La telenovela colombiana

No piensen que vamos a hablar de la especie de Show o sainete que montó el saliente gobierno colombiano en la pasada Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. Donde como los descarados blakamanes que embaucan a la gente en las plazas de sus pueblos, trataron de engatusar a América y el mundo con el cuento del apoyo del gobierno venezolano a las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Vamos a hablar exactamente de la telenovela colombiana.

Por artificios de la televisión y gracias a su imponente poder, la telenovela es hoy por hoy, uno de los más importantes y populares géneros literarios entre los pueblos en el mundo. Hija de la radio novela que llegó a nuestro medio a través de la radio difusión cubana. Memorables e interminables culebrones como “El derecho de nacer” fueron montados primero en radio y después en televisión. Siendo un medio que da para todo: educar, distraer, deformar, embaucar.

Género del que en su momento fue avanzada la televisión venezolana, principalmente la privada, con algunos exitosos intentos por parte de la televisora del estado. Producto también para la exportación, la telenovela venezolana “Cristal”, por ejemplo, llegó literalmente a paralizar la vida económica y comercial española. De pronto en algún viaje por nuestra América le preguntaban a uno si era del país de “Lucecita”, al saberse que éramos venezolanos.

Cultivada en casi toda la América hispanoparlante, desde México hasta la Patagonia, experimentó un hito con el boom de la telenovela brasileña. Comenzó la televisión brasileña a producir tal calidad en la temática, las actuaciones y especialmente producción, que se dio una verdadera revolución del género, un impresionante salto cualitativo. Ocupando nuestras pantallas y nuestras mentes con memorables producciones. Que difícilmente podrían repetirse.

Hasta este momento, la telenovela latinoamericana, no pasaba de ser una reproducción general del sistema de vida capitalista que la genera. Con sus matices, de acuerdo a la temática, folklore, tradiciones y costumbres de los pueblos y las clases dominantes, según la historia y las circunstancias.

Pero con Colombia se da una nueva revolución en el género, especialmente en el plano ideológico. La televisión colombiana experimenta importantes avances en la producción de telenovelas. Para empezar, las producen como chorizos y por lo general de satisfactoria calidad. Manejan con gran habilidad la cuestión de las costumbres, la extracción de personajes populares, históricos o tradicionales en el marco de una amplia gama de temáticas, con cada vez mejores actuaciones. Haciendo acopio a buen seguro de un rico e intenso teatro popular desarrollado en las últimas décadas y al calor de su agitada y conflictiva vida política y social.

Hay que reconocer que en Colombia y particularmente en sus telenovelas de más reciente factura, el lenguaje mediático de la dominación imperialista se cualifica de una manera impresionante; en sus producciones está mucho más presente y con mayor claridad el mensaje político. Su sociedad y sus contradicciones se plasman de una manera nítida, tanto como mensaje para su propio pueblo como para los vecinos consumidores del producto. Los poderosos íconos de una subcultura, donde la ilegalidad y el delito son verdaderos valores sociales. Donde la sociedad es controlada por una retardataria y rancia oligarquía, sobre una mayoría sujeta al dominio de esos valores.

Me atrevería a decir que hoy en día es Colombia el más grande exportador de telenovelas de América Latina. Después de tímidos pero exitosos intentos como lo fue la vida del cantautor Rafael Escalona o la ficción de Las Juanas, ya se puede hablar de una invasión de la telenovela colombiana en nuestros países. Entonces terminamos identificándonos y hasta sufriendo por las angustias de héroes del hampa como “El capo” ó una sicaria de alta estofa llamada “Rosario Tijeras”. Todo ello con la permeabilización de nuestras comunidades hacia una cultura exacerbada de la violencia urbana, con el exclusivo sello:”Made in Colombia”. Una cultura urbana fuertemente cargada de “la verraquera de las verraqueras” de los infravalores de la cotidianidad delictiva del hermano país.

Allí tenemos una importante forma de penetración cultural e ideológica que sirve de vaselina a la considerable y peligrosa presencia del paramilitarismo. Pero hablemos de un caso específico que reúne importantes elementos de politización y es vista por millones de venezolanos.

Una producción colombiana que actualmente se transmite por la televisión de nuestro país se titula: “A corazón abierto” y es una excelente adaptación de la serie norteamericana:”Grey´s Anatomi”. La producción vecina logra aclimatar excelentemente las historias de un importante hospital gringo a la realidad colombiana, con historias de una dinámica y sabor emanados de la cotidianeidad y manera de ser de este pueblo. Con muy buenas actuaciones, logran un trabajo de admirable calidad. Digamos que con muy buen pié, se latinoamericaniza la exitosa serie norteamericana.

Se trata de un enorme hospital privado, El Santa María, donde se recibe a los médicos recién graduados para capacitarse en la práctica con las mejores eminencias en las diferentes especialidades. Hospital ó Clínica privada donde nunca se ve a los pacientes pasar por la taquilla. Donde a pesar de su condición de institución privada, la gran mayoría de su personal, médico en particular, ostenta una notable sensibilidad social. Sensibilidad que choca permanentemente con la mentalidad del Administrador, el Dr. De la pava, personaje entre cómico y patético, quien siempre les está respondiendo que aquello no es una institución de beneficencia, para resultar por lo general los nobles corazones de los galenos saliéndose con las suyas.

De la pava es declaradamente santanderista, con un gran cuadro del taimado prócer en su oficina, al cual habla permanentemente. Llegando en su momento a acusar de bolivarianos a quienes se oponen a sus mezquinas y torcidas actitudes. Allí hay un elemento expresa y marcadamente político que tiene que ver con las raíces históricas del conflicto social colombiano. Y con nosotros.

Quién sabe de dónde vendrían las “sugerencias, “presiones” u “orientaciones” para que se le dedicaran algunos capítulos de este excelente trabajo a la propaganda contra la insurgencia armada revolucionaria. Porque obviamente la parte dedicada a denigrar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, por su mediocridad y ramplonería no se compagina para nada con la calidad general de la producción. Un grupo de los médicos protagonistas asisten convocados por el ejército, para unas jornadas de atención social entre comunidades campesinas. Por una desobediencia a los efectivos que los custodiaban dos de los galenos caen en poder de un grupo de guerrilleros.

Aquí es donde los realizadores literalmente “la embarran” para hablar en su lenguaje. No porque atacaran a las guerrillas, sino por la forma tan estúpida de hacerlo.

Como en las viejas películas del cine gringo sobre la guerra en Corea. Con todos los aportes de las fuerzas militares para las que se hacía el montaje. Después de presentar unos soldados del ejército nacional, ordenaditos, bien organizados y excelentemente equipados. Jóvenes de mirada limpia y sensata, sanos. Nos presentan a unos guerrilleros torpes, desorganizados, sucios y comandados por un déspota a quien para nada interesaba la vida de sus compañeros heridos. Unos loquitos que actuaban sin arte ni concierto, despavoridos ante el fuego enemigo, de quienes los arrojados galenos logran escapar gracias a la traición de un negrito, quien todo desarrapado y decepcionado de varios años entre la guerrilla decide desertar, salvándolos de una muerte segura y aprovechando al mismo tiempo para lograr la libertad que supuestamente le otorgaría “la seguridad democrática”

Cualquiera con dos dedos de frente. Cualquiera de estos pueblos que despiertan. Cualquiera de esos millones que hacen mayoría y se abstienen permanentemente ante las farsas electorales de Colombia. Cualquiera de la gran mayoría de nuestros pueblos que cerramos filas por el cambio social y la integración latinoamericana. Lo que nos da es risa este deplorable sainete. Cuando hablamos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, estamos hablando de un ejército popular insurgente que además de llevar medio siglo construyendo poder popular revolucionario, ya va para una década resistiendo la más feroz arremetida del más gran poder militar de todos los tiempos. A quien esto no le merece respeto no se está respetando a sí mismo.

Tan solo habría que imaginarse la calidad de seres humanos, la talla de hombres y mujeres, lo mejor, lo más lúcido y más avanzado de un pueblo, es lo que conforma esta expresión de la vanguardia revolucionaria. La insurgencia revolucionaria es lo mejor del pueblo en armas.

Resulta lamentable que un trabajo de esa calidad lo embarren con semejante plastrón. Por supuesto que se puede estar en desacuerdo, inclusive frontalmente en contra, pero esta parte del “Corazón abierto” no es más que un gargajo al cielo. ¿Cómo así parceroooo?


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Edmundo Iribarren

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