Es un lugar común decir que las tecnologías y en particular las aplicadas a la comunicación mediática no son por sí mismas ni buenas ni malas sino que responden al uso que se le den. También repetiríamos al señalar que los medios de comunicación privados en Venezuela actúan desde una determinada intencionalidad política, apalancando los objetivos de sectores sociales específicos y defendiendo una distribución del poder represada en pocas manos. Y redundaríamos al denunciar que actúan desde el principio de “espectacularizar” la información, supeditando muchas veces la veracidad a la inmediatez, especialmente cuando se busca deslegitimar al Gobierno Nacional, como en el caso de la reciente e infundada denuncia del Diputado de AD Williams Dávila sobre un supuesto brote de “sigatoka negra”, enfermedad que según él afectaba haciendas ubicadas en la región del Sur del Lago y de lo que mostró “pruebas” difundidas ampliamente por muchos medios de comunicación: fotos de platanales dominicanos copiadas de una página de internet.
Lo que no puede ser un lugar común y menos aún propiciar es que desde el propio Gobierno Nacional se generen condiciones para la desinformación o la especulación tal como sucedió la semana pasada con la ya demasiado célebre Resolución 014 “Sobre Ambientes Libres de Humo de Tabaco”. Haciendo un uso constructivo de la crítica, no es que no se haya podido incurrir en una humana equivocación al publicar la Gaceta Oficial, ello está en el margen de lo posible. Pero lo que si resulta injustificable es que durante los 5 días en que la Resolución se aprobó, se derogó y luego se ratificó, no hubo información oficial y oportuna sobre ninguna de las decisiones que se fueron tomando, hasta que el miércoles pasado la Ministra Eugenia Sader ratificara la Resolución, justificándola al enmarcarla en el cumplimiento de las Metas del Milenio. Mientras duró la desinformación, los sectores políticos adversos al Gobierno Nacional hicieron de las suyas, aprovechando políticamente la situación para deslegitimar las gestiones del Estado.
Conociendo los objetivos de la canalla mediática, abrir brechas y justificaciones para que actúe a sus anchas, es un error estratégico. Reconozcamos esto, rectifiquemos en lo necesario y no repitamos las fallas. El momento político así lo exige.
