Hemos escuchado muchas voces durante estos 48 días de resistencia,
locales e internacionales, clamando por pasar a la organización de una
lucha armada. A pesar de la legitimidad de estas voces, y su deseo de
buscar una salida a la represión sistemática y brutal del régimen
golpista-fascista, la dirección conjunta del Frente Nacional contra el
Golpe de Estado ha decidido seguir con la resistencia pacifica.
Un
rápido análisis nos llevará a concluir que la estrategia del frente ha
sido correcta. Enfrentar a los represores en su propio campo seria
suicida desde el punto de vista militar; peor que eso seria el
resultado en la moral de las masas cuya experiencia organizacional se
ha ido ganando en estos 48 días. No se trata pues de ganar una guerra
rápido, sino de construir consciencia en el camino.
Es
indudable que en Honduras la historia ya se divide en dos partes
claramente diferenciadas: antes y después de Manuel Zelaya. Las
elecciones del 2005 mostraron el descontento del electorado cuando el
abstencionismo llegó a rondar el 50%. Con la mitad del electorado
desencantado, pero si una ruta clara a seguir, Zelaya Rosales, hizo un
trabajo de tres años y medio entre la población mas pobre mostrándoles
que un mundo mejor es posible.
De masas indiferentes ante
los procesos políticos, hoy mantenemos una población altamente
politizada (o lo que llama la derecha polarizada). El golpe fue el
detonante para un nuevo proceso dentro de la concientización del pueblo
que pasó de la duda sobre los candidatos de tradicionales de la
derecha, a la certeza de necesitar un nuevo camino alternativo.
Considerando
los bajos niveles educativos en el país (donde la misma burguesía es
prácticamente analfabeta), y la feroz campaña mediática contra el
movimiento popular, la reacción del pueblo ha demostrado que la
dirigencia popular necesita entender con claridad la dialéctica en esta
coyuntura.
La izquierda, fraccionada desde los años sesenta,
hoy se ve obligada por la reacción popular a la unidad (sin contar con
la represión que tiene a dos dirigentes nacionales recuperándose de
brutales ataques de policías y soldados).
Hoy se tiene la
disyuntiva sobre la participación en las elecciones organizadas por el
régimen de facto o no. Por un lado, se presenta la posibilidad de
desconocer y boicotear el proceso electoral; por el otro se puede
seguir dentro del proceso a sabiendas de que el mismo será viciado y
fraudulento.
La primera opción seguramente mostraría un
aumento drástico en el ya significativo índice de abstencionismo pero
daría paso a una revalidación del régimen de facto a través de
cualquiera de los dos candidatos de los partidos tradicionales que,
esencialmente, son co-patrocinadores del golpe y representantes de los
intereses de esta derecha cavernaria.
Este resultado seria
rápidamente reconocido por algunos países de la comunidad
internacional, afines al imperio y sus designios. La otra desventaja
clara es el enorme desgaste del movimiento popular luchando por un
propósito cada vez mas confuso debido a la pusilánime posición
internacional (de los gobiernos) frente al rompimiento del orden
constitucional en Honduras.
La segunda opción, técnicamente
no implica un reconocimiento tácito del gobierno fascista, ya que
reconoce únicamente al Tribunal Supremo Electoral que, aunque electo de
forma ilegal por el congreso golpista, ya existía antes del 28 de junio.
La
participación de un Frente Amplio Popular brindaría la opción del
cambio real a la población, y, muy probablemente, promovería una
elección con alta participación. Este Frente debería aglutinar a todas
las fuerzas; campesinos, obreros, al partido Unificación Democrática,
el magisterio, patronatos, y las bases liberales leales al presidente
Zelaya, entre otros.
Claro esta que en este punto la lucha
electoral entre izquierda y derecha, traería una politización mas
intensa, y le quitaría las cadenas a aquellos que ladran en contra de
los cambios como Juan Ramón Martínez (autoproclamado intelectual, y una
versión “lite” de Carlos Alberto Montaner), Jorge Yllescas Oliva (cuyo
“patriotismo” esta condicionado por los emolumentos que puede percibir
por sus brillantes opiniones), y otra serie menor de traidores con
ínfulas de intelectuales que solo manejan los libretos que les hacen
llegar sus amos.
Igual que el FMLN y todos los demás
movimientos populares en América Latina, se recibirá el impacto de toda
la campaña, limpia y sucia, de la maquinaria de la derecha regional, la
que seguramente usará medios de comunicación, terrorismo, ataques a la
integridad de los dirigentes, y muchas argucias que ya les conocemos.
Sin
embargo, esto le da un sentido más permanente a la movilización de
masas, y multiplica los propósitos del movimiento, que hasta ahora,
parecen centrarse mas en el retorno a la institucionalidad y la
reinstauración de Zelaya. Aunque cada vez mas personas creen que el
propósito fundamental de la lucha es la refundación de nuestro país a
través de una Asamblea Nacional Constituyente.
El sentido de
movilización permanente de masas permitiría llegar fortalecidos a estas
elecciones, y, aunque las mismas fueran escandalosamente fraudulentas,
se podría contar ya con mayor cohesión popular para enfrentar los
siguientes niveles de la lucha.
Es importante que nuestros
compañeros latinoamericanos no caigan en derrotismo, la lucha aquí ha
comenzado, pero esta lejos de terminar, y no nos rendiremos.
Venceremos
siguiendo el espíritu de Morazán, Bolívar, Martí, Sandino, Farabundo
Martí, y los mártires de nuestro proceso libertario.