Al Ministro Villegas

Amigo Ernesto Villegas Polljak

Ministro del Poder Popular para la Información y la Comunicación

Sólo una vez me he dirigido a Ud. por este medio, fue, no hace mucho tiempo, en la ocasión de su designación al frente de ese despacho. Entonces, hice público mi regocijo ante lo que considere un acierto del camarada Chávez por las razones que allí, en ese artículo, quedaron expuestas. Esta vez, mi entusiasmo no es tanto, al punto de preguntarme si acaso no fue un apresuramiento de mi parte el haberle felicitado por el recién adquirido cargo, responsabilidad que, de alguna manera, considero crucial para mantener y profundizar el proceso que vivimos y, de alguna manera también, “padecemos” todos los venezolanos

He leído con perplejidad la información emitida por Ud. y por el vice-Presidente Maduro, por medio de la cual queda establecido ante las comunidades el nuevo Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (SiBCI), de la cual, para mí, sólo fue relevante la promesa de distribuir megáfonos en el marco de la idea de que “es el pueblo organizado con diversos instrumentos de trabajo, en función de fortalecer la comunicación popular en revolución, quien enfrentará las agresiones mediáticas de los enemigos de la Revolución Bolivariana ". Digo relevante no por importancia como por lo folclórica. Aquí entre nos, camarada ministro, ¿de verdad usted cree que así se revolucionan los medios de comunicación del estado venezolano, que con un megáfono es como ha de participar el pueblo en esta revolución? ¿Está usted convencido que esa es la solución para solventar la ineficacia de los medios oficiales para estar a la altura de una Revolución que se pretende socialista?

Quisiera creer que eso no es más que una estratagema para ganar tiempo, mientras se pulen detalles de otro plan –ese sí inteligente y verdaderamente revolucionario- que resolverá de una vez por todas, ese que ha sido el dolor de cabeza del Presidente Chávez a lo largo de 14 años: un sistema de medios públicos que sea un poderoso instrumento de lucha ideológica sobre el cual descanse el peso de una revolución que se dice pacífica, porque de no ser así, créame amigo Villegas, no podría ser tan tolerante en aguantar las carcajadas que esta información ha provocado en las filas de nuestros enemigos. A no ser que allí mismo esté la maravillosa estrategia de hacer desaparecer a la oposición matándola, pero de risa, me inclinaría a pensar que es el alto gobierno el que está disfrutando de una tomadera de pelo que nos ha hecho creer que es así, pegando lecos en el barrio con un megáfono, cómo vamos a vencer al enemigo.

No se reduce a un megáfono el arsenal de las novísimas herramientas populares de combate que se nos facilitan, hay otras. Tan brillante como la información de la implementación del SiBCI, es el texto de Iván Padilla Bravo que escribe en este medio para vendernos la idea del SiBCI, no solo para ponernos al tanto de que además de megáfonos se entregaron bateas y “otros medios tradicionales” (creyones de cebo, me imagino) sino además para tratar de convencernos que no debemos “subestimar ningún medio, rescatar aquellos que se habían dejado en el olvido y potenciar los nuevos, marcando esfuerzos en la independencia tecnológica”. Pero para dejar establecida esta tan contundente afirmación nos obsequió previamente unos ejemplos, que la desmienten de cabo a rabo, si no es que la ignorancia lo lleve a creer que la imprenta era para entonces una herramienta obsoleta, ya olvidada y que no creaba dependencia tecnológica.

La propaganda y la agitación no son para mí extrañas, mis modestos aportes al movimiento revolucionario de los 70 y 80 se afincaron en esas áreas, y siempre en la orientación de utilizar los métodos y herramientas más modernas y eficaces que pudiéramos disponer y utilizar y combatir la tendencia a considerar que mientras los resultados tuvieran la apariencia de mayor pobreza y marginalidad, iban a ser más populares y aceptados por “las masas”. Jamás pensé que esta fuera la orientación oficial, que en los momentos de mayor tensión del proceso, emanara del Gobierno Nacional y menos, por supuesto, que una persona como usted, señor Ministro, fuese uno de sus artífices.

No sé si de los otros miembros del gobierno, pero de usted sí esperaba mayor sensatez y verdaderos planes que transformaran radicalmente el problema de la comunicación e información, primero porque es un competente profesional del medio y segundo porque cuando hay afinidades ideológicas se tiende a exigir más de lo debido. En todo caso sé, para su descargo, que usted no lo decide todo, que sobre sus hombros no descansa toda la responsabilidad, pero tampoco pensé que era persona de integrarse fácilmente a un mediocre mecanismo que perpetua prebendas y posterga salidas ciertas y efectivas.

¿Qué pasará con los medios públicos, cuántos millardos serán necesarios para mantener esa vitrina donde siguen promocionándose individualidades en una explosión delirante de egos desbordados, donde se incita al consumismo de la tecnología electrónica de punta, donde, por seguir el patrón de las televisoras capitalistas, se satura de información al televidente con tanto ruido visual en la pantalla de los noticiarios, donde la imaginación no da para más que repetir los programas de las televisoras privadas, donde no hay ni por asomo alguien que haga un seguimiento para corregir tanto dislate, lugares comunes, muletillas, memes, etc., en fin, por donde nos acercamos cada día más al capitalismo y nos alejamos del socialismo?¿Estaría Pirela, Mario y Tania dispuestos a ceder a las comunidades los programas que tienen a cambio de los megáfonos y bateas que les da el gobierno? ¿Qué te parece Iván si tú te vas a los cerros a hacer labor comunicacional, “avanzando” megáfono en mano?

No pretendo convencer a nadie que la participación popular sea la panacea de todos nuestros males y que las anteriores propuestas sean válidas, pero estoy convencido que empezaremos a enmendar entuertos, que la permanencia y profundización de este proceso sólo se garantizará cuando se haga efectivo el ofrecimiento de que esta revolución es de la gente y la hace la gente, que su protagonismo como colectivo organizado es real y no un demagógico ofrecimiento de campaña electoral, que el gran problema de la comunicación e información de los medios oficiales de este país no radica en la repetición alienante de los logros alcanzados y que no tengamos en nuestros barrios megáfonos (que sólo beneficia a quién le dieron los dólares para su importación) y bateas, sino que está cerrado al pueblo, que las radios y televisoras no pertenecen a su verdadero dueño: el pueblo, que este sólo participa como ente pasivo y consumidor. No sin razón nos llaman usuarios y usuarias.

Saludos


Jutor2000@gmail.com


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Juan Torres Rodríguez


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