Si algo debe caracterizar a la revolución bolivariana –y a cualquier otra- es la dialéctica constante. Cualquier orden debe estar constantemente bajo supervisión o control de quienes tienen la responsabilidad del logro de los objetivos. El periodismo no debe ser la excepción.
La reflexión viene a propósito de las reacciones –naturalmente bienvenidas- generadas a raíz de la salida del aire de los programas Los Papeles de Mandinga y Dando y Dando. Debo admitir que desconozco las razones que dieron pie a la decisión de brindar cesantía a ambos espacios, pero me atrevo a dar un voto de confianza a quienes la ejecutaron. Espero que hayan privado los mejores criterios.
El mismo Presidente Hugo Chávez manifestó en el pasado su preocupación ante la política informativa de los medios aliados, por llamarlo de alguna manera. Sentimos que la angustia del Ejecutivo ha disminuido y posiblemente sea ello el resultado de un giro de timón que esté resultando favorable. Nada diferente sería mejor.
No albergo duda alguna: tanto uno como otro espacio jugaron un papel importante en su momento. Algo más: ambos formatos deberían retornar en algún instante en caso de que las circunstancias históricas así lo reclamen. De lo que se trata –es mi humilde opinión- es de administrar los recursos de la mejor manera posible. Evitar su desgaste asegura la provisión.
Por ahora esperemos que los emergentes sean de tanto o más calidad. Requerimos, sobre todo cuando estamos inmersos en el muy necesario espectro del Motor de la Moral y las Luces, guías comunicacionales que formen concienzudamente el pensamiento ideológico de todos nosotros. Por ahí deben ir los tiros.
(*)Periodista
ildegargil@yahoo.com