La desatinada “mediación” de Oscar Arias Sánchez, conocido neoliberal
de viejo cuño, en el conflicto posterior al golpe de Estado en Honduras
tiene todas las características de una opereta escrita en Washington.
Esta opereta, perversamente, deja a las víctimas, es decir al pueblo de
Honduras y su presidente constitucional Manuel Zelaya como los
culpables de todo lo acontecido, mientras que los villanos, o sea las
Fuerzas Armadas y el títere Micheletti, resultan ser los bondadosos
protagonistas de la obra.
Como bien la calificara el expresidente Fidel Castro, la mal
llamada "mediación" es simplemente una trampa del Departamento de
Estado de los EE.UU. donde Arias juega un triste papel de cómplice. Si
bien Fidel le da el beneficio de la duda y considera que Arias ha caído
en la trama orquestada, nosotros no podemos ser tan generosos y
sospechamos que Arias se prestó de muy buena gana pensando en los
dividendos políticos internacionales que devengaría de su
participación.
En medio de todo este montaje, es importante leer entre líneas el
guión de la opereta y asomarse detrás de los decorados para entender
qué está pasando en la hermana república de Honduras. Primero que todo,
recordemos que como señaló Ignacio Ramonet, prestigioso intelectual
francés en una entrevista reciente para Radio Nederland, Zelaya ha
puesto a escoger a la comunidad internacional entre la paz y la
legalidad representadas en su investidura y sus acciones por un lado; y
por el otro, la fuerza de las armas y el terror que han aplicado
Micheletti y sus secuaces contra el valiente pueblo hondureño. En otras
palabras, es claro que Zelaya ha sufrido un golpe de Estado al viejo
estilo de Washington con variaciones edulcorantes modernas: un
presidente legítimamente electo se ve derrocado por los militares
quienes en su lugar ponen a un político de tercera como dictador, en
contra de la voluntad popular, la Constitución, y las voces unánimes de
los principales organismos internacionales como la ONU, la OEA, el
CARICOM, el Grupo de Río, el ALBA, etc.
Dialogar con un tirano: la renuncia como condición previa
Esta
mediación, tal como el golpe, llevan el sello “Made in USA”. El llamado
“Acuerdo de San José” como montaje busca vestir de seda al primer golpe
de Estado hasta ahora parcialmente exitoso del siglo XXI (recordemos el
intento fallido en Venezuela en el 2002). El fin principal, más que
restituir a Zelaya (a pesar de ser el primer punto de la propuesta de
Arias) radica en legitimar el régimen golpista mediante una amnistía
política (los golpistas se ven exonerados pues no violaron la
Constitución hondureña ni el Derecho Internacional), un gobierno de
reconciliación nacional (los golpistas aparte de intocables ahora se
legalizan como gobernantes) y la renuncia a las reformas progresistas
que democráticamente venía aplicando el presidente Manuel Zelaya
(desistir de la Cuarta Urna para consultarle al pueblo su opinión sobre
asuntos de interés nacional). En estas circunstancias si el tirano
Micheletti y las FF.AA. aceptaran el Acuerdo, ¿qué tipo de mandato
puede ejercer Zelaya sino el de un presidente meramente ornamental?
Por estas razones, por y el gravísimo precedente para el futuro de
la democracia en Latinoamérica que representa este golpe impune, el
presidente Constitucional Manuel Zelaya no está al mismo nivel de los
golpistas: es poner a "dialogar" como iguales a la víctima y a los
ladrones. Ponerse a su nivel significa concederles la razón de la
fuerza y aceptar de antemano, el golpe de Estado.
Como ha quedado demostrado diariamente desde hace más de un mes, el
poder de Zelaya reside no solo en la Constitución: emana del poder real
que le brinda el Soberano, es decir, el pueblo que votó por él en
elecciones democráticas y que lo apoya pacífica y heroicamente en las
calles de Honduras. Estas son las cartas que Zelaya ha jugado
hábilmente hasta ahora y que eventualmente le darán el triunfo basado
en principios inclaudicables del derecho democrático y la resistencia
no violenta contra un régimen dictatorial y espurio.
Por otro lado, el Acuerdo de San José ya lo han rechazado varias
veces los golpistas (leve detalle que se le escapa a la prensa
comercial) por lo que insistir en él (enviando comisiones de
cancilleres a Honduras para que hagan turismo en las zonas
desmilitarizadas que los golpistas les permitan visitar fugazmente) es
solamente hacerle el juego a los EE.UU. y al gobierno de facto,
dándoles más tiempo, que es el valioso oxígeno que necesitan para
sobrevivir en el poder.
Si a pesar de estos factores determinantes el presidente Zelaya
decidiera participar en las conversaciones, debe hacerlo mediante
delegados y no personalmente, pues su deber es acompañar al pueblo y a
las miles de personas que se encuentran en estado de refugiados
políticos en Nicaragua, huyendo de la brutal represión de los golpistas
(otro gran detalle que se le olvida a la prensa comercial es el
asesinato de al menos siete personas, arrestos ilegales, toque de queda
permanente, militarización de las ciudades, carreteras e inclusive las
universidades, censura y ocupación militar de los medios de prensa, y
toda clase de abusos contra los Derechos Humanos.)
En resumen, la mediación de Arias tal y como está planteada es una
farsa, por lo que el único diálogo verdadero que puede entablar el
presidente Manuel Zelaya debe ser con el pueblo hondureño y el
latinoamericano, apoyado por el Derecho Internacional y los gobiernos
del mundo: en Honduras ha sucedido un golpe de Estado que ha violado la
Constitución Política y ha depuesto al único mandatario legítimo.
Cualquier punto menos que ése es una concesión inmoral e ilegal para
los golpistas. La verdadera solución para la dolorosa situación que
vive el pueblo hondureño y el restablecimiento del orden constitucional
se encuentra en la restitución incondicional e inmediata del presidente
Zelaya y el juicio civil y penal de los golpistas y los militares que
participaron en el golpe y en la represión que viene dándose desde hace
más de un mes contra los ciudadanos y ciudadanas de Honduras.
Como bien lo ha demostrado la historia, la paz no se puede basar
nunca en la injusticia. Solamente la paz con justicia es duradera. Esta
es la triste razón de las guerras y la miseria que han experimentado el
sufrido pueblo de Centroamérica y de toda Latinoamérica. Nosotros
mismos debemos tomar nuestras decisiones y ser los dueños de nuestro
propio destino dejando al margen de una vez y para siempre, los
intereses del Imperio estadunidense, representados en las grandes
transnacionales, las fuerzas armadas locales y las oligarquías
antinacionales latinoamericanas.
*Profesor y músico costarricense. Edita la revista latinoamericanista Lospobresdelatierra.org – hola@lospobresdelatierra.org
http://www.Lospobresdelatierra.org