Para quien no conoce ni sigue su trayectoria, América Latina le trae siempre "sorpresas" (el libro que estoy escribiendo se llamará La nueva cueva del topo, para designar este fenómeno). Lo que sucede en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador toma desprevenida a la derecha, que detesta América Latina y revela particular ignorancia sobre el tema (confundir a Noriega con Daniel Ortega; afirmar que Bolivia sería el único país andino que no habría firmado un tratado de libre comercio con Estados Unidos, desconociendo que fue tema central de las grandes movilizaciones de abril de 2006 en Ecuador, que terminaron con la victoria de Rafael Correa, que se propone ingresar al Mercosur: todo por cuenta de una editora de Folha de Sao Paulo, entre tantas otras demostraciones de ignorancia).
Pasada la histeria antichavista después haber tenido como pauta informativa la semana pasada a Hugo Chávez, la "cruda" conduce al reconocimiento de que "algo de importancia cambió en América Latina". No saben lo que es, como tampoco entendieron por qué Lula ganó las elecciones del año pasado o por qué Cuba y Venezuela son los dos únicos países del continente que, según la UNESCO, acabaron con el analfabetismo.
Como es imposible pensar América Latina sin la colonización y la esclavitud que el capitalismo nos impuso y, por lo tanto, sin pensar en el capitalismo y, actualmente, sin incluir al imperialismo estadunidense, la derecha no logra pensar a América Latina. Como no consiguen pensar a nuestro continente, intentan descaracterizarlo: no habría una sola América Latina, como si las diferencias entre Ecuador y Haití, México y Argentina o Guatemala y Brasil fueran mayores de las que existen entre Bélgica e Italia, Portugal y Alemania o España y Grecia.
Como quieren entender a América Latina y al mundo desconociendo el fenómeno más decisivo y determinante de nuestro tiempo el imperialismo, no alcanzan a comprender la actualidad del nacionalismo y su dimensión integradora en el continente. Como no quieren resistirse al neoliberalismo, al contrario de los pueblos del continente, que reiteradamente han votado contra los candidatos que pregonan ese modelo tal como en Brasil, no entienden el papel del Estado como regulador de la economía, garante de los derechos sociales, sustento de la soberanía e instrumento para la integración latinoamericana.
Desde esa óptica, tuvieron lugar, entonces, dos reuniones la semana pasada en Río de Janeiro: una, la que realmente se realizó y, otra, aquella que fue divulgada por la prensa oligárquica. Como si fuesen dos América Latinas: la real, de Hugo Chávez, Evo Morales, Fidel Castro, Néstor Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez, Rafael Correa, Daniel Ortega y de los pueblos que los eligieron y religieron y, la otra, la de derecha, con los grandes medios incluidos. Claro, después podrán tener otras "sorpresas", por ejemplo en Paraguay.
Es un continente que se no deja apresar por los esquemas liberales y eurocentristas, que se rebela, que construye y reconstruye sus alternativas de nuevas maneras, aprendiendo de las experiencias pasadas y rehaciendo su historia actual. Promoviendo las "sorpresas" que hacen de América Latina "La nueva cueva del topo" del siglo XXI.
Traducción: Ruben Montedónico
La Jornada