Cuando le preguntaron si él se consideraba comparable a Simón Bolívar, Fidel Castro o el Ché Guevara, el viejo campesino del Quindío respondió: “Yo soy Manuel Marulanda Vélez”. Ni más ni menos, si señor.
Relata el periodista Jorge Enrique Botero en sus “Ultimas Noticias de la Guerra” que en el encuentro entre Rigo, el combatiente guerrillero que embarazó a Clara Rojas y el Comandante Marulanda, el Viejo lo increpó y mirándolo a los ojos le preguntó que cómo había “empreñado” a la prisionera. Le reclama que ha faltado a “lo que nosotros le enseñamos durante años y sobre todo a la tradición de sus padres y de su abuelo, el valiente e inolvidable camarada Pablo” Toda una historia, tres generaciones en la guerra revolucionaria y el reconocimiento al viejo camarada por boca del propio Comandante.
Marulanda sin embargo absuelve al joven guerrillero y dirigiéndose a los presentes aquella madrugada en aquel juicio popular, les pidió que lo ayudaran a encontrar una salida para semejante “lío tan berraco”. Solicitándoles que al hacer un análisis de la situación, debían tomar en cuenta que la criatura es “mitad de ellos y mitad de nosotros”
“Ellos y nosotros”, dos sectores, dos grupos enfrentados, dos clases sociales. Los prisioneros de guerra mantenidos por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia son en su totalidad soldados del ejército nacional, policías, mercenarios extranjeros agentes de los norteamericanos y políticos de la derecha. Por el otro lado, el pueblo abarrota las cárceles de los opresores, secuestrados por un régimen de absoluta ilegalidad. Un régimen apuntalado por los fusiles y las motosierras del paramilitarismo, financiado por el narcotráfico y sostenido por el imperialismo.
Para nosotros los revolucionarios, esos son los verdaderos protagonistas de esta historia. Centenares de hombres y mujeres de desconocido nombre y apellido, muchos de los cuales pierden años de sus vidas arrumbados en las mazmorras de la oligarquía colombiana, tan solo por la sospecha de ser colaboradores de la guerrilla, para después salir, si es que salen algún día, sin que hubiera nada comprobado contra ellos.
Cuando la insurgencia captura a militares y policías, a personeros de la derecha, del enemigo, lo hacen pensando en que estos puedan ser algún día la vía para la liberación de sus compañeros secuestrados por el gobierno. A ninguno lo fueron a buscar a su casa, todas y todos fueron capturados en algunas de las vastas zonas donde existe el poder de la insurgencia popular.
Personajes que quizás con su abolengo, su ubicación en el estatus o sus cruzadas nacionalidades, no asumieron en realidad que Colombia es un país en guerra y que siendo ellos personeros, expresión de la maquinaria de la opresión, pudiera haber una explicación política para colocarlos en la posición de rehenes. Máxime tratándose de todo el despliegue mediático que esas personalidades suscitarían. Tal y como ha sido. Por ningún “pata en el suelo” se movilizaría el presidente francés.
Todo un despliegue mediático que la insurgencia logra poner a su servicio por la liberación de los humildes, los secuestrados en las cárceles colombianas, los protagonistas de la revolución.
No hay que dejarse escandalizar porque a los pobres agentes gringos, a policías y soldados los hacen dormir encadenados. La insurgencia debido a sus obvias limitaciones, tiene que tomar las medidas más drásticas para evitar que los prisioneros se les fuguen. Radicalmente distinto a los norteamericanos, quienes por mero sadismo torturador, mantienen arrodillados por horas, encadenados y con la caras tapadas, a los presos en Guantánamo. Prisioneros que ni siquiera se sabe quiénes son. En la guerrilla se respetan los derechos del hombre y sobradas pruebas tenemos.
Acá no se trata de la diletante elucubración de que “cuál de los dos fue primero, si el huevo o la gallina o la gallina o el huevo” En nuestros países y en todos los países del mundo las diferentes formas de resistencia son originadas por las diferentes formas de opresión. Allí está cuál de los dos fue primero. En Colombia la resistencia contra los abusos y contra los asesinatos en masa perpetrados contra el pueblo a lo largo del tiempo, por una oligarquía entronizada desde el nacimiento mismo de la Republica, generó la resistencia popular que se convertiría en la mas vigorosa insurgencia revolucionaria.
Los miles de millones de dólares gastados por los norteamericanos en los últimos años en Colombia, no han logrado causar daños significativos a sus fuerzas armadas revolucionarias. Las FARC son sencillamente pueblo en armas con casi medio siglo construyendo un ejército popular. Ejército del Pueblo sobre cuyos hombros seguramente reposará buena parte de las luchas de liberación de los pueblos indo americanos.
Contundentes muestras de sabiduría política las que ha dado el Estado Mayor de las FARC en los últimos acontecimientos relativos al canje humanitario. Claridad de una vanguardia forjada al calor de las luchas populares, lo que nos demuestra una vez más, que la revolución es nada menos que la regeneración de la especie.
La pronta y efectiva respuesta del Secretariado de las FARC a la iniciativa del Presidente Hugo Chávez, desagraviándolo por la torpeza y mal trato del que fue objeto una vez más por la casa de Nariño, con la entrega de las dos mujeres y el niño. No sólo fue una acción de un contundente efecto político, sino que representa un hito en la historia de nuestras naciones desde la independencia. Fue el encuentro entre dos concepciones de la insurgencia bolivariana en nuestro continente: el bolivarianismo que se desarrolla a través de las luchas legales en Venezuela y el bolivarianismo de la lucha armada colombiana. ¿Serán estas las dos caras de una misma moneda en nuestro futuro próximo?
La premisa o punto de partida del llamado “Plan Colombia” es garantizar para los Estados Unidos el control de la selva amazónica y del petróleo venezolano. Destruir a las FARC es un asunto estratégico para la dominación norteamericana de nuestros países.
Interpreto que cuando el Presiente Chávez hace un llamado a la comunidad internacional por la eliminación de la clasificación de terroristas a las FARC, no lo hace a la espera de que los demás países lo sigan. Lo hace para declarar ante el mundo que la República Bolivariana de Venezuela considera a los guerrilleros de Colombia hermanos revolucionarios.
Cada vez está más cerca el renacer de esa Patria Gran colombiana que soñara el Libertador y que fuera saboteada por la entrega de la oligarquía al servicio del imperialismo. Cada vez es más vigente el pensamiento de Marti: “Bolívar tiene mucho que hacer en América todavía” Y lo está haciendo.
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