A la vez, fue una demostración
concreta de diversificación en el uso de las concesiones televisivas
frente a las prácticas concentradoras y las pretensiones hegemónicas
de familias y élites que se creían con el derecho cuasi divino de
manejar a su libre albedrío un bien nacional como lo es el espectro
radioeléctrico, camino al cual se avanzó con paso firme entre acusaciones
de vulneración de la libertad de expresión e interpretaciones tendenciosas
de las leyes sobre la materia, desde donde se soportó un discurso afectivo
y manipulador orientado a mantener en el poder mediático a unas minorías
que mantenían cerradas las puertas a una comunicación inclusiva y
de servicio público.
Cabe analizar pasados estos
años, cómo y en cuánto se han logrado las altas metas que se trazó
TVES, conscientes que décadas de alienación mediática no se borran
en tan breve plazo. Son grandes esfuerzos por producir un nuevo tipo
de programación, con discursos emergentes orientados a promover valores
humanistas y trascendentes y aún más grandes los que deben seguirse
construyendo, para consolidar el cambio que se propuso desde sus inicios.
Mayor apoyo a la producción
nacional –articulada al resto del Sistema Nacional de Medios Públicos-,
más espacios para que las comunidades construyan protagónicamente
sus formas de comunicación, apertura para fortalecer la construcción
de una nueva ética y estética de los discursos mediáticos y permitirse
las oportunidades de tomar lo bueno de la comunicación mediática y
hacerlo aún mejor, son algunas de las recomendaciones que me permito
hacer a TVES para que en los muchos cumpleaños por venir sigamos celebrando
el logro de las nobles metas que marcaron su génesis.
¡Feliz cumpleaños TVES!