Las contradicciones son al análisis marxista, como el agua al pez. Cualquiera que se haya aproximado al marxismo, así sea por encimita, sabe que la lucha de clases, al igual que la dialéctica y la lucha de contrarios son algunos de los principios metodológicos legados por Marx y Engels para realizar la crítica a la economía política de las sociedades modernas.
La contradicción madre o la más importante de todas nace de las relaciones de producción entre El Capital y el Trabajo. De acuerdo con la visión marxista, la fuente de toda riqueza no reside en el capital, sino precisamente en el trabajo; mientras que la ganancia proviene de aquella cantidad de trabajo asalariado no remunerado, que es de donde en definitiva nacen el plus trabajo, el plus valor y la plusvalía.
Con las variantes propias del devenir histórico de los últimos 150 años, las categorías de análisis del marxismo han dado pie a innumerables investigaciones, teorías, planteamientos y adaptaciones; acertados unos, incorrectos otros, pero lo cierto es que en esencia las denuncias efectuadas por Marx y Engels mantienen una vigencia pasmosa, sino veamos como se han agravado hasta límites vergonzosos las condiciones materiales de explotación, depredación y saqueo, no sólo del hombre por el hombre, sino del hombre contra su medio ambiente.
Estos escasos 150 años de capitalismo, industrial primero, luego transnacional globalizado y actualmente especulativo y de casinos financieros, representan apenas un tris en los tiempos del planeta. Es asombroso pensar que en un abrir y cerrar de ojos el hombre haya sido tan efectivo para destruir, depredar y alterar los equilibrios naturales de la Tierra, colocando entre la espada y la pared no sólo al ser humano como especie, sino a todos los demás seres vivos.
En la República Bolivariana de Venezuela, realizamos un esfuerzo titánico por subvertir el orden y las lógicas de El Capital. Ciertamente, en una economía subdesarrollada, altamente rentística (dependiente del petróleo), la quijotada ha sido particularmente cuesta arriba, sobre todo por la nefasta herencia cultural de nuestro pasado colonial. Sin embargo, en esta década se han obtenido logros contundentes, sobretodo en materia social.
Además, hemos ganado varias batallas cruciales en la lucha contra la pobreza, el hambre, el analfabetismo y la exclusión. Pero las perversiones del capitalismo siguen intactas en muchos ámbitos. Un ejemplo concreto es el de la comunicación social: a la tragedia de una política comunicacional inconsistente, nada oportuna y sin identidad propia, debemos sumar el tremendo dislate de dar a comer a nuestros verdugos.
En un ejercicio muy propio de la fábula de Sísifo, a esos medios de comunicación que quisieron comernos las entrañas y que no han cesado un instante en la campaña sistemática, desleal, mezquina y negadora de cualquier acierto, los hemos premiado con pródigas pautas publicitarias. Y no son migajas lo que les damos, es puro lomito tierno. Solamente para el año 2013, según estimaciones del Grupo Editorial Producto (El Mundo, 09/11/12), la inversión en publicidad se estima que crecerá de Bs. 7.100 millones a Bs. 8.000 millones (Bs. 8 billones de los anteriores, es decir 8 millones de millones). Una suma bárbara, descomunal, equivalente al situado constitucional de varios estados pequeños y adivinen qué: El principal anunciante por encima de monopolios locales como el Grupo Polar o gigantescas transnacionales como Procter & Gamble, Colgate Palmolive, Telefónica, Nestlé y Unilever Andina es, nada más y nada menos, que nuestro Gobierno Bolivariano y Revolucionario. Sí señores al final del día a eso se resume nuestra política comunicacional: Soltamos el chorro de billete y engordamos a la bestia mediática. Así aceptamos sus códigos, su chantaje y su falta terrible de creatividad, mientras tanto Conatel se mira el ombligo.
Y uno se pregunta: ¿Qué fue de los medios comunitarios y de la producción nacional independiente?, será acaso que debemos asumir esto como algo natural, en el marco de las contradicciones de un modelo que no termina de nacer y otro que se resiste a perecer. Abramos también este debate compañeros y compañeras, porque sino somos capaces de subvertir el orden ideológico impuesto por la maquila comunicacional, el futuro de la revolución no luce nada bien, es más no luce.
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