El lunes anterior mi entrega se tituló “¿Crisis del periodismo, de periodistas o de ciudadanía?” y concluía que el periodismo, así como otras ramas del conocimiento humano, tienen poca vida propia pues se alimentan de buena parte de la filosofía de otros saberes, la ciudadanía entre ellos. Y que en la crisis o la estabilidad de valores humanos reside la clave de lo correcto o de lo que no lo es. Pues con dolor real, muy real, el viernes pasado esta tesis –al menos ante mí- se vio ratificada. Lamentablemente ratificada.
Ese 9 de julio, un conocido periódico de circulación nacional plasmó en primera página una aclaratoria. Ofrecía disculpas a usuarios y usuarias porque el día previo se había publicado “una entrevista que jamás se hizo”. Lo curioso del asunto me llevó a explorar qué había sucedido. Luego de indagar, supe que el origen del embrollo estuvo en una de nuestras importantes universidades; que una alumna de Comunicación Social, obedeciendo el requerimiento de su profesor, entrevistó a un no menos importante personaje de nuestro país; que omitió, durante la entrevista, algunas de las preguntas asignadas; que el reclamo académico era inevitable, y que en lugar de sincerarse y asumir el error no tuvo mejor ocurrencia que inventar las respuestas que como las preguntas no hechas, jamás quedaron registradas en la grabadora porque una y otra sólo fueron parte de “la entrevista que jamás se hizo”.
Es verdad que el docente también falló al publicar el material sin el consentimiento de la alumna, como se dice que ocurrió. Merece él una severa amonestación por parte de la directiva del diario pero ella, ¿qué la llevó a cometer tal sacrilegio? ¿es culpa del periodismo realmente esta aberración? ¿o acaso eso no es lo mismo que colearse en el Mercal, comerse la luz o tragarse la flecha? ¿acaso esta aberración no tiene que ver con los valores humanos o ciudadanos a los que nos referimos el lunes anterior y al principio de esta entrega?
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