Argentina: Dramático final de una triple estafa

Acaba el ciclo iniciado con el gran colapso de 2001. Del "que se vayan todos" al "venga un fascista para echarlos a todos". La democracia burguesa no resiste más. Y todavía no hay instancia superadora. Detrás no está sólo el fracaso de nombres y partidos. Es un sistema que se hunde.

El 13 de agosto 31% de la ciudadanía no emitió su voto en las Paso. A eso se debe sumar un 4,8% de voto en Blanco y 1,2% de sufragios anulados. Si se descuenta un tercio de ausentismo habitual, el rechazo explícito alcanza al 27%. El frente de izquierda (Fit) logró el 2,65%. Dicho de otro modo: cada 10 que levantaron una expresión de protesta en los comicios uno la buscó en la nueva socialdemocracia infantoizquierdista. Difícil imaginar un fracaso mayor.

Mientras tanto el peronismo fue aplastado y quedó reducido al 27% (perdió más de 6 millones de votos respecto de 2019); el bloque conservador ahora llamado Juntos por el cambio (JxC), llegó al 28% (perdió 15 puntos de los obtenidos en las legislativas de 2021). El bufón del Rey Mercado subió de la nada y obtuvo un 30% (las embajadas de Estados Unidos e Israel se apresuraron a felicitarlo).

Ese porcentaje aparentemente insólito para un personaje desquiciado y con propuestas tales como derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo, hacer del dólar la moneda nacional y permitir la libre venta de órganos del cuerpo humano, provino en gran medida del aparato peronista. Si bien es cierto que sectores muy empobrecidos o marginalizados de la sociedad se volcaron a favor del liberalfascismo, no lo es menos que intendentes y punteros del conurbano bonaerense indujeron el voto a Javier Miley, hicieron acuerdos con su entorno e incluso le garantizaron un gran número de fiscales. El propio candidato oficialista, fue denunciado por negociaciones secretas en este sentido, con un objetivo bien pensado y hasta el momento exitoso: quitarle votos a JxC, tener como contrincante en las presidenciales de octubre a un candidato sin penetración social real, sin estructura política y sin despliegue territorial.

Dicho de otro modo: el demagogo antipartido no sólo tuvo su impresionante ascensión por reproducir multiplicada la demagogia peronista contra el poder establecido (tal como lo hizo Juan Perón en los años 1940), sino porque el propio peronismo le prestó apoyo para ello. En esta operación está la mano del Departamento de Estado, varios de cuyos empleados intelectuales aparecen ahora como adláteres del bufón que, como se ve, lo es de entidades más tangibles que el Rey Mercado. No es por acaso que los escasos analistas burgueses de valía omitan la similitud de la nueva estrella con Perón y la complicidad del peronismo con ella.

Coyuntura de extrema inestabilidad

Ninguno de los guarismos de estas Paso (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, absurdo y totalitario sistema electoral inventado por el actual presidente cuando era jefe de gabinete de Néstor Kirchner), se mantendrá en las presidenciales del 22 de octubre. Es probable incluso que el país asista a un revuelto de estas siglas, en el afán desesperado por salvar algo de lo perdido. Las tendencias marcadas en los últimos meses hacen pensable la ruptura de JxC, antes o después de las presidenciales. El motor visible está en una convergencia de perdedores: Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Juan Schiaretti. Es decir, el sector más descompuesto de la UCR, el estadista municipal con veleidades y el aspirante a la recomposición de un peronismo con saco, corbata y tonada forzada. Si bien la probabilidad de ganar en las presidenciales puede obrar circunstancialmente como fuerza centrípeta en JxC, un eventual acceso al gobierno haría estallar a corto plazo esa coalición. No obstante, el trasfondo reside en la inexistencia de un sector cohesionado del capital con interés por sostener estas expresiones caducas del pasado nacional. Vale lo mismo -de manera más marcada y urgente- para el oficialismo, donde todo puede ocurrir. Todo menos la recuperación del vigor que lo sostuvo artificialmente durante dos décadas. A no dudar, los restos dispersos del PJ (partido justicialista, que incluye al núcleo principal del sindicalismo procapitalista), se reciclarán para ocupar espacios que hoy la clase obrera no disputa. Sería erróneo igualar irreversible ocaso del peronismo con incapacidad para ganar elecciones y mantener espacios de poder.

Del mismo modo, sería un peligroso error desestimar el hecho de que la abstención masiva de una masa paralizada, así como el vuelco tantos hacia la irracionalidad explícita, constituyen una base social proclive a la constitución de una variante fascista, esta vez en el sentido tradicional, impulsada desde Washington y desde centros del poder burgués en América Latina y en Argentina.

En elecciones previas provinciales se adelantó el fenómeno de la retracción ciudadana. Treinta y tres de cada cien electores no acudieron a votar para gobernador y legisladores de Córdoba, la provincia históricamente más politizada del país, donde otros seis de cada cien votaron en blanco o apelaron a alguna forma de voto Protesta. Un 40% rechazó al sistema y el resto se dividió entre dos alternativas capitalistas. En Santa fe, la abstención sumada a voto en blanco y anulados llegó al 50%. Aun así, el peronismo sufrió una estrepitosa derrota.

En las 14 provincias donde hubo elecciones este año, el voto en blanco y de protesta aumentó un 50% respecto de 2019. En inusual elección para gobernador en San Juan hubo mayor participación, pero también en este caso el peronismo sufrió una aplastante derrota después de décadas de gobierno. Como colofón, la familia perdió en Santa Cruz el monopolio Kirchner mantenido durante décadas.

Así, tres grandes estafas de esta etapa se disuelven con los resultados señalados: la del kirchnerismo, la de JxC y la de la socialdemocracia ululante del Fit.

Caída brusca de la participación ciudadana en los comicios y aumento del voto de rechazo, son signos del debilitamiento extremo de los instrumentos políticos de las clases dominantes. Sin opción, el ciudadano argentino se retrajo ante las urnas y quitó base de sustentación al sistema político. La democracia burguesa queda desnuda en toda su falsedad. Sólo la ausencia de una alternativa anticapitalista garantiza la continuidad del sistema, aunque no su estabilidad.

En la última década, las clases dominantes ocuparon la totalidad del escenario. Mediante una renovada tropa de periodistas militantes para la ultraderecha y el sionismo, callaron y ridiculizaron toda opinión antisistema. Victoria completa. Ahora se despedazan entre ellos. Reproducen en todos los planos la fragmentación del capital. Lejos de defender un proyecto de país, se enfrentan todos contra todos en una lucha sin reglas por el reparto de la plusvalía.

Los trabajadores no existen como clase para sí. Por tanto no pueden usufructuar una coyuntura que, de otro modo, estaría abierta a un avance fulminante de la revolución social. Ocurre lo contrario. La deserción socialdemócrata del infantoizquierdismo, combinada con la transformación generalizada del sindicalismo en estructuras empresariales, dejan a los explotados en manos de las operaciones políticas de los explotadores. Y el país se desmorona.

Mientras la nueva socialdemocracia hace contorsiones para acrecer su lugar en el aparato del Estado, la clase trabajadora sufre como el conjunto social un proceso de centrifugación y empobrecimiento acelerado.

Así como un porcentaje elevado de obreros industriales y jóvenes de todo sector votaron a Mauricio Macri en 2015, un desvío análogo se producirá en las presidenciales de octubre de este año. Un nuevo actor fascista y notoriamente irracional, fue elevado por los medios a la categoría de salvador y disputa el mercado del conservadurismo extremo. Para añadir burla a la infamia han denominado a la nueva estructura en gestación "La Libertad Avanza" (LLA). Que el felpudo histriónico de un empresario corrupto esgrima como consigna la palabra Libertad y periodistas denominen a su fuerza "Libertarios" es una afrenta al pasado, al presente y al futuro. Que semejante esperpento pueda conquistar el voto de franjas juveniles, sobre todo en medio de la pobreza y la marginalidad, es un llamado a la autocrítica para todos quienes se consideren revolucionarios. Las izquierdas no reformistas hoy desperdigadas, desorientadas e impotentes, tienen una última oportunidad de reflexionar.

No se trata, por el momento, de un desplazamiento a derecha de la sociedad. Es uno más de los muchos giros espasmódicos entre la derecha camuflada -llamada kirchnerismo- y lo único a la vista, dada la ausencia de una propuesta genuinamente revolucionaria: un liberalismo fingido, tan mentiroso, endeble y sin futuro como el peronismo.

Este revés prueba la irreversible impotencia de quienes, tras el colapso de 2001, usurparon la fuerza inconsciente y desorganizada de millones de hombres y mujeres. Como complemento, muestra la catadura moral de todos los involucrados en la imposición de figuras presidenciales desde entonces.

Dos décadas atrás una eficiente maniobra burguesa vehiculizada por Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde convirtió la potente -aunque insustancial- demanda de "que se vayan todos" en el regreso triunfal de todos y más, encabezados por un inescrupuloso y ávido aventurero, cuyos socios y familiares quedaron al mando de la sociedad argentina inerme. Por una suma de circunstancias, apoyada en la ola de radicalización continental por entonces dominante, la camarilla al mando de las palancas del poder decidió y logró presentarse como opción "de izquierda". Es esa estafa la que quedó a la luz pública en los últimos cuatro años y se consumó con el cierre farsesco de listas del 24 de junio último, cuando Cristina Fernández designó una fórmula presidencial que caería en menos de 24 hs para dar lugar a Sergio Massa, firme aliado de Washington, hasta poco antes crítico inmisericorde de la ex presidente.

El derrumbe en 24 horas del binomio presidencial -por rechazo de los gobernadores peronistas- es un mazazo letal para la viuda heredera; y prueba que si el Presidente carece de todo poder político efectivo, su vice lo iguala en debilidad e incompetencia.

Descontrol económico y político

Después de las Paso, al desbarajuste económico se sumó el descontrol económico. A pocas horas del resultado electoral el gobierno de Alberto y Cristina Fernández produjo una devaluación del 22%. A la hora de redactar estas líneas hay una disparada cambiaria (el dólar llegó a las $790, pulverizando salarios y jubilaciones), las mercancías no tienen precio y para una cantidad de productos se ha detenido la venta. El riesgo de deslizamiento hacia la hiperinflación es palpable. Aunque también es cierto que la licuación del peso reduce drásticamente las erogaciones del Estado que están en la base de un desmadrado déficit fiscal, y aminora el peso de las Leliq (Letras de Liquidez), deuda tomada en pesos pero en buena parte con garantía dólar, que constituyen una amenaza inabordable para cualquier gobierno futuro.

Como sea, el riesgo inminente es el de ruptura de la cadena de pagos, desabastecimiento general, parálisis de la producción y caída en la hiperinflación. Hasta el momento no se han registrado reacciones sociales. Esa especie inverosímil denominada "dirigencia piquetera" no emitió sonido alguno y la CGT continúa reuniéndose con el oficialismo para organizar paliativos y avanzar en la campaña electoral para octubre.

Semejante anomia social sirve de base para el plan ensayado en estas horas por el oficialismo: alcanzar un mínimo equilibrio con la devaluación, contrarrestar parcialmente los efectos de ésta en una parte de los salarios y jubilaciones, relanzar el gasto público con directo efecto electoral y, mediante el ya señalado plan de demoler al FxC e imponer como contrincante presidencial al demagogo payasesco, buscar una victoria en octubre.

Ínterin, la burguesía asociada al peronismo durante los últimos 20 años trata de polarizar a los pocos díscolos adeptos a JxC y define si juega la peligrosa carta de los advenedizos liberalfascistas o insiste con el peronismo y apoya, contra toda evidencia, a Sergio Massa. Estas vacilaciones del capital son fruto de su fragmentación y paradojalmente están alimentadas por su victoria contra los trabajadores y las clases medias bajas. Las luchas interimperialistas también se traducen en el escenario local y complementan el cuadro de dispersión e incapacidad para la acción. El Vaticano juega como de costumbre a dos puntas y pone sendos fascistas en las fórmulas del peronismo (un peón del Papa como pseudo contrapeso a Massa) y de LLA (la candidata a vicepresidente, grotesca defensora de la última dictadura). En JxC los falangistas no son exactamente papistas y se insertan a todos los niveles de la estructura. Mientras tanto el país se hunde en una ciénaga.

Una respuesta antisistema

A juzgar por las primeras reacciones públicas de los titulares del Fit, estas estructuras ya encastradas en el aparato del Estado y dependientes de él sólo se proponen superar el 2,65% obtenido en las Paso para llegar a un 3,5% en octubre. Aunque eso sólo contribuya a desorganizar y hundir al conjunto de las clases explotadas y oprimidas, satisfaría la necesidad de preservar algunas bancas en el Parlamento y resguardar unos pocos puestos de diputados provinciales y concejales.

Se impone la necesidad de una línea contraria a esta deriva vergonzosa de la nueva socialdemocracia. Es posible declarar a toda la militancia revolucionaria en estado de Asamblea y recorrer el camino hacia un congreso de delegados democráticamente elegidos desde fábricas, universidades, barrios y lugares de trabajo, converjan en una Federación, capaz de presentar un programa anticapitalista como base para un voto masivo de Protesta, plataforma a su vez para el avance orgánico y sistemático hacia un partido de masas dispuesto a dar una respuesta a la degradación insoportable a la que se somete a Argentina.

El primer paso sólo sería viable mediante la auto organización a partir de militantes resueltos a constituirse en vehículos de una poderosa convocatoria nacional. El desafío está planteado.



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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

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