Periodismo. El acto miserable

Mucho se ha hablado y dirimido en Venezuela y en el mundo sobre el verdadero rol y función de la comunicación. La comunicación como fenómeno de vida puede ser colocada en diversos contextos, adecuándola a un rol especifico sin desvío de las diversas teorías definitorias. Cada trama con su particular forma, pero que en fin buscan adecuarla al momento o circunstancia en la cual se encuentran los factores, que la usan, como una herramienta para lograr un propósito. La comunicación de forma general requiere preparación, es decir la comunicación en cada momento circunstancial significa un proyecto, con un objetivo, con unos valores, con unos operadores.

En el siglo XXI la comunicación es un arma. Hartos están los estudiosos de los ejemplos y realidades; países, personajes, continentes, credos, etnias y otras formas de vida destruidas, derivadas de la cruel guerra llevada a cabo con la comunicación usada como arma. Al parecer la guerra comunicacional o donde la comunicación es el arma, ha causado más daño y más desgracias que el final nuclear de la segunda guerra mundial. Ella es el arma mejor utilizada, con rasgos inofensivos y con una diabólica hipocresía hablada o mostrada en imágenes.

El arma más usada en el mundo y con los soldados mejor preparados. Contingentes de periodistas o comunicadores dispuestos a sacrificar la verdad, la honestidad, sus conciencias, sus paisanos y sus patrias. Con el único fin de servir a sus propios dueños, con mucho egoísmo, acompañados de delirios de científicos sociales y últimamente científicos políticos. Así como servir a un empleador o a un futuro empleador para asegurar un salario o prebendas materiales a costa del caos en la sociedad y sangre inocente de personas.

Para desgracia venezolana, hoy vemos estupefactos, como, periodistas y comunicadores reptan arropados en la hipocresía e ignominia, cómplices del caos y la anarquía, que hoy amenaza la sociabilidad nacional con la muerte en el desenfreno. Inmoralidad vestida de palto y corbata, maquillada y peinada, de sonrisa y picardía, con luces y cámaras que mueven las muecas de satisfacción al anunciar cierres de vías e incendios de panaderías; citando donde será la próxima guarimba; el llamado y el aupado de la barbarie, delante de las cámaras. Contando las lamentables muertes anunciadas un día antes en la red social global. Satisfechos con la destrucción puntual producto del foquismo pero magnificados para mentir y crear escenarios dignos de intervenciones foráneas. De sus amos ideológicos y utópicos, en el cosmos de sus deseos.

Bordean los periodistas con sus cámaras y aparatos al guarimbero, a la posible víctima, este será el más osado, el más cojonuo, listos ellos para retratar en primera fila la dantesca escena de una muerte buscada y encontrada. La sangre corre, los muertos son llorados con su tristeza respectiva, pero en la mente mediática cada muerte es una esperanza, una ganancia, es punto a favor; para el golpe, para la OEA, para la invasión, para la renuncia, para la calle, para el caos, para la hipocresía, en fin, hay que hacer reír a los gringos. Parece crónica para película, pero es una realidad periodística que avergüenza y se vive aquí en Venezuela.

Mentir para un periodista ya es; como robar para un ladrón. Consejas y manuales de ética son pisoteados y quemados por sus propios juramentados practicantes. La discriminación en general forma parte de la moda mediática. La omisión de la veracidad es concurso para lograr figurar entre la farándula politiquera e internacional. En Venezuela los periodistas esconden delincuentes con sus posiciones, sus anuncios, sus omisiones y sus noticias. Son celestinas de la muerte de un país, así también de la juventud, de la política real, de las doctrinas cristianas, de los pobres. Son culpables de la muerte de la educación en la comunicación, del fomento del terrorismo diseñando su disfraz. Su elipsis ante el uso de niños en los actos de terrorismo público es aberrante. Se han convertido en depredadores de consciencia. Se niegan a ser buenos ejemplos para los futuros comunicadores.

La complicidad del periodista venezolano en la destrucción nacional raya la miseria personal. Son jefes de pandillas terroristas, cómplices de la violación de la constitución nacional. Esto no es extraño ya que en 1999 se opusieron a su aprobación en su referendo. Ni siquiera son dignos (estos cómplices) de la lastima social. Miremos por un momento el medio oriente (teoría de los 5 países árabes) fueron naciones envidiadas por sus formas sociales y logros humanitarios, pero fueron asediadas, corrompidas, acosadas, y algunas ya no existen como naciones compactas y todo gracias a la práctica comunicacional de algunos periodistas y sus casas editoriales o mediáticas. El mismo comportamiento o moda circunstancial comunicacional pasa hoy en Venezuela y su fin es el mismo del de libia, Irak y otros.

Si hay buenos periodistas en Venezuela pero son opacados o reducidos en los medios. Los malos y miserables están ganando la batalla en este arte, y es a lo que me refiero en esta corta deliberación. Confió en Dios que resurjan en el tiempo por venir mejores comunicadores, casados con la ética y la veracidad. Mas allá del mercantilismo, de la sintonía, del aplauso, del premio, de la prebenda.

Si es hermosa la labor periodística, es una comunión con la vida, es la creencia de un mundo mejor. Es una construcción del paraíso social soñado por las mayorías. Es la religión del bien común. El periodista es un guardián de la sociedad, es un maestro para la gente, es un mensajero del bien, de la paz, de la convivencia. Debieran ser estas premisas; el verdadero desempeño periodístico de esos hombres y mujeres artistas de la comunicación.



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Pedro Barrera


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