Golpistas hondureños al borde del abismo

La gigantesca movilización popular llevada a cabo, el día martes 15 de
septiembre, fecha en que se conmemora la independencia del istmo
centroamericano, por parte de la resistencia hondureña, al régimen fascista
instalado por el golpe militar del domingo 28 de junio pasado, superó con
creces a cualquier demostración de apoyo a ese régimen, tanto en Tegucigalpa
como a lo largo y a lo ancho del territorio nacional, de acuerdo con las
informaciones que nos llegan de diversas fuentes. Mientras los partidarios
del régimen se reunían, a puertas cerradas, en el Estadio Nacional, por toda
la ciudad capital muchos miles de personas expresaban ya no sólo su repudio
al golpista Roberto Micheletti y exigían el regreso inmediato del presidente
Manuel Zelaya, sino que también hacían escuchar su demanda de la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con el claro propósito
de refundar la nación hondureña y establecer, por primera vez en la historia
republicana de Honduras, un verdadero régimen democrático. Los cambios
políticos que los torpes golpistas querían evitar con la asonada del 28 de
junio se abren paso, a pesar suyo, desde las bases mismas de una sociedad
que cansó de la farsa democrática de dos camarillas que se han repartido el
poder y los privilegios, a lo largo de la historia de esa nación
centroamericana.

La situación se ha tornado tan grave para el régimen golpista, que algunos
actores sociales más lúcidos de la derecha centroamericana, como es el caso
del presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, el artífice de las
traiciones y la contrarrevolución blanda de los años ochenta del siglo
anterior, con la que logró mantener intacta la dominación oligárquica en
todo el istmo centroamericano, entonces amenazada por la lucha y la
resistencia popular, acuden en su auxilio tratando de legitimar las
elecciones de noviembre y salvar el statu quo, el que ha sido puesto en
peligro de nuevo, tal y como hemos venido indicando, sólo que ahora como
consecuencia de la torpe actuación de los golpistas, al desatar ese
gigantesco polo de fuerzas, al que hemos venido dando la denominación de
zelayismo social y político y que ha se ha convertido en un interlocutor
válido, dentro de cualquier negociación digna de ese nombre.

El llamado de Óscar Arias Sánchez a los candidatos a la presidencia de
Honduras, en especial a los de los partidos Liberal y Nacional, para que
presionen en favor del Acuerdo de San José, que implica el regreso de Manuel
Zelaya con las manos atadas y la legitimación de las elecciones, que estaban
programadas para el mes de noviembre, no es más que un intento de oxigenar
al régimen golpista de Micheletti, quien había apostado por ganar tiempo y
esperar a la realización de esos comicios con la vana esperanza de legitimar
sus actuaciones e impedir, de esta manera, cualquier cambio en la
institucionalidad del país, dentro de lo que parecía el principal objetivo a
alcanzar con el golpe de Estado del 28 de junio, por parte de la autista y
cavernaria oligarquía hondureña. Ahora lo que está planteado en ese país es
una verdadera situación revolucionaria, a partir de la movilización popular,
en demanda de cambios sociales y políticos muy profundos, los que van mucho
más allá de la restitución de Manuel Zelaya y que tienen hondas raíces en el
propio Partido Liberal Hondureño, lo mismo que en todo un abanico de
organizaciones sociales y populares. Es por ello que hemos venido hablando
de la existencia de un zelayismo social y político, dada esa naturaleza dual
que lo caracteriza. Ni siquiera las maniobras del actual presidente de Costa
Rica, quien cuenta con el aval de los Clinton, podrán sortear esta crisis
tan profunda en beneficio de las viejas clases dominantes de Honduras, dado
el grave error que cometieron bajo el imperio del miedo que sembraron entre
algunos sectores de la población, para terminar interiorizándolo ellos
mismos. En un tercer apartado nos referimos a los factores externos en esta
crisis.


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