Mi primer recuerdo en la victoria es para Schafick, aquel hombre excepcional que confió en nosotros para las grandes tareas que se avecinaban, aunque fuimos nosotros los que ganamos al absorber de su infinita sabiduría, de su temple de viejo militante, de su confianza en el pueblo combatiente.
En estos minutos, cuando languidece la noche, ha sido inevitable recordar aquellos días de mediados del año 1980 cuando fui contactado en Managua, por un emisario del Partido Comunista de El Salvador, quien nos solicitaba formalizar relaciones para aprovechar nuestra experiencia y formación para la construcción de la fuerza militar del Partido y potencialmente de la organización unitaria cuya conformación avanzaba a paso seguro.
Los primeros contactos fueron “de reconocimiento”, pero se avanzó muy rápidamente en una febril actividad de intercambio de información, para diseñar un plan de trabajo conjunto que se orientaba hacia nuestra asesoría -ya bajo la conducción de Schafick- de las diferentes áreas de trabajo dentro del Estado Mayor de las FAL.
Schafick nos abrió todas las puertas salvo aquellas que no se podía por la necesaria compartimentación, pero nos hizo crecer, comenzamos a pensar en grande y asistimos a la configuración de una fuerza militar que hizo al Partido Comunista, también ser respetado en el plano militar.
El 10 de octubre de 1980, pudimos ser testigos presenciales de la consolidación de la unidad de las fuerzas revolucionarias y la creación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. La alegría de Schafick lo rebasaba, por primera vez pensamos que la guerra revolucionaria se podría proponer objetivos de más largo aliento.
Bajo la dirección y permanente conducción de Schafick comenzamos a elaborar el primer Plan de Guerra del FMLN, el cual sería presentado para la aprobación de la Comandancia recién creada. Era puntilloso, debíamos revisar los datos de inteligencia y los planes de combate para las unidades, garantizar las comunicaciones y estar pendientes del aseguramiento logístico, Schafick revisaba de manera permanente cada documento elaborado, hacía correcciones, apreciaba personalmente la política nacional e internacional que conducía a la toma de la decisión para la guerra y en esa expectante actividad pasaban los días, las semanas y los meses.
Se hizo habitual hablar de Usulután, de Guazapa, de Sonsonate y Santa Tecla, nuevos nombres que nos hacían recorrer la geografía salvadoreña sin haber estado jamás ahí, la ubicación del enemigo y de nuestras unidades formaba parte del día a día de nuestro trabajo y en la misma dimensión del avance de la guerra, del crecimiento del FMLN, de su consolidación como un actor decisivo para el futuro del hermano país centroamericano, avanzábamos y crecíamos en nuestra propia formación que tenía la mente puesta en Chile y en la lucha contra la dictadura de Pinochet.
Llegó el momento de la partida y de la despedida de Schafick, de Ramiro, de Manuel, de Ramón y de tantos compañeros y hermanos, pero siempre volvimos al inagotable manantial de sabiduría que Schafick nos proporcionaba, ahora para evaluar nuestro propio combate, nuestras victorias y derrotas, nuestros alegrías y dolores y ahí siempre estuvo presto a escucharnos para aportar con respeto, pero con firmeza, de manera solidaria, pero transparente ante el error cometido, con el consejo sano del padre que nos vio crecer y nos hizo crecer.
Por eso, este 15 de marzo de 2009, cuando las banderas rojas del FMLN ondean vencedoras en San Salvador y en Santa Ana, en Morazán y Chalatenango, el primer recuerdo es para Schafick, artífice de este triunfo, señalado por su visión de futuro, por su firme confianza en que más temprano que tarde el pueblo vibraría con cánticos de victoria, y en la convicción de que los que “luchan toda la vida son los imprescindibles”
Hoy te podemos decir, Schafick, tu pueblo ha cumplido y junto a él tus hermanos de Nuestra América celebramos -como nuestra- esta victoria y te podemos decir
Compañero Schafick Handal, ¡El Salvador ha vencido!
Comandante Simón, ¡Hasta la Victoria. Siempre!
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