Todos los escuálidos que conozco, incluyendo algunos familiares, me tildan de “caso perdido”, argumentan que siempre fui socialista, perdido en la carretera, ya que desde chamo no dormía leyendo “literatura subversiva” de todos esos autores “raros”. Siempre esperé que llegara la revolución; estoy convencido por tanto de que éste es el camino, me siento contento de estar transitándolo por fin. Por sobre todo soy antiescuálido, me fascina señalar sus contradicciones, intentar analizar su alienación, sus cositas nice, persuadirme cada vez más de que siempre fue algo innato: nunca quise ser como ellos.
Creo que en estas cosas me parezco a muchos otros panas. Estoy persuadido, sin falsa modestia, que somos lo que llaman por ahí el voto duro del proceso. Por tanto no es que esté escribiendo sobre mí, sino más bien caracterizando el grupo al que pertenezco desde que estaba en el liceo. La oposición nos conoce, de hecho ya en el 2007 circularon libremente en la web la lista “Patriotas en las Mesas”
Ahora, lo que me da vértigo, angustia, un vacío en el estómago, arrechera sorda, stress es tener que sufrir matavotos en la empresa de estado en que trabajo; señalarlo, denunciarlo, y por ello ser aislado, degradado impunemente por ellos, sin que pase nada; sentirlos burlarse a mis espaldas de mi trayectoria laboral de tantos años, hacer mofa de mi nivel académico, convicciones políticas, de todos los panas voto duro como yo. Me da toda esa vaina además cuando los observo exhibir con desparpajo todos sus valores cursi-escuálidos, eso sí, con franela y cachucha roja- todos sabemos aquí a cuáles valores me refiero, los han mencionado en este foro muchísimas veces, sobre todo Carola y los Robertos- me da taquicardia verlos descomponer el proceso desde adentro, pudriéndolo es la palabra; saberlos infiltrados por la derecha, o por mafias del “partido oportunista” con cuyos intereses se identifican, observarlos esperar estratégicamente el momento oportuno para por fin saltar en público la talanquera.
Pero, por sobre todo, lo que desalienta, desmoraliza, es no tener argumentos para explicar a mi familia y allegados por qué el proceso no ha logrado librarse de estos bichos que siguen proliferando por todas partes, y principalmente, por qué nos termina dejando así, a su merced.
Estamos por fin en Revolución. Tengo fe en que estas cosas se corrijan antes de que sea muy tarde. Es necesario identificar la situación laboral de los patriotas de aquella lista y cerciorarse de lo que he estado afirmando. A mí no me quiebran, pero es probable que sí a otros cuya fe en el proceso es más frágil: si lo que nos pasa a nosotros, los duros del proceso, llegara a afectar la motivación electoral de quienes nos aprecian, entonces estaríamos ante el riesgo de dar ventaja a la derecha el 7 de octubre.
Con Chávez todo, sin Chávez el desastre.