Los acontecimientos que rodearon el final de RCTV y el comienzo de TVes en el canal 2 son emblemáticos de dos sistemas culturales.
La oposición ha fundamentado su derecho al motín en que supuestamente representa la cultura ilustrada, la educación, el refinamiento y la exquisitez. En cambio, según esto, los bolivarianos son chabacanos, procaces y, en suma, bárbaros.
Pues bien, amigos opositores que temen una sola fuente de información pero promueven el pensamiento único: Es todo lo contrario. Lo demuestra la selección de Manuel Rosales como su máximo representante. Aclaro que hay gente de mucho refinamiento y excelencia en la oposición, pero no es esa la que destacan sus medios.
RCTV exigía la perpetuidad de su concesión en glorias que dilapidó. Tuvo el descaro de reivindicar a Renny Ottolina, como si hubiese sido Woody Allen o como si la emisora no lo hubiese defenestrado deshonrosamente. Igual con otros esplendores abandonados hace años a favor de una programación que figuró entre las más grotescas del mundo. Irrespeto a la mujer, a los negros, a los indios, a los gordos, a los flacos, a la humanidad. Había excepciones, pero ese es el problema, que eran excepciones.
Es que en Venezuela no se conocía la vulgaridad hasta los años 60 con la aparición de Venevisión, que la hizo sistemática y estudiada. Hasta entonces la chabacanería había sido vocación de empíricos que hacían lo que podían. Los demás canales, especialmente RCTV, perfeccionaron el modelo y ya no hay en ellas un propósito honorable o de virtud estética.
Ese desaliño ético y estético era lo que defendían los cultísimos señoritos y señoritas de oposición que embistieron a pedradas y balazos pacíficos los barrios ricos desde el lunes pasado.
TVes, en cambio, se propone el respeto no solo de la cultura europea y hegemónica. El propósito de la nueva emisora es el respeto de todas las culturas que nos enriquecen como «pequeño género humano». Es la nueva versión del viejo antagonismo civilización vs. barbarie. El enfrentamiento entre el respeto por la dignidad y la belleza y la avilantez nacida de la codicia capitalista, con la consiguiente manipulación infame de las emociones.
Cada día es más evidente quién representa la basura de la historia.