La evolución de los acontecimientos políticos y sociales en Honduras, a lo
largo de las últimas semanas, ha terminado por hacer evidente lo que la
dictadura mediática internacional intenta ocultar, por todos los medios a su
alcance, dentro de su vana pretensión de mantener en sordina las enormes
contradicciones que desató, al interior de la sociedad hondureña, el golpe
militar del domingo 28 de junio, recién pasado y sobre todo, su naturaleza
inmanejable. Estas, actuando como las correntadas de un río desbordado, se
han venido exteriorizando en un gigantesco movimiento social y político, al
que podríamos calificar, para darle algún nombre, como el zelayismo social y
político, una fuerza que empezó demandando la restitución del presidente
Manuel Zelaya y. ahora, con un acento cada vez más fuerte y sonoro, demanda
una refundación del estado y la sociedad hondureña sobre fundamentos
realmente democráticos, deslegitimando el amañado proceso electoral y los
comicios que los golpistas intentan materializar, el próximo mes de
noviembre, al no lograr entender que el cuadro político y las formas de
hacer política en Honduras cambiaron radicalmente, como una consecuencia
inesperada (al menos por ellos) de la violenta acción que emprendieron con
su apuesta de jugar a un golpe de Estado, aunque pretendiendo presentarlo
como una simple transferencia del mando de la nación, en lo que fracasaron
también, de manera estrepitosa, dados los burdos medios empleados, a pesar
de haber contado con el apoyo de la CNN en español y toda una cadena de
medios de desinformación, existentes en los distintos países de la región.
Fueron ellos, y no otros actores sociales, los que terminaron por hacer
inviables las viejas formas de la dominación, y lo que hubieran sido unas
elecciones sin mayor trascendencia, para elegir un sucesor del presidente
Zelaya, dentro la anodina política local, terminaron deslegitimadas y
reducidas a la insignificancia, sobre todo al hacerse evidente que la forma
en que quedaron planteadas, antes del golpe militar, no logra recoger los
elementos esenciales de la nueva realidad sociopolítica hondureña: unas
elecciones sin la participación del zelayismo no sólo resultan ser un acto
ilegítimo, sino también antidemocrático en sumo grado.
Todo esto no hubiera posible imaginarlo siquiera, durante los meses que
precedieron al golpe militar, dada la rigidez misma de la sociedad política
hondureña y la férrea dominación oligárquica sobre una partidocracia liberal
y nacional, que siempre se expresó como dos versiones de lo mismo, haciendo
imposible cualquier transformación política y social. Lo ocurrido, a partir
del domingo 28 de junio, en horas de la madrugada despertó en vastos
sectores de la sociedad hondureña una inicial voluntad de resistencia a la
gorilada perpetrada, por parte de Micheletti y los suyos, pero con el paso
del tiempo se ha convertido en un clamor por una Asamblea Nacional
Constituyente y una refundación completa del sistema político, dentro de lo
que constituye el paradójico resultado del propio golpe de estado, con el
que se buscaba evitar cualquier cambio en la Constitución Política, cosa que
ahora se ha vuelto no sólo probable sino también inevitable.
De esta manera, la apuesta o globo de ensayo lanzado por los protagonistas
más visibles del golpe de estado, llevado a cabo por un grupo de empresarios
y de militares-empresarios, terminó por producir una serie de efectos
inesperados, al no poder sus ejecutores controlar todas las variables,
implícitas y explícitas, en un experimento social y político que se reveló
tan riesgoso, tal y como lo demuestra la socióloga y economista hondureña,
Leticia Salomón, en una entrevista concedida, hace pocos días a la
periodista canadiense, Jennifer Moore (ALAI AMLATINA 15/09/2009). En ella,
esta destacada investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras
(UNAH), sostiene que el régimen golpista no podrá sostenerse hasta las
elecciones programadas para noviembre, las que por cierto han sido
desligitimadas, no sólo por las razones que hemos venido apuntando sino
también porque sus resultados no serán reconocidos por ninguno de los países
más importantes, integrantes de la comunidad internacional.
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