En el marco de la construcción acelerada del nuevo orden mundial criminal, en plena pandemia de COVID-19, se ha profundizado la censura y la autocensura respecto a toda aquella información que de una u otra forma no sea conveniente para los intereses de los delincuentes a la cabeza del totalitarismo global que pretende consolidarse. Con la sociedad digital como aliada, los globalistas-tiranos han censurado a diestra y siniestra a los medios de comunicación y redes sociales, y han logrado mediante diversas formas de presión y chantaje, que numerosos sitios periodísticos en la internet, por ejemplo, se autocensuren y dejen de publicar una enorme cantidad de escritos que cuestionan todo el desastre variopinto derivado de la emergencia sanitaria y su manejo perverso por parte de las élites y los Gobiernos.
Hoy, la sociedad digital en favor de las élites dispone de las herramientas, tecnologías y dispositivos necesarios para controlar en gran medida la circulación de la información a escala planetaria. Y en el proceso es relativamente fácil evitar que se publiquen contenidos contrarios al Statu Quo, o eliminar los que ya han sido publicados, al menos de manera más sencilla que en el caso de los textos en físico (en papel). Irónicamente estamos en una etapa de la historia de la humanidad, en la que gracias al internet de alta velocidad el flujo de la información es inmensamente voluminoso, y abrumador en tiempo real; por desgracia también es abrumador el control gubernamental ejercido sobre las comunicaciones, haciéndose el seguimiento de todo aquello que se publica en cuanta empresa o medio de comunicación hay y en las redes sociales.
Hoy, como no ha pasado antes en la historia de la humanidad, el auténtico periodismo, el no vendido al mejor postor, está en peligro de sucumbir ante la enorme presión ejercida por el Statu Quo. Incluso numerosos medios que supuestamente han estado inclinados hacia la izquierda, al menos en teoría, han aplicado la autocensura de forma descarada, y quienes los dirigen terminan escudándose siempre en ‘hackeos’ o ataques cibernéticos. En este contexto valga advertir que cada vez son menos los artículos críticos que son publicados, aun en sitios electrónicos aparentemente más comprometidos con la defensa de la libertad de expresión. El miedo y la complacencia para con los de arriba terminan imponiéndose, y la verdad agoniza día tras día.