Este 28 de mayo se inició un proceso hermoso; se abrió un abanico de posibilidades que colocan al pueblo en la frontera de la libertad de conciencia; que nos trae un aire de esperanza para la conquista de la soberanía total.
Fue el inicio de la zafra tan merecida. Significa comenzar a recuperar la voz perdida; el conjunto de sonidos y palabras que nos robó el sistema por tanto tiempo. Que un día nos robó la voluntad.
No podemos negar que el Caracazo y la masacre cometida en contra del levantamiento popular de ese 27 de febrero de 1989, cambió la percepción que el pueblo tenía de los llamados medios de comunicación e incluso de los periodistas.
Una vez, poco antes de la rebelión del 4-f, cubriendo un suceso para el diario El Globo, nos gritaron en un cerro del Valle “eso periodista son unos pajúos, no dicen la velda”. En su inexacto lenguaje, ese hombre del pueblo ¡tenía razón!
Decía una verdad del tamaño de la catedral. No necesitaba ser un experto en semiología; en semántica; en estética, ni en comunicación, para entender que habíamos perdido en el camino los dos más grandes tesoros, la credibilidad y el respeto.
Y en éstos últimos cuatro años, hemos visto de frente al monstruo. Hemos observado más cerca la degeneración. El golpe de estado de abril 2002 y el sabotaje petrolero que se inició en diciembre de ese mismo año y que nos mantuvo por largos 63 días sumergidos en el caos, nos acercó la nariz al pozo séptico en el cual se convirtieron los medios. Manipularon, mintieron, provocaron ira, odio, división, dolor y muerte.
RCTV asumió a la perfección su rol en esta guerra imperial de cuarta generación. Ocupó el espacio que dejaron los partidos y se convirtió en una de esas razones que nos avergonzaron ante quienes un día nos vieron -a los periodistas- como héroes.
Pero TVes nos da una nueva oportunidad para la reivindicación; se convierte en un arnés que nos impedirá caer de una vez por todas. Es la luz al final del túnel. Una especie de hilo de plata de Ariadna. Un Iwa – en lengua wuayu- ese lucero que anuncia la lluvia en tiempos de sequía; un arcángel Miguel que desenvaina su espada en contra del maligno.
El 28 de mayo iniciamos un camino que no es más que la posibilidad real de construir colectivamente ese nuevo paradigma de comunicación para recuperar el pudor perdido; para rescatar el afecto por lo nuestro. Es la aurora que traerá luz y calor a nuestros helados y grises días.
Ahora nos toca, desde cada una de nuestras trincheras, después de haber sido protagonistas de esta batalla ganada, velar porque esa criatura, fruto de nuestra lucha; que nace enmantillada, se críe sana; crezca sin heredar las viejas y malas mañas; se desarrolle libre de manipulación y la podamos ver siempre a los ojos sin temor a ser traicionados.