La
derechización del presidente Mauricio Funes, en El Salvador; su
distanciamiento del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional, que lo llevó al poder, y su línea de acercamiento a las
posiciones de EEUU y de diferenciación de los gobiernos del Alba,
pueden ser la primera consecuencia en la región del golpe de estado
en Honduras, "legalizado" en unas elecciones con una
altísima abstención oportunamente desconocidas por los presidentes
de Mercosur en contundente declaración. Ustedes habrán visto como
en la reciente Cumbre Iberoamericana, en Estoril, se dividieron los
países respecto a Honduras, y a EEUU y Canadá se han sumado
México, Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, y ahora El Salvador,
con lo cual marca una nítida línea
diferenciadora.
Entre el
presidente Funes y el vice Salvador Sánchez Cerén y el coordinador
general del Fmln, Medardo González, se han hecho públicas las
divergencias, en torno a Honduras, Alba, Washington, Venezuela y a la
política educativa. El vicepresidente Sánchez ha sido
desautorizado dos veces, incluso cuando condenó las bases militares
en Colombia. Un comentario de radioprimerísima.com las resumía:
"En las filas de los exguerrilleros, devenidos en un poderoso
partido político de izquierda revolucionaria, son cada vez más
sonoras las voces que acusan de traición al
gobernante".
Sin
embargo, la dirección del FMLN es más prudente, por ahora sólo
ve divergencias en la política internacional, admiten que no
gobierna y confían en que tendrán una "relación
amigable". Parecen optimistas.
Funes no es
militante del partido, sino afiliado, una categoría desde donde no
se tiene acceso a cargos de dirección; sus diferencias son cada vez
más agudas, ya en octubre declaró en La Prensa Gráfica que
"me estoy separando del FMLN no porque esté distanciado
ideológicamente, sino porque cumplimos roles diferentes. No me debo a
los intereses del partido", y esperaba que sus funcionarios
"se despojen de la política
partidaria".
El
desenlace de la crisis hondureña no puede analizarse sin expresiones
como esas en el vecino país. El derrocamiento, secuestro y
deportación del presidente Manuel Zelaya el pasado 28 de junio, con
todas las características de violencia e ilegalidad de un clásico
golpe de estado, fue seguidamente asumido por el Congreso y el
tribunal superior, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y de la
misión y base militar de EEUU. A pesar de toda la condena universal,
de la ONU, la OEA, la Unión Europea, Alba, Unasur, Mercosur,
Caricom, y de la resistencia popular, las fuerzas golpistas pudieron
consolidarse, llegar a las fraudulentas elecciones del 29N y en enero
traspasarán el poder.
Desde el
28J la mayoría de los medios, la llamada "otra izquierda",
la derecha, el Pentágono, le dieron todo su apoyo. La presidenta
Cristina Fernández lo definió hace poco en la reunión de
Mercosur como un "golpe cívico mediático", y que
"debemos acostumbrarnos". Tendremos que discrepar, primero,
de su caracterización.
Es cierto
que fue en su esencia mediático en tanto encontró sostenido apoyo
de medios y agencias, y cívico porque dos poderes civiles lo
asumieron, pero obvió lo militar. Lo más preocupante es que dijera
que debemos acostumbrarnos, si se entiende por aceptarlo, resignados.
Aunque supongo que quiso decir que era un nuevo tipo de golpe y que
seguramente, dado el éxito que tuvo, EEUU lo aplicará más a
menudo.
Si ya lo
hicieron una vez, exitosamente, ¿no es posible que cuando Washington
y fuerzas de derecha internas en otro país lo crean conveniente y
posible, no lo intenten nuevamente? Por supuesto que sí. Es probable
que estas perspectivas hayan sido examinadas en el Comité Político
de la Alba, reunido en La Habana. No hacerlo sería darle la espalda
a esa amenazante realidad, expresión de una política que tiene
bases militares y una IV flota.
"La lucha debemos llevarla en forma de
Frente Unico, se necesita en ella de todos los elementos sociales que
declaran y hagan efectiva esa declaración contra el imperialismo
yankee"
A.C.
SANDINO
*Director de Últimas Noticias