El desastre que está sufriendo el Estado y el pueblo venezolano con el sabotaje y la especulación por parte de la burguesía es tan dañino, que estos han perdido, en apariencia, la facultad de sentir y reflexionar, cual si estuviesen acometidos de vértigo. Es natural que el insondable espíritu de patraña de la mafia amarilla procure por todos los medios abrumar con el peso de la responsabilidad directa del desastre al Gobierno que con voluntad intenta evitar la catástrofe prevista, al acusarlo como responsable y apoderarse del arma de la justificación moral.
En las esferas de los medios de comunicación tanto audiovisuales como escritos es costumbre citar a tales medios como un “Gran Poder” dentro del Estado. No es posible negar que su importancia sea verdaderamente inmensa. Apenas si se los puede exagerar; pero su misión la utilizan en manipular a las muchedumbres; cuando realmente su función es educar. Al Estado y la nación les interesa fundamentalmente que el pueblo no caiga en las garras de estos malos medios apátridas, ignorantes o de aviesas intenciones. Por consiguiente, se debe vigilar la influencia que ejercen sobre el pueblo, evitando que la misma sea encarada erróneamente, cumpliéndole también seguir de muy cerca sus actividades en particular, porque su influencia es la más poderosa y penetrante de todas, ya que su acción no es transitorio sino continúa. La inmensa importancia de los medios de comunicación reside en la uniformidad y persistente repetición de su prédica. Si el Estado tiene un deber que cumplir, él, consiste precisamente en no olvidar que todo lo que haga, sea lo que fuere, no puede tener sino una única y exclusiva finalidad; en no consentir, deslumbrado por los fuegos fatuos de la “libertad de prensa”, en que se lo lleve por extraviados derroteros ni en que se le persuada para que olvide sus obligaciones y permita la retención de los víveres que la nación necesita para conservar su bienestar. El Estado debe empuñar las riendas de este instrumento de educación popular con absoluta determinación, poniéndolo al servicio de las mayorías y no de un grupo determinado.
Lo que la llamada Prensa Liberal hace es cavar la fosa de la nación y del Estado. Nada decimos acerca de estos embusteros medios; para la vida de éstos, la impostura es tan necesaria como el aíre que respiramos. Su sólo objeto estriba en quebrantar la resistencia nacional y popular, a fin de preparar al pueblo para la esclavitud del capitalismo internacional y sus amos el imperialismo.
¿Qué hace el Estado para impedir este envenenamiento colectivo de los venezolanos? ¡Nada, absolutamente nada! Algunas débiles advertencias, algunas multas por ofensas demasiado extraordinarias como para ser toleradas, y nada más.
La defensa del pueblo emprendida por el Gobierno en aquellos días terribles de abril del presente año contra la prensa (dominada principalmente por la burguesía) que corroe lentamente a la nación, careció de decisión; y, peor todavía, no tenía ningún propósito fijo. El entendimiento de los funcionarios del Estado no acertaron ni a calcular la importancia de la lucha, ni en la elección de métodos ni en la concepción de un plan preciso. En todo procedieron con torpeza, cuando experimentaban el escozor de una diatriba excesivamente biliosa, no suspendieron a ninguna de aquellas víboras periodísticas, permitiendo, no obstante, que en el nido de serpientes reinase la misma paz de siempre.
El tono de los medios de comunicación está destinado a conquistar las simpatías de aquellos, sobre los que estos medios ejercen poderosa influencia. Algunos, al paso que evitan cuidadosamente toda dureza de lenguaje, tales órganos emplean otros vehículos para inocular la ponzoña en el corazón de sus lectores. Mediante una mezcla de encantadoras expresiones embaucan al pueblo, haciéndole creer que el conocimiento puro y la verdad moral son las fuerzas que guían sus acciones, cuando lo que efectúan en realidad no es otra cosa que tejer una astuta trama con el fin de apoderarse de un arma que pueden usar contra el Estado.
La tendencia a conformarse con medidas anodinas constituye el síntoma de la decadencia interna, a la cual seguirá tarde o temprano el desastre nacional. Creemos que el pueblo, si se le conduce con acierto, dominará más fácilmente este peligro. Ellos han soportado ciertas experiencias a propósito como para encallecer los nervios de cualquier individuo que no hubiere pasado totalmente por alto el significado de las mismas. Es indudable que un día u otro la mafia amarilla gritará con estridencia desde su cubil; esto ocurrirá cuando sentemos la mano en su adorado nido para acabar con el empleo desdichado de los medios. Y una vez que este instrumento de educación se encuentre en manos del Poder popular y haya dejado de pertenecer al extranjero y a los enemigos del pueblo, me figuro que nuestra juventud, los sentirán pesar sobre sus hombros mucho menos que nosotros sus padres.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!