Hay un grupito de “colegas” del periodismo que, sin vergüenza alguna… y con cierto grado de orgullo y banalidad, han asumido, configurado y promovido perversamente una suerte de mención extra academia y de facto: “El palangre”. Para ellos cobrar por afirmar algo –aun siendo mentira-, ocultar una verdad, tergiversar una información o imponer una falsedad como cierta, es natural. Lo importante es cobrar. Y mientras mayor y más consecuente sea la tarifa, más cizaña habrá en el comentario emitido. Esta desviación del oficio de “Comunicador Social” en Venezuela tiene, desde mi punto de vista, dos causas fundamentales: por una parte, la sustitución de los conceptos éticos por los “enlatados gerenciales y mercantilistas” impuestos desde las escuelas norteamericanas a nuestras universidades.
Y por la otra, sin duda, la carencia intelectual del “palangrista”. Ese al que le importa poco que lo reconozcan como tal, porque ser esclavo de intereses ajenos lo mantiene libre de deudas económicas. Ellos no tienen idea de las deudas morales. Estos “pranes del periodismo” (decirles mercenarios sería sobrestimarlos) solo tienen la vaga y difusa idea de que la ética es un asunto de “izquierda trasnochada”. Y reafirmo que son unos “pranes”, porque este tipo de delincuente es el que se vanagloria con su delito, es al que le interesa que lo reconozcan, porque este reconocimiento lo cotiza por tanto le atrae clientela.
Aunque, a veces creo que, si bien el “pran de las cárceles” busca que lo reconozcan como tal, el “pran de los medios” es más reconocido por la estupidez de no saber –ni siquiera- disimular su delito. Y nuevamente reitero… digo delito porque eso es la difamación, el vilipendio y la simulación de hecho punible, entre otras faltas penales cometidas por estos autores materiales del “palangre”. Son tan estúpidos que, ante la presión del que paga, se ponen en evidencia y muchas veces se destaca más en sus publicaciones la flagrancia del “palangre” y la “olla” montada para difamar a quien por encargo es blanco de sus bajezas, que lo que quieren “sembrar” como noticia. Son esclavos hasta de su infundado ego, creyendo que son reconocidos profesionales porque trabajan o trabajaron en un medio que tiene mucha circulación, tiraje o teleaudiencia. Sin percatarse que apenas son piezas de dicho medio al servicio de quien contrata… pero sin voz, ni voto. Y mucho menos reconocimiento. Por lo general terminan –como chivos expiatorios- fuera de estos medios por “palangristas”.
Con la eliminación de la cárcel de Sabaneta los “pranes del periodismo marabino”quedaron a sus anchas para extorsionar… sobre todo a los políticos y funcionarios públicos. Y digo sobretodo porque aunque les asombre, también chantajean a empresarios y particulares. En Maracaibo, ésta práctica delictiva ha venido en aumento en los últimos años. Sobre todo porque con la llegada de Chávez y la Revolución Bolivariana los “palangristas” que, antes eran botados de los medios al ser descubiertos, ahora más bien son promovidos. Son dos las razones: una porque el medio los convierte en instrumento de sus intereses político-empresariales en contra del gobierno y otra porque estos tontos útiles compensan el miserable sueldo que reciben con el cobro de la vacuna a sus víctimas. Así, el “palangrista” gana más y el medio paga menos… y todos felices.
Como el “bachaqueo”, la gestoría en el Seniat y el Saime… y el “Cadivismo”, el “palangre” es proporcional al número de funcionarios y políticos corruptos que por alcanzar un ascenso, mantenerse en el puesto o no ser delatados contratan los servicios de un “palangrista”. Pero desde la génesis del “palangre”, la oferta siempre ha sido mayor que la demanda y esto ha sido la maldición de los “palangristas”, porque el contratante queriendo cubrir todos los frentes, los contrata a todos… imponiendo una tarifa oligopólica que, si bien supera el salario de los medios, tampoco es que da para vivir como Miguel Cabrera. Eso queda para los testaferros quienes también son delincuentes… pero discretos, cautelosos, prudentes, menos imbéciles y mucho mejor pagados. En esta dinámica los autores intelectuales del “palangre”, no solo pagan a los que están en los medios, sino que han financiado periódicos, emisoras de radio, televisoras, “productores independientes” (que solo son independientes del Estado pero esclavos de quienes les pagan) y medios digitales. ¡Claro! Cuando el Capo salé del juego porque perdió el cargo… o porque lo imputaron y se fugó, el “palangrista” cae en desgracia.
Al final, el “palangrista” termina con el alma en propiedad del Diablo… enlodado, señalado dentro y fuera del gremio, con un carro que nunca hubiera podido comprar con el sueldo de un medio… pero que al perder el contrato tiene que vender para sobrevivir. Y en una casa o apartamento de clase media para abajo… hipotecada a un banco. Y, como un perro sarnoso, lo único que le queda es el desprecio y rechazo de sus víctimas, el de sus antiguos dueños, del gremio y de todo el que lo conoce. En Maracaibo el jefe de los “Pranes del Periodismo” se llama: Darwin Chávez… Can Cerbero del Capo prófugo Manuel Rosales. Menos mal que se creó la “Misión Nevado”.
El palangre como fuente.doc