Hoy se celebra un nuevo día del Periodista. Sin embargo, durante estos últimos nueve años el balance sigue siendo muy, pero muy negativo. En líneas generales, los Periodistas y los Medios de Comunicación Social venezolanos seguimos raspados en ética, veracidad y responsabilidad social.
Lamentablemente, el periodismo criollo sigue en deuda con una población a la que se le ha mentido, manipulado y descalificado sistemáticamente. Cuesta creerlo pero es así; convertidos en trinchera política, desde los medios privados se sigue asumiendo que el “buen periodismo” es aquel que se limita a la investigación mediocre, la denuncia irresponsable y las verdades a medias. Aún no ha cerrado la herida dejada tras la abierta participación en el golpe de estado del 11 de abril de 2002 y se siguen cometiendo tropelías contra la población, se sigue pisoteando la ética y se sigue esperando por una autocrítica que nunca llega. Nadie vio, nadie fue, nadie supo. Nadie editó el video de Puente Llaguno para avalar la breve tiranía de Carmonita. A estas alturas, nadie se ha responsabilizado por los más de 700 mensajes diarios arengando el paro-sabotaje petrolero criminal de fines de 2002 y comienzos de 2003. El sainete montado en la Plaza Altamira, dando 24 horas de cobertura al territorio liberado de los militares gorilas, tampoco ha motivado ningún debate. La lista de mentiras contra funcionarios públicos y sus familiares es larga y no cesa. Revivieron a un hijo fallecido del actual ministro de Finanzas, Alí Rodríguez Araque, para acusarle de ladrón y nadie dijo nada, ni siquiera una tímida disculpa ofreció el medio que publicó esa falacia. Nadie se responsabilizó por haber reproducido alegremente todas las estupideces que dijo Eucaris Rodríguez o el aerospía cubano. Cuando uno habla esto con algunos colegas, te ponen su mejor cara de disociado y te miran cual loco desfasado. Para quienes así piensan ése desmadre contra la ética y la veracidad es parte de un pasado que ya sienten lejano y –según ellos- no conviene jurungar mucho. Las empresas de comunicación privadas siguen enfrascadas en derrocar al gobierno y en ese lance les vale todo. Técnicas elementales de comprobación de datos, como la verificación o el sondeo de varias fuentes ya no forma parte de los manuales de estilo de estos medios, que más que comunicar, incomunican, en vez de informar, desinforman y antes que formar, deforman. Pero el mea culpa no aparece por ningún lado. La extensa red de emisoras radiales, diarios nacionales y regionales, así como la cadena de televisoras privadas también nacionales y regionales siguen vedadas a la gente que comulga con “el proceso”, sólo existen analistas y expertos sesgadamente opositores. La burla y la banalización hace rato han suplantado al equilibrio, palabrita mágica de la que ya nadie se acuerda. La guinda del pastel la han puesto con el lamentable asesinato del colega Javier García, ni siquiera quienes se decían sus amigos han reparado un poquito en el dolor de sus familiares y han tratado de cabalgar en el crimen contra el infortunado para atacar al gobierno. El axioma que guía su lógica es sencillo: si sirve para dañar a Chávez es bueno, si sirve para sembrar desasosiego y alarma colectiva también es bueno. Entretanto, el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) estrenó autoridades con una altísima abstención. Aún es temprano para juzgar la gestión de Echeverría y Moleiro, sin embargo su aparición en un programa de Globovision avalando la jugarreta mediática montada con el caso García deja poco margen para la esperanza. Cuanta falta nos hace una profunda autocrítica, cuanta falta nos hace el debate, cuanta falta nos hace un CNP digno, cuanta falta nos hace rescatar las banderas de la ética, la honestidad, la veracidad y el equilibrio. Cuanta falta hace un Fabricio Ojeda, un Héctor Mujica, un Aníbal Nazoa o un Miguel Otero Silva.
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