombre de varios que analizábamos
metódicamente esa diplomacia y compromisos, creíamos que eso terminaría
en un fraude, que no iban a cumplir con el Presidente Chávez, que eran
muchas falsas promesas, aunque nunca quisimos hacerlo público. El
mercado mundial sigue teniendo la oficina desde donde el imperio
controla, maneja y decide el destino del mundo, y la diplomacia obedece
a intereses económicos más que a lo político y lo ideológico. La
política exterior no es más que la continuidad de la política interior.
La
ONU, en su mayoría –es decir: los gobiernos-, no hace más que coger la
seña y hacerla valer con una apariencia –hipócrita y mentirosa- de
democracia en un cuarto donde nadie se entera de quién votó por quién.
No
se trata de un miedo tenebroso de los embajadores que votan en secreto
por el candidato de Estados Unidos, porque unos cuantos podrían voltear
la tortilla y sería sumamente difícil descubrir que votaron en contra
del imperio. De lo que se trata es mucho más complejo y hasta evidente:
de
un compromiso de sangre económica de gobiernos que no gobiernan a favor
de los pueblos sino de los monopolios, y aquellos no pueden votar por
el candidato que se presenta como el enemigo público del imperio
capitalista que, en este caso, es el de Venezuela. Y nadie tiene la
facilidad de jurar en falso y que se le crea como un embajador de la
ONU en una votación para elegir miembros no permanentes del Consejo de
Seguridad.
Una
derrota en una votación que evita llegar a un país ser miembro no
permanente del Consejo de Seguridad no significa haber perdido la
guerra. Nosotros, los venezolanos y venezolanas que compartimos el
discurso antiimperialista del Presidente Chávez, tenemos que reconocer
que no vamos a lograr el objetivo propuesto ¡por ahora!, pero nuestra ‘derrota’ debemos interpretarla como un progreso conquistado, porque sabemos que setenta embajadores representan una postura de dignidad, de firmeza, de
oposición y de enfrentamiento contra la maquinaria del imperio y,
además, han expresado que no quieren seguir siendo epígonos del
imperio, y que se sienten libres para solidarizarse entre sí por un
puesto que refleje la lucha contra el autoritarismo con que gobierna,
en primer lugar, la nación imperialista estadounidense y, en segundo
lugar, contra el quinteto que se reparte el mundo con su derecho a voto
dejando en los demás del Consejo de Seguridad el papel del convidado de
piedra: simplemente de la voz.
Sí, nada debe costarnos reconocer que fuimos ‘vencidos’
y no logramos la representación de nuestro país como miembro no
permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Ya no importa quién
quede o quedó. Es una cosa de compromiso no abstracto sino concreto: o se está con el Diablo o se está contra el Diablo.
Allá los que engañaron la justa ambición de nuestro país. La razón tomó
la palabra pero el tambor de la guerra sigue imponiendo su terror y su
miedo a la mayoría de las representaciones en la ONU. La hipocresía y
la mentira siguen dando la espalda a la palabra comprometida en la
diplomacia capitalista. Sin embargo, Venezuela puede decir, sobre la ‘derrota’, lo que una victoria -embriagada tiene que callar: “Nuestra
temeridad deslumbró a la ONU, y es una gran luz para el mundo. Desafié,
persistí, perseveré, fui fiel a mi misma, luché cuerpo a cuerpo con el
destino, hice frente a los poderes injustos del imperio, resistí y
volví a persistir, demostré que soy libre y soberana para decidir y que
no me somete ni me compra el imperio como a la mayoría de los países
que forman parte de la ONU”.
¿Y qué debemos decir nosotros, los venezolanos y las venezolanas, orgullosos de esa ‘derrota’, que es una un progreso conquistado: “Esos son los ejemplos que necesitan los pueblos; esa es la luz que los electriza”. Nadie diga que plagié a Víctor Hugo.