¿Cuál democracia está en crisis?

Por supuesto que la democracia neoliberal que impulsan las viejas “maquinarias electorales” y las recicladas oligarquías golpìstas “a la tica” y “a la hondureña”. Desde hace rato viene dando tumbos. Solo se sostiene por la fuerza de las campañas mediáticas millonarias y de quienes “tuercen brazos” a diestra y siniestra.

Es una frágil democracia porque se limitó a repartir lo que sobra de la mesa donde se sientan quienes se sirven con la cuchara grande. Son las “migajas” de siempre, con las que se pretende hacer avanzar al país. Pero, más bien con ellas se trata de paliar la culpa producida por una deuda social que no se decide a pagar. Sobrevive de las “glorias” y conquistas del pasado más que de un esfuerzo sostenido por actualizar políticas y redefinir el marco institucional, para responder a los desafíos más apremiantes del presente.

De democracia solo tiene la fachada porque el pueblo es “mantequilla”, cuenta sólo para el voto cada cuatro años. No lo necesita. Las lumbreras tecnocráticas a su servicio son suficientes para enderezar y darle rumbo al barco de la patria. Todo lo que le suena al “gobierno del pueblo y para el pueblo” es populismo barato hecho en Venezuela.

Es la democracia que ahora busca revestirse de firmeza y de “mano dura”, asumiendo los rasgos más grotescos del “macho” embravecido -con rostro de hombre o de mujer, da lo mismo-, y pretendiendo, así, enfrentar a los delincuentes para garantizar seguridad ciudadana. ¿Acaso estaremos emulando a las “democraduras” herederas de la Doctrina de Seguridad Nacional, que tantos crímenes cometieron en nombre del orden, la paz y la seguridad? Solo eso nos faltaba!

La pregunta del Graffiti en un viejo muro de Irlanda nos desafía de nuevo: ¿Existe vida antes de la muerte? Por el rumbo que nos ha marcado la democracia neoliberal, la vida sigue perdiendo la partida. Para enfrentar las amenazas a la vida hay que distribuir con equidad para crecer en calidad. Por consiguiente, a pesar del “autoritarismo” o “izquierdismo” con que se busca descalificar a los sistemas democráticos que se están ensayando en el Sur de nuestra América, en ellos vemos destellos de esperanza, un renacer del verdadero espíritu de la democracia: servicio al pueblo sin exclusiones.

Pero, no se trata de copiar modelos. Los forjadores de la nación junto con quienes confirmaron sus anhelos republicanos en la gesta patriótica de 1856 y abonaron con su sangre una tierra digna y soberana, así como los constructores del Estado social de derecho que antepusieron su talante humanista al cálculo político e ideológico para sellar un pacto que vino a darle un rostro social a nuestro estilo de desarrollo, siguen siendo el cimiento sobre el cual levantar la nueva democracia costarricense de la inclusión, la justicia y la paz social.

Para impulsar esta nueva democracia existe en el país una ciudadanía política despierta, que sabe decir No. Lamentablemente, también una partidocracia dormida que padece de ostracismo. Esperamos que despierte antes de que sea demasiado tarde.


San José- Costa Rica
Sociólogo


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Álvaro Vega Sánchez (*)


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