Pagar por ver cuñas comerciales

Cuando yo era niño, si veía a alguien portando una camisa con un logo comercial, digamos la Coca-Cola, ello me indicaba su condición de empleado u obrero de dicha empresa. Lejos de ser un símbolo de "status" el asunto denotaba lo contrario; era una capitidisminución.

Con el correr de los años la industria publicitaria se ocupó de cambiar tales patrones. Se impuso el "modo de vida norteamericano", que consiste en estar a la par con los más afortunados, así haya que endeudarse hasta la coronilla.

A los consumidores no les bastaba con pagar la mejor cartera de piel de cocodrilo a un precio exorbitante. De nada servía el derroche si los ignaros no se enteraban del costo. Los nuevo-ricos optaron por lucir la marca estampada de manera ostentosa en el producto, sacrificando elegancia a cambio de exhibir el precio.

Hoy en día las tiendas de moda, las boutiques de lujo y las grandes empresas venden productos diseñados para que el portador luzca como un afiche publicitario. Es decir, que pague por anunciar el producto que compró.

En fin, cada quien hace de su camisa un sayo. Imagino que, dentro de poco, las reinas de belleza ostentarán la firma del cirujano de moda en las tetas operadas para darle casquillo a las que deban recurrir a un rellenador de menor renombre. Un dislate parecido ocurre en Venezuela con la televisión privada.

El sistema clásico de canales abiertos con estaciones repetidoras y señal nacional funciona para unas pocas televisoras comerciales. Otra alternativa permite enviar la señal por satélite, como lo hace DirecTV. Ésta cobra una tarifa cada vez más elevada por el supuesto privilegio de ver canales foráneos sin cuñas publicitarias o, al menos, esa fue la coba que nos metieron al principio.

La realidad es que DirecTV no sólo tiene cuñas transnacionales que han llegado a incluir bebidas alcohólicas, sino, además, los canales que no transmitían propaganda ahora generan publicidad local en volúmenes crecientes.

En la práctica estamos pagando por ver cuñas, lo cual es un negoción digno del amigo (¿o será socio?) venezolano de papá Bush. Pero ¿quién le pone el cascabel al tigre de Venevisión?

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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